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En la mente de los radicales

Los expertos coinciden en que los terroristas no son enfermos mentales

Tres de los terroristas de Ripoll compran en un área de servicio de la A-7 antes de dirigirse a Cambrils.

“Es el objetivo de su vida y están a punto de cumplirlo, ¿cómo van a estar? Para ellos es como una celebración. Llevan un año esperando algo que consideran importante. No están relajados. Están activados”. Ángel Gómez, profesor titular de Psicología Social en la UNED explica el comportamiento de los cinco terroristas, que antes de atacar en Cambrils pararon hasta cuatro veces en una gasolinera para comprar las últimas cosas que necesitaban. Las cámaras de seguridad captaron su imagen en la caja. Comentan. Uno se ríe. Otro pregunta algo. Sin levantar sospechas. En la última de las visitas, se llevan comida y bebidas sin alcohol. La grabación provoca una sensación turbadora y una pregunta: ¿cómo pueden comportarse así? ¿Quién se come un bocadillo antes de intentar matar a quien se ponga por delante?

El imán de Ripoll fue un líder muy eficaz a la hora de cohesionarlos y crear un grupo unido.

“Cuando te enfrentas a una imagen como esa, choca. Parece incongruente”. Según Luis de la Corte, doctor en Psicología y director de Estudios Estratégicos y de Inteligencia en el Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la UAM, la sorpresa que nos provoca la escena tiene que ver con el estereotipo que nos hemos formado de los terroristas. “Los terroristas son personas distintas a la mayoría por su orientación para cometer atentados especialmente crueles, pero en otras muchas facetas de su psicología son personas normales”. Destaca de la Corte el ambiente de camaradería en la escena de la gasolinera. “Está claro que si efectivamente el imán de Ripoll fue el líder, fue un líder muy eficaz a la hora de cohesionarlos y de crear un grupo que se sentía muy unido”.

Eso lazos con el grupo son fundamentales para analizar el comportamiento de los terroristas. Junto a un equipo internacional de investigadores, el profesor Ángel Gómez ha elaborado una teoría para tratar de explicar por qué los yihadistas están dispuestos a matar por los suyos y por sus creencias. “Tienen un vínculo visceral con su grupo”, apunta Gómez, “pero además ellos consideran que el grupo no es solo con los que hacen el atentado, sino la gente del Estado Islámico que está en Siria y a la que no han visto jamás. Los consideran su familia y eso el algo que les hace sentirse invulnerables y protegidos”. Eso y el desprecio por la muerte, que es la recompensa final. “Cuando se integran en un proyecto terrorista, por muy monstruoso que nos parezca”, añade Luis de la Corte, “es un proyecto ilusionante. Una ilusión que piensan que está justificada y que tendrá una recompensa”.

“Se creen diferentes, escogidos, como alguien que está a otro nivel superior, se ven incluso como un supermusulman”

Cuando comenta el vídeo de la gasolinera, Miguel Perlado, coordinador del Grupo de Trabajo sobre Derivas sectarias del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña, señala cómo el amparo del grupo hace que se sientan reforzados. “Se creen diferentes, escogidos, como alguien que está a otro nivel superior, se ven incluso como un supermusulman”. Aunque para Perlado, el elemento que mejor explica el comportamiento de los terroristas en la estación de servicio es el mismo que sirve para entender cómo sus vecinos conviven con ellos sin sospechar nada. “Siempre se dice que actúan como si nada pasara… Y ese como si es lo que sorprende a los ojos del observador. Pero la explicación pasa por una fuerte disociación. Como los médicos de la Alemania nazi que por la mañana gaseaban judíos y por noche iban a casa. ¿Cómo es posible? Pues sí”.

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La deriva radical de un yihadista es en muchas ocasiones indetectable. Son capaces de mostrar una cara ante la sociedad mientras están preparando una masacre. “Los últimos días antes de una acción se comportan todavía de una forma más normal para no despertar sospechas. Eso no lo hace alguien que tenga un problema mental. Son personas completamente normales”, concluye el profesor Ángel Gómez.

“No, no son psicópatas. Otra cosa es que el proceso de adoctrinamiento los psicopatice, los insensibilice y los endurezca”, comenta Miguel Perlado, que insiste en que las técnicas de captación y reclutamiento son idénticas a las de las sectas. Como en las sectas, los reclutadores reprograman a sus adeptos eligiendo siempre a los sujetos más proclives a sumarse a la causa. Luis de la Corte es tajante: “La radicalización es un cambio psicológico que afecta a todas las dimensiones del comportamiento y de la vida. Cambian de actitudes, de valores, de visión de futuro, de proyectos. Pero no son enfermos mentales”.

“No, no son psicópatas. Otra cosa es que el proceso de adoctrinamiento los psicopatice, los insensibilice y los endurezca”,

El yihadismo se nutre desde hace ya tiempo de la segunda generación de inmigrantes. Es un patrón que se repite en los últimos atentados en Europa. Otro rasgo de estas células es la existencia de lazos familiares entre sus integrantes. Sin embargo, en el caso de Barcelona a Luis de la Corte le llama la atención la juventud de los terroristas, “los individuos radicalizados están muy por debajo de la media de edad tanto en España como en la Unión Europea. Es también atípico porque, hasta donde sabemos, internet no ha jugado un papel importante o incluso no lo ha llegado a tener. Y eso va contra las tendencias recientes”. Destaca Luis de la Corte que en los últimos años la red ha servido para acortar los plazos de los procesos de radicalización porque “genera una frecuencia de interacción en tiempo real, instantánea”. Sirve para inocular el virus del radicalismo de forma más rápida, aunque la adhesión realmente sólida se produce por la influencia del líder espiritual. Es él quien los coordina y los estructura. Los terroristas de Ripoll no son lobos solitarios. Basta con ver las imágenes de las cámaras de seguridad de la estación de servicio. Juntos. Como si nada fuera a pasar. Como si nada hubiera pasado.

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