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Exorcismos, el pan nuestro de cada día

El caso de una menor exorcizada en Burgos revela la persistencia de estos rituales

Iglesia de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid.
Iglesia de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid.MARTA CACHO

“¿Quién eres? ¿Satanás, Belcebú, el diablo en persona?”, preguntó el exorcista a la joven. Como ella no contestaba, el sacerdote concluyó que estaba poseída y comenzaron las sesiones de exorcismo.

La escena es parte de la declaración de una joven en un juzgado de Burgos. La protagonista de esta historia comenzó a sufrir anorexia en 2012, cuando todavía no había cumplido los 18 años. La enfermedad la llevó a padecer una agonía —con intento de suicidio incluido— que, de la mano de sus padres, se incrementó más allá de sus aflicciones habituales. La fuerte religiosidad que envuelve a esta familia la condujo a creer fervientemente en la posesión de su hija. La niña decía “que tenía un demonio dentro” que la castigaba. Decidieron entonces someterla a sesiones de exorcismo.

En total fueron 13. Las paredes del convento de San Jerónimo de Valladolid acallaron “el miedo y la impotencia” que sentía ante las oraciones de sus padres y las del sacerdote José Hernández, que pedían al demonio que abandonase su cuerpo. Estaba atada, con crucifijos sobre la cabeza.

El pasado fin de semana la historia salía a la luz. El Diario de Burgos revelaba una investigación policial a raíz de la denuncia de los tíos de la menor. Ese mismo día, el viernes 5 de diciembre, el Arzobispado burgalés emitía una nota “aclaratoria” en la que se puede leer: “El intento de suicidio de la joven no ha sido consecuencia de los exorcismos practicados”. Reconocía así que se habían producido. Justificaba, además, que “los exorcismos son una práctica religiosa que se ha mantenido en la tradición de la Iglesia como un derecho de todos los fieles”. Los exorcismos están avalados por la Iglesia, también para los niños. Quienes los practican aseguran que se realizan “muchos más de los que se piensan”.

La Archidiócesis de Milán tiene una línea de teléfono para atender exorcismos 

“Cuando hay un menor que se ve que está poseído, cosa que puede ocurrir, y de hecho ocurre, tiene que haber permiso expreso de sus padres para llevar a cabo la oración de exorcismo”, explica un exorcista madrileño. El acoso que sufren estos días les ha conducido a la máxima prudencia. Rehúyen ser identificados, han recibido indicaciones del Obispado de no conceder entrevistas. Parece una práctica relegada al pasado, pero no es así. “Son el pan nuestro de cada día”, dijo Hernández. En España hay unos 15 sacerdotes con autorización de la Iglesia para realizar estos rituales. “Existe un control del número de exorcismos, pero no un registro”, indican fuentes de la Archidiócesis de Madrid, que el año pasado recibió a ocho nuevos exorcistas.

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La guía para estos sacerdotes es el Ritual Romano de Exorcismos. No se encuentra en él ninguna especificación para los niños. La ceremonia es la misma independientemente de la edad. El primer paso que recoge el manual es identificar al poseído como tal. “Hay que ver esto con mucha prudencia”, advierte el exorcista, “hay enfermedades que pueden dar síntomas parecidos. Decía el beato Pablo VI que hoy una de las victorias del demonio es hacer creer que no existe”. El padre José Antonio Fortea, también exorcista, reconoce que “la posesión tiene algún aspecto en común con la esquizofrenia”, por eso insiste en que deben ser casos sin explicación médica. Los indicios que hacen pensar que un cuerpo está poseído son “la propensión al mal injustificadamente, la aversión a lo sagrado, el hablar en lenguas arcanas...”. Fortea ha tratado a menores con estos síntomas, aunque no son los casos mayoritarios, ha recogido algunos en su libro Summa Daemoniaca. Uno de ellos es el de un niño de 11 años al que sometió a varias sesiones: “Profería insultos soeces, me escupía continuamente, se reía de mis oraciones”. En una de las ceremonias de exorcización cuenta que el muchacho agarró un mechón de su cabeza y fríamente le dijo: “Ahora vas a ver cómo lo arranco de un tirón”.

