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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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El melón y la infanta

Las sentencias del caso Malaya parecían un nuevo tipo de lotería. Incluso echamos en falta a los niños de San Ildefonso anunciando multas y condenas. La infanta Elena decidió interrumpir el descanso de su convaleciente padre. La taleguera que colgaba de sus manos de amazona, dejaba entrever su contenido: un melón, el melón constitucional

Boris Izaguirre
La infanta Elena, a su llegada al Hospital Quirón para visitar al Rey.
La infanta Elena, a su llegada al Hospital Quirón para visitar al Rey.Kiko Huesca (EFE)

Cuenta la leyenda que poco después de mediodía, cuando la sombra aún es mínima, y aprovechando que la reina y el príncipe estaban lejos de la capital, la infanta Elena decidió interrumpir el descanso de su querido y convaleciente padre, el rey haciéndole una visita en solitario. En cuanto la primogénita bajó del coche a las puertas del hospital todos los ojos se clavaron en la talega semitransparente que, colgando segura de sus manos de amazona, dejaba entrever su delicioso y esotérico contenido: un melón. Los presentes entendieron que se trataba, sin duda, del melón constitucional. Así la audaz cortesía venía cargada de esa fruta de la que todos hablan pero que, como sí de una nueva caja de Pandora se tratase, nadie se decide a abrir. La infanta conocedora de las propiedades cardiosaludables y reparadoras de esta cucurbitácea decidió servirla esa misma tarde y allí se merendaron entre los dos el tan traído y llevado melón constitucional. Con inmediatos beneficios para la recuperación real, ya que un día y medio más tarde, el martes, el monarca ya descansaba tranquilamente en su confortable habitación de la Zarzuela, con el consiguiente regocijo de todos y todas en el reino.

Esta primera semana de octubre ha venido llena de buenas nuevas. Las sentencias del caso Malaya, anunciadas a cuenta gotas, parecían un nuevo tipo de lotería, incluso echamos en falta los niños de San Ildefonso anunciando multas y condenas, Roca elevado a rey Midas de este tipo de sorteo. Al mismo tiempo, el desempleo toca techo y fondo a la vez. Fabra por fin ha ido a juicio, con unos modales un tanto hoscos por la incomodidad del banquillo o seguramente porque la aglomeración de prensa le resultaba menos controlable que los tribunales. Pero la guinda del optimismo llegó de Tokio: la visita de Mariano Rajoy a la corte del crisantemo. Casi tan republicano y alto como Gary Cooper, fué incapaz de flexionarse ante un emperador considerablemente mas bajito y mayor que él. Con todo y esa rigidez lumbar, Mariano aceptó una súper flor en el ojal que le daba un aire de Dolly Parton hirsuta en Las Vegas y cuyo fuerte aroma oriental le insufló mayor seguridad a su optimista discurso en la lengua de Cervantes y no en inglés o japonés, demostrando que el partido del Gobierno, cuando quiere, sabe rectificar el disco duro felizmente.

Hemos olfateado como se desvanece el poder del rey de Italia y emperador mediático, Silvio Berlusconi. Montando una farsa, haciendo telenovela y perdiendo los papeles. En realidad lo que sorprende del pathos berlusconiano es que de todas las cosas que podrían hacerle pupa, al final es la propia política la que consigue ponerlo contra las cuerdas. Con ella se convirtió en el primer empresario occidental y presidente al mismo tiempo durante veinte años, la política lo hizo sentirse por encima de todo y ahora la política es la velina que lo humilla y sentencia. En el fondo es un recordatorio de que la clase política puede resultarnos desmoralizadora pero en ocasiones tiene que abrir el melón y rendir cuentas. Llama la atención que este fin de reinado político y mediático, sea coincidente con la perdida de audiencia de Telecinco ante Antena 3, las televisiones privadas de nuestro país con mayor inteligencia italiana en sus plantas ejecutivas. Por primera vez en 17 años, y por casi un punto Telecinco ve crecerle los colmillos y la cola a la que durante años llamo “la cadena triste”. Ambas cadenas decidieron hincar el diente no tanto en la menor asesinada en Santiago sino en sus padres, principales sospechosos y novedosas presas de la vorágine mediática. Una vez mas la televisión destripa melones vestida de justicia y moral sin evitar convertir una tragedia familiar en un poderoso Gran Hermano con excusa: la televisión refleja la realidad. Cuando la verdad es que la televisión disfruta exagerando la realidad.

Exagerada y contenta, como es propio en su condición de reina (de la Copla), regresó Isabel Pantoja de México, cargada de maletas y nuevas canciones. Un guiño a la Piquer, sin duda pero también una autoafirmación. Las 12 maletas con las que avanzaba por el aeropuerto de Barajas le sirven de escudo a todo lo que debe enfrentar. El próximo cumpleaños de su hija Isabel, una mayoría de edad feliz pero complicada, que la maquinaria devoradora del “corazón” espera con ansia y hasta con una cuenta atrás. Pero sobretodo el dilema planteado por Jessica Bueno, la ex novia de su hijo Kiko, que ya reparte pólvora en televisión, que plantea llevarse al niño a vivir en el País Vasco, lejos de las aguas del Guadalquivir. Muchos defienden que escuchar al nieto de Pantoja con acento bilbaíno haría muchísimo por la unidad española, como si al final del concierto heredara el gesto y gritase ¡ole abueletxa! al publico del teatro Arriaga. Otros intuyen, desde una tercera vía, el dilema de J.B., como el de una madre que busca el encaje de su vida, como quien busca el encaje de Cataluña en España. ¿Dónde recibirá mejor vida ese nuevo infante? ¿En el norte postindustrial, lluvioso y de buena merluza o en el sur cuajado de sol, frituras y volantes?

Nadie lo puede saber. Ni siquiera ese oráculo con el interior tachonado de pepitas que dulcemente llaman el melón constitucional.

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