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Asturias: la mina cierra y el futuro no se abre

La extracción del carbón sella su clausura y deja a la región sin una actividad clave durante décadas

Trabajadores del polígono Riaño III, en Langreo (Asturias).
Trabajadores del polígono Riaño III, en Langreo (Asturias).PACO PAREDES

Una sensación de tragedia reina estos días en la mina de carbón de San Nicolás. La explotación,  ubicada en Mieres, un municipio de casi 40.000 habitantes, es una de las más de 20 que hace tres décadas poblaron parte del área central de Asturias y dieron empleo a más de 25.000 mineros. Hoy apenas unos cientos trabajan en las tres que continúan en funcionamiento, y que, cumpliendo con una decisión de la Unión Europea de 2010 que impide la continuidad de la minería no competitiva más allá del 31 de diciembre, tendrán que cerrar.

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Es la culminación de un proceso que arrancó hace décadas y que prometió nuevos empleos en otros sectores como compensación. Pero el resultado ha sido el contrario: Asturias ha perdido unos 75.000 puestos de trabajo en la última década, y el porcentaje de ocupados es el segundo más bajo del país, un 44%. Este progresivo declive ha dejado una huella derrotista en los jóvenes, especialmente en aquellos con amplia formación, que en los últimos años han dejado la región ante la falta de perspectivas laborales. Entre aquellos que se han quedado prevalece la creencia de que sus condiciones de vida ya nunca serán las de las generaciones que los precedieron.

En las instalaciones de San Nicolás, entre el trajín de compañeros que salen de la jaula, Héctor Argüelles, de 40 años, pide “alternativas laborales” para quienes pierdan su empleo. El minero David García, de 42 años, piensa que el final de esta era “ahondará en la despoblación” que sufre la zona, que solo en los últimos 20 años ha perdido un 20% de habitantes.

Un fuerte rechazo social acompañó durante los años ochenta y noventa a los primeros cierres. La minería contaba con el respaldo de una región que veía en sus explotaciones de carbón no solo una fuente de empleo, sino algo casi tan idiosincrásico como el verde de su paisaje. Movilizaciones y huelgas se sucedieron. En 1991, varias decenas de trabajadores y dirigentes sindicales eligieron una fecha inesperada, la víspera de la Nochebuena, para comenzar un encierro en una de las explotaciones.

Lo abandonaron 10 días después con la promesa de una lluvia de millones que garantizaría el orden social. Y se cumplió. La garantía de buenas prejubilaciones para el sector (que ante la peligrosidad del oficio retira a sus trabajadores a edades en torno a los 40 años, en ocasiones con pensiones que rondan los 2.500 euros mensuales), grandes inversiones en la zona o subvenciones para la creación de empresas contribuyeron a desactivar el encierro y las movilizaciones. Pero la gestión ineficiente de estos fondos, ligada en ocasiones a casos de corrupción, algunos de los cuales alcanzaron de lleno la cúspide del sindicalismo minero, acabaría por asentar un fuerte desánimo, que aún pervive, entre la población.

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“No se realizó una propuesta de reestructuración de la economía a partir de la creación de empleo en otros sectores”, analiza Fermín Rodríguez, experto en análisis territorial de la Universidad de Oviedo. “El declive del carbón no ha coincidido con el auge de nuevos sectores”, abunda Esteban Fernández, economista de esta universidad. En la actualidad, la siderurgia, otro de los sectores históricos, mantiene el pulso económico de la región, si bien hace frente a la subida de los precios de la energía eléctrica, que en Asturias procede en casi un 90% de la quema de combustibles fósiles. El aluminio, que se ha resentido recientemente por el anuncio del cierre de la multinacional Alcoa de una planta en Avilés, el sector naval gijonés, o el agroalimentario son otros de larga tradición en la región, este último en auge en los últimos años.

Cuando evalúa una economía, el economista y exrector de la Universidad de Oviedo Juan Vázquez considera que hay un criterio básico para definir su éxito: “¿Está siendo capaz de retener a sus jóvenes y de atraer a trabajadores de otros lugares?”. Las cifras apuntan a que esto no está ocurriendo. Al menos desde los años noventa el número de personas que ha nacido en la región y la abandona es superior al que vuelve a ella. La población inmigrante también ha caído en los últimos años hasta situarse en el 4%, uno de los porcentajes más bajos del país.

Vázquez considera “necesario” revertir estas tendencias. El economista aconseja “recuperar el capital humano en el exterior” para afrontar tres fenómenos que convergerán en un tiempo próximo: el envejecimiento de la población, una “segunda reconversión ligada a la producción y consumo de energía” y la reforma de un modelo de financiación autonómica “del que Asturias puede no salir muy bien parada”. Uno de los lugares en los que recibió su formación parte de ese capital humano del que habla el economista es un pequeño campus en el pueblo minero de Mieres. Construido en 2001 con dinero de fondos destinados a dinamizar la economía de la comarca, 15 años después cuenta con solo un 15% de las matrículas que podría asumir. Es para muchos el ejemplo de la deficiente gestión de estas inversiones. Allí estudian unos 900 universitarios en un edificio levantado sobre las instalaciones de una antigua mina de carbón donde una Nochebuena unos trabajadores decidieron iniciar un encierro con el que pensaron que podían cambiar el curso de su tiempo.

“El empleo es una guerra perdida como la del carbón”

En Langreo, otro de los municipios de tradición minera, varios trabajadores concluyen su jornada. Los padres de algunos de ellos han sido mineros. Su edad puede sorprender si se tiene en cuenta que carecen de un empleo estable: alguno roza los 40. Son los hijos de la frustrada reactivación económica de estas comarcas.

“En mi familia todos trabajaron en la mina”, rememora David Bardio, de 39 años, que se muestra incrédulo ante la perspectiva de empleo en la región. Bardio cree que además de optar a un trabajo “debe estar bien retribuido”, algo que no ve en su entorno.

Como él, Eduardo Seixas, de 38 años, también es hijo de minero. Ha tenido diversos empleos en el sector de la construcción y como camionero, aunque siempre temporales. “Me quedaba en la calle cada pocos meses”, lamenta.

Su compañero, Luis Ángel Fernández, de 34 años, cree que el empleo en Asturias “es una guerra perdida, casi tanto como la del carbón”.

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