El exorcista José Antonio Fortea, en 2008.
El exorcista José Antonio Fortea, en 2008.cristóbal Manuel

En el libro no solo bosqueja algunos de los cientos de casos que ha seguido, sino que ofrece un manual del exorcista, basado en su experiencia. El rito es sacramental, se trata de una acción litúrgica. Los especialistas especifican: “Lo que habitualmente ha de llevarse es la estola morada, el crucifijo y el agua especialmente exorcizada. Se bendice también sal, y una pequeña cantidad se pone en el agua”. La sesión comienza con la aspersión del agua bendita y con una oración en la que se implora la intercesión de los santos.

“Esta es el agua que Dios ha bendecido. Que ella sea para nosotros fuente de salvación y de vida. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

“El sacerdote, por prudencia humana, no debe estar solo”, recomienda el exorcista madrileño. Lo acompañarán personas de su confianza. Luego se proclama el evangelio y se renueva la promesa de fe. Terminadas las oraciones, se muestra el crucifijo al atormentado y se hace la señal de la cruz sobre él. Se ruega a Dios y se conmina al diablo a abandonar el cuerpo del poseído. El cuerpo y no el alma, que siempre es libre. “Te declaro anatema, Satanás, enemigo de la salvación humana; reconoce la justicia y la bondad de Dios Padre”. “El fiel atormentado debe rogar a Dios, ejercer la mortificación”, recoge el Ritual.

Las sesiones pueden repetirse tantas veces como sea necesario. Incluso pueden durar años. El padre Fortea cuenta en su libro que el caso más importante que ha tenido es el de una joven a la que llama Marta, por la que rezó cinco años. “Era una universitaria en la que aparecieron signos de posesión: trances, convulsiones, perfecto entendimiento de lenguas por ella desconocidas, mostraba aversión a lo sagrado”. Los demonios a través de ella le decían a Fortea que un joven obsesionado con ella los invocaba.

“No creo que el tema tenga nada de tabú, un cristiano cuenta con el demonio. Jesucristo fue el primer exorcista”. Habla Félix María Arocena, profesor de Teología Litúrgica en la Universidad de Navarra. En el evangelio aparecen referencias a Jesús como “taumaturgo”, expulsó a los demonios de sus compatriotas judíos: “Y cuando saltó a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad endemoniado; desde hacía mucho tiempo no llevaba ropa, ni habitaba en casas sino en los sepulcros” (Lucas, 8:27). Estas son las primeras referencias a los exorcismos. Después, los Padres de la Iglesia hablan de los “energúmenos” en sus obras, del griego energoúmenos, “poseídos”. La existencia del demonio es una verdad de fe, su figura está en la base del cristianismo: Jesucristo, hecho hombre, redimió al ser humano con su muerte del pecado y del demonio. El profesor asegura que la práctica nunca ha desaparecido. Lo confirman los exorcistas consultados: “Hoy existe muy probablemente más actividad del diablo que en otros momentos, porque estamos en un mundo paganizado”.

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La ceremonia de exorcización no ha cambiado en lo sustancial, explica Arocena, “solo en pequeñas cosas”. Pero la pregunta es si se emplea la violencia, pues la joven burgalesa relató que se sentaron encima de ella para impedir que huyera. “No, el ritual nunca ha recogido la violencia”, contesta el profesor. “No se ata al poseído si él no da su consentimiento”, añade uno de los exorcistas, pero “a veces es necesario por integridad del sacerdote y de los presentes”.

En contra de la postura de la Iglesia española, el Vaticano ofrece una posición abierta: el Ritual está online, los exorcistas vaticanos son conocidos al ser nombrados y este mismo año ha reconocido jurídicamente a la Asociación Internacional de Exorcistas. El pasado mes de octubre 300 exorcistas se reunieron en Roma, presididos por Francesco Bamonte, director de la organización, al cual el Papa dirigió un mensaje para que “demostraran el amor de la Iglesia por aquellos que sufren por las obras del maligno”. Otro ejemplo de normalidad es el de la Archidiócesis de Milán que, ante el aumento de demanda, duplicó su plantilla de exorcistas hace dos años —dispone de 12— e incluso tiene habilitada una línea de emergencia para exorcismos. Basta con escribir la palabra exorcista en un buscador de las diócesis para localizarlos. Si no, siempre se puede acudir a alguno de los colegios de exorcistas que hay por todo Italia.

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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