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La Infanta, sin palacete ni calle en Palma

La Rambla de los Duques de Palma ya no aparece en el callejero de la ciudad La izquierda quiere que el Ayuntamiento reclame al Rey que revoque el ducado

La Infanta en los juzgados de Palma, en 2014.
La Infanta en los juzgados de Palma, en 2014.Uly Martín

Una cita en Palma, un juicio, se cruza en el futuro de Cristina de Borbón. La ciudad ha retirado su nombre a una calle. La Rambla de los Duques de Palma ya no aparece en el callejero. La izquierda quiere que el Ayuntamiento reclame a Felipe VI que revoque el ducado. Las claves del porvenir de la Infanta están en una causa penal, el caso Nóos, que se celebrará en el plazo de un año. El escándalo de supuesta corrupción, investigado desde 2010, ha supuesto un descalabro para la hija del rey Juan Carlos.

La esposa de Iñaki Urdangarin fue apartada de la agenda de la Casa Real y después excluida de la Familia Real. También tuvo que dejar su residencia en Estados Unidos, abandonar y poner en venta su palacete de Barcelona e instalarse en Suiza. Ahora acaba de traspasar la propiedad de la mansión por 6,9 millones de euros —se había gastado 10— pero solo podrá anular la hipoteca de 4,9 y pagar parte de la fianza millonaria impuesta a la pareja, más de 15 millones.

El sumario del caso Urdangarin será trasladado, en días, desde el juzgado de José Castro, donde se instruyó, hasta el tribunal de la Audiencia de Palma, donde se celebrará el juicio. Cristina de Borbón está acusada por dos supuestos delitos de fraude fiscales, con posibles penas de hasta ocho años de cárcel. Irá al banquillo con Iñaki Urdangarin, principal protagonista de la trama de corrupción, y otros 15 cargos políticos y gestores.

La vida de la hija menor de los reyes Juan Carlos y Sofía está ligada desde niña a Palma, donde pasó gran parte de los veranos de su vida. En 1997 se convirtió en Duquesa de Palma, un título de identidad simbólica (evoca un dominio sobre un territorio) que recibió de su padre, como prueba del "profundo afecto y cariño" a la "muy querida hija". La marca antigua feudal le fue otorgada a con motivo de su boda con Urdangarin, duque consorte.

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La rambla es la ruta habitual entre el juzgado y la Audiencia. Y en un lateral de este eje judicial queda la Fiscalía. El paseo tradicional con floristas en la ciudad vieja fue bautizado, en homenaje a la pareja, Rambla de los Duques de Palma. Pero en 2013 perdió sus placas y el nombre desapareció de las rutas urbanas de la capital de Mallorca.

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La retirada simbólica de honores registrada en la reciente memoria histórica fue una decisión política del Ayuntamiento de Palma, una muestra de incomodidad y censura pública hacia las figuras de Urdangarin y su esposa, por su trayectoria en la tormenta judicial y polémicas aún sin cerrar.

La Infanta ya conoce el juzgado de instrucción, donde pasó cinco horas contestando al juez Castro, que le llamó "señora" y anotó "señora de Borbón". Ella le decía "señoría", pero sus más de 500 breves respuestas fueron evasivas: 182 "no lo sé", 55 "no lo recuerdo" y 52 "lo desconozco". Lo completaron muchos "no me consta", "no me suena", "no me resulta familiar" y "confiaba en mi marido". La Infanta enamorada, que rechazó separarse y renunciar a la línea sucesoria a la Corona, había entrenado el interrogatorio para no salirse del guion. El juez no quedó convencido.

Palma fue una plataforma en la vida social de la Infanta. Existe un relato con imágenes tomadas en cuatro décadas de veraneos en el Palacio de Marivent, en las recepciones en la Almudaina y, en especial, en ambientes deportivos. La vocación marinera, de regatista, se expresó desde niña en la escuela de vela de Calanova (donde van sus cuatro hijos) y, de manera especial, como deportista en la Copa del Rey de vela. Allí cuajó buenas relaciones y fidelidades. Una de estas amistades cordiales fue Pepote Ballester, regatista y oro olímpico, que intimó con el Príncipe y las Infantas, que asistieron a su boda en Pollença.

