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Hermanados por la ciencia

Los pueblos natales de Ramón y Cajal y Severo Ochoa estrenan la red que pretende unir a las villas europeas con premios Nobel

Simón Guardado, alcalde de Luarca, a la izquierda, junto al regidor de Petilla de Aragón, Florentino Aguas.
Simón Guardado, alcalde de Luarca, a la izquierda, junto al regidor de Petilla de Aragón, Florentino Aguas.

Luarca y Petilla de Aragón son tan diferentes que solo tienen una cosa en común, pero no la comparten con nadie más en España. Están hermanadas porque ambas son villas de Nobel. Santiago Ramón y Cajal (Petilla de Aragón, 1852-Madrid, 1934) y Severo Ochoa (Luarca, 1905-Madrid, 1993) son los únicos premios Nobel de ciencias, ambos de Fisiología y Medicina, nacidos en España. Por eso las dos villas tan dispares han decidido unir fuerzas y emprender una causa común, la de crear una red europea de villas de Nobel.

Simón Guardado Pérez, alcalde del concejo asturiano de Valdés, al que pertenece Luarca, y Florentino Aguas Arilla, alcalde de Petilla de Aragón, Navarra, firmaron el sábado pasado el acuerdo ante las dos corporaciones en pleno, los 17 concejales de Valdés y los 2 de Petilla. Y ante 48 viajeros llegados del pueblo de Cajal, pese a que solo tiene 36 habitantes censados. Así se venera al histólogo en su patria chica. Luarca, con 5.000 habitantes, 12.000 en todo el concejo, organiza con frecuencia actos en recuerdo de su héroe local.

Cajal, que ganó el Nobel en 1906, nació en Petilla por accidente, puesto que su padre, médico, estaba ejerciendo allí en 1852. A los dos años ya se había ido, “pero cuando regresó, ya de mayor, visitó su casa con gran emoción. Lo sentimos muy nuestro”, dice Florentino Aguas, el alcalde. “No es que genere mucho turismo, pero llegan médicos de todo el mundo para ver la casa donde nació su líder”. En Petilla está abierta la casa museo de Cajal.

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Más fácil lo tiene Simón Guardado, puesto que Ochoa siempre presumió de su pueblo natal, esa joya asomada al Cantábrico desde la montaña, al que volvía con frecuencia y donde quiso ser enterrado. En Luarca hay una exposición permanente del Nobel y en las calles y plazas pueden verse carteles que hablan tanto de Ochoa como de su mujer, la gijonesa Carmen García Cobián. “Queremos consolidar aún más su figura”, dice Guardado, “porque así fomentamos el turismo cultural y científico”.

Luarca está llena de recuerdos de Ochoa, Nobel en 1959, y la villa le dedica una gran atención. Quizá por eso a Montse Álvarez, técnica de desarrollo municipal de la alcaldía de Valdés, se le ocurrió la idea de crear “una red de villas de Nobel”. Por eso buscarán más cunas europeas de premios Nobel, siempre que sean de ciencias.

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“Este año nos hermanamos con Petilla, y el que viene con Corteno Golgi, el pueblo natal del Nobel italiano Camillo Golgi. Poco a poco queremos que sea una red en la que se incluyan los pueblos europeos en los que nacieron premios Nobel de ciencias”. Álvarez es la coordinadora del proyecto y quien lo ha presentado tanto en la Federación de Municipios, que ya les está ayudando, como en la UE, donde pedirán ayudas “una vez que se haya sumado el pueblo de Golgi. Ya hemos tenido un contacto con ellos y lo han acogido muy positivamente”.

Este año se cumplen 25 de la muerte de Ochoa, lo que ha hecho que el municipio asturiano redoble sus actos de recuerdo. El día anterior al acto de hermanamiento se celebró una conferencia de la historiadora de la ciencia María Jesús Santesmases, biógrafa de Ochoa, y en junio se celebrará otra de César de Haro, bioquímico y discípulo del luarqués.

El 8 de septiembre, en Petilla de Aragón, se celebrará el acto simétrico y empezará en serio el trabajo para hermanar ambas villas con la localidad en la que nació Camillo Golgi, que compartió en Nobel de 1906 con Cajal —pese a que defendían ideas no solo contrarias sino excluyentes— y que comparte con Ochoa el que a ambos se lo dieron por algo que no era cierto: las neuronas son células independientes, no una red, como creía Golgi, y la polinucleótido fosforilasa no sintetizaba el ARN biológicamente activo, como pensaba Ochoa. Eso sí, ambos fueron extraordinarios investigadores y es una buena noticia que se incentive el turismo científico en sus pueblos natales.

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