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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Podemos: atado y bien atado

La carta de Iglesias a Errejón solo tiene sentido si su victoria es segura en el órgano de dirección

Antonio Elorza
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y el secretario político de esta formación, Íñigo Errejón.
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y el secretario político de esta formación, Íñigo Errejón.Fernando Alvarado (EFE)

Sobre uno de los primeros artículos críticos que escribí en este diario en torno a Podemos, Pablo Iglesias se dignó por única vez publicar una observación: mi ensayo respondía a los intereses de Prisa. El procedimiento de descalificar cualquier mensaje incómodo, presentándolo como expresión de los deseos del Poder, con mayúscula, se extendió luego a los propios medios de comunicación, ensalzados como este cuando le ofrecen sus páginas, satanizados de incluir reportajes o artículos que el líder juzga adversos. Y semejante tipo de descalificación se ha extendido a modo de consigna en el mundo de los tuits teledirigidos que impulsa en la red con el sano propósito de eludir todo debate que pueda implicar al exterior de su organización. De este modo se cumple el conocido lema lejos de nosotros la funesta manía de pensar.

Ahora le toca sufrir los efectos de esa manera de esquivar la realidad a su número dos, Íñigo Errejón, por haberse atrevido a plantear un debate político en la preparación de Vistalegre 2. De los demás firmantes del manifiesto ni de pasada se ocupa: políticamente no existen. De ahí que en el artículo de 20 minutos, a modo de carta abierta, exista un único interlocutor, su "compañero y amigo" Íñigo Errejón. Iglesias sabe que el eco de su escrito será amplificado por unos medios a los cuales detesta, pero para subrayar su distanciamiento lo presenta en uno no marcado por los estigmas del enemigo.

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Hay dos puntos centrales en el planteamiento de Iglesias, que rehúye la confrontación con las ideas expresadas por el "compañero y amigo". El primero, el recurso al amor, a efectos de diluir la política, algo que ya practicara en las proposiciones de alianza subordinada que a modo de burbujas de amor dirigió a Pedro Sánchez después del 20-D. Iglesias ofrecía al socialista toda "una fábrica de amor" en Podemos, muy por encima de cuanto podía darle la derecha. En realidad, se trataba del abrazo del oso. Ahora, respecto de Errejón, el discurso azucarado cobra rasgos concretos, apoyándose en la larga colaboración entre ambos. Son los medios quienes tratan de arruinar tan hermoso vínculo, con el fin de acabar con Podemos. Hay en el texto dos golpes colaterales: la referencia a "aquellos que te atribuyen estar cerca del PSOE", y a la moderación de Errejón frente a su radicalismo, cosas que Iglesias desmiente, pero claro, menciona que algo queda. Y sobre todo, pensando en los medios, el jefe advierte que el solo hecho de recibir su apoyo, caso de Errejón, "no genera credibilidad por entre nuestra gente". Consecuencia: debe olvidarse de la exposición pública de las propias ideas, y confiar en el tierno juego de los chats ocurrentes y de las conversaciones fraternas entre colegas. Nada de poner el análisis de los proyectos como paso previo para una apoteosis del líder que nadie cuestiona.

Por lo demás, Iglesias no toma en consideración los planteamientos del manifiesto de los 300 y se limita a reafirmar el suyo, añadiendo "la transversalidad" para impulsar el "espíritu constituyente", esto es, la sustitución del orden constitucional vigente, y a ese efecto, poner en marcha "contrapoderes y e instituciones sociales alternativas". Léase, versión encubierta de su modelo permanente, el poder dual inspirado en 1917, sazonado con el regreso a los orígenes.

Amistad supone, en consecuencia, cierre de filas y olvido de la expresión pública. Es una carta que por su rotundidad solo tiene sentido si Pablo Iglesias, como parece, y con el inevitable apoyo de Izquierda Anticapitalista, tiene ya contados los números y sabe que su victoria es segura en el órgano de dirección. Al "hermano, compañero" le queda una sola alternativa, aceptarlo, y "que puedas trabajar a mi lado -es decir, bajo su dirección también ideológica- y no frente a mí". En su réplica, Errejón ha intentado cordialmente devolver la polémica al terreno político. No obtendrá resultados y la propuesta de votaciones formulada a título oficial por Echenique lo corrobora. De antemano la previsible coalición con los anticapitalistas resulta primada y para que no quede suelto cabo alguno, la elección del Consejo Ciudadano admite vinculación con la del secretario general. Por lo menos a corto plazo, alea jacta est.

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