La vida de la Infanta está ligada desde niña a Palma, plataforma de su vida social, donde pasó gran parte de los veranos de su vida

Pepote fue el hombre de Palma de Urdangarin, el emisario que usó el conseguidor esposo de la Infanta —y su compañero de la residencia Blume de Barcelona— para hacer negocios en su feudo ducal con Jaume Matas. El político, hoy preso por corrupción, nombró a Pepote director general por sus vínculos en la Familia Real.

El duque se llevó a Matas y Pepote a jugar a pádel a casa, al Palacio de Marivent en 2003, para gestar convenios millonarios que el político acepta "por ser quien es". Detenido y esposado al estallar el escándalo global del caso Palma Arena en 2009, Pepote acabó confesando al juez y al fiscal. Es un arrepentido que pactó su exculpación y destapó el rol de sus examigos Matas y Urdangarin. Por su vieja amistad con Infanta, Pepote tardó en decidirse a dar el paso de aportar una prueba de cargo que le inculpa y desvela la trama. La confesión de Pepote llevó a la imputación de Urdangarin.

En el caso Nóos ha habido un efecto dominó. Urdangarin cayó al investigarse a Matas, y la Infanta, a su vez, entró en la causa tras el rastro de los negocios fraudulentos de su esposo en el caso Nóos y la actividad de la compañía familiar Aizoon, cuyo capital comparten. "La Infanta estaba por transparencia, comodidad y formalismo", dijo Urdangarin en el juzgado.

El duque, exjugador olímpico y del Barça de balonmano, al estallar el caso Nóos fue censurado desde La Zarzuela por su actividad "no ejemplar" en sus negocios con el Instituto Nóos, una pseudo ONG con una red de sociedades pantalla para distraer las ganancias millonarias.

La retirada simbólica de honores fue una decisión política del Ayuntamiento, una muestra de incomodidad y censura pública

La crítica desde La Zarzuela y su inmediata marginación de la agenda de actos de la Familia Real ocurrieron aun antes de que el Duque fuera imputado en 2011. Después desapareció de la web oficial de la Casa del Rey. La infanta Cristina quedó fuera del programa oficial y dejó en blanco su vida veraniega en Mallorca por el complejo contexto y las tensiones familiares, aun antes de que la lupa investigadora del juez Castro se le acercara peligrosamente.

Desde La Zarzuela se fichó para defenderla a un padre de la Constitución, Miquel Roca. Con la abdicación de su padre, el rey Juan Carlos, y la proclamación de su hermano, las Infantas han dejado de ser Familia Real para tener un rol en la familia del Rey. Es el tsunami-Nóos.

Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia cumplirá 50 años en 2015. "Una determinada persona", la llamó el juez Castro crípticamente, casi en clave, como si temiera incorporar su nombre a la causa, cuando en 2012 rechazó su imputación. Entonces observó que implicarla "conduciría a estigmatizarla, lo que no es de recibo". En 2013 y 2014 cambió de criterio, acumuló más informes y advirtió que "la repercusión social de la imputación" de un personaje público "nunca debe propiciar una diferencia en el trato judicial", pero agregó: "Los personajes públicos están llamados a observar un especial cuidado para no situarse en órbitas comprometedoras".

La Infanta, en esos dos años cruciales, con su actividad económica privada examinada en un juzgado y aireada por los medios —de su préstamo u obsequio del Rey de 1,2 millones de euros al mínimo gasto en peajes o ropa—, trabaja en la Obra Social de La Caixa. Vive en Suiza, gracias a la colaboración que logró en la Aga Khan Foundation, por la amistad de su padre con el jefe de la comunidad ismailíes y su experiencia de gestora.

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