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Casi un 5% de los jóvenes gallegos admite haber probado las drogas de asalto sexual

Ante la primera encuesta específica realizada en España, los expertos dan la voz de alarma ante el índice de prevalencia y la baja percepción del riesgo

Jóvenes de fiesta.
Jóvenes de fiesta.GETTY IMAGES

El consumo entre jóvenes y adolescentes de las llamadas Nuevas Sustancias Psicoactivas (NSP) se ha convertido en un problema de salud pública que obliga a diseñar nuevas estrategias de prevención. Así los afirman investigadores de las Universidades de Santiago y Vigo ante los resultados de una encuesta entre estudiantes gallegos de 14 a 24 años, la primera específica que se realiza en España para medir la prevalencia de consumos, motivaciones y consecuencias asociadas a la ingesta de este tipo de drogas emergentes y las llamadas de sumisión química o asalto sexual, en las que ponen el acento los expertos ante casos como el de La Manada. Según dicha encuesta, un 4,6% de los encuestados admite haberlas tomado alguna vez.

Según las conclusiones del estudio, la edad de inicio del consumo de sustancias psicoactivas es cada vez más temprana al situarse en el umbral de los 14 años para un 2% de los adolescentes encuestados, alcanzando una incidencia del 8,5% entre universitarios y Formación Profesional (FP) de 18 a 24 años, con unos indicadores sobre percepción de riesgo muy bajos.

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Los resultados obtenidos en Galicia refuerzan las del propio Plan Nacional sobre Drogas en la encuesta Estudes de ámbito estatal y la preocupación que existe ante este fenómeno que ha quedado patente en la Estrategia Nacional sobre Adicciones 2017-2024 para intentar hacerle frente a la lista negra de estos psicoactivos: LSD, GHB, Éxtasis, Ayahusca, Burundanga, Flakka, Ketamina, setas o trufas.

El estudio se ha elaborado entre 1.600 estudiantes de 16 centros educativos públicos y concertados de las cuatro provincias gallegas, y en dos campus universitarios que representan el 10% del total de esta franja de población, de los cuales un 48,5% de los encuestados son hombres y el 51,5% mujeres. La encuesta ha sido coordinada por la Unidad del Psicología del Consumidor y Usuario de la Universidad de Santiago, en colaboración con la de Vigo, seleccionados mediante un muestreo intencionado y a través de un cuestionario entre grupos reducidos de no más de 25 individuos.

Los directores del estudio, los profesores Antonio Rial Boubeta y el Manuel Isorna Folgar, doctores en Psicología, alertan del índice de prevalencia de los consumos de estas sustancias llamadas nuevas, con tendencia al alza, ya que un 4,6% de los encuestados las ha tomado alguna vez. Un término, dicen, realmente controvertido porque no son tan nuevas sino que fluctúan, y en el que se engloba un amplio número de drogas cuya presencia en el mercado va y viene, y responde más bien a modas, momentos históricos y tendencias.

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Isorna y Rial cuentan con una larga experiencia en la investigación de las adicciones, tanto en el ámbito científico como aplicado, con numerosas publicaciones en revistas internacionales y diferentes proyectos sobre drogodependencias. Ambos pretenden elaborar una encuesta más ambiciosa con un muestreo sobre 5.000 jóvenes y subrayan el dato de que el 3 por ciento de los menores de edad estarían consumiendo ya este tipo de sustancias, "debe llevar a la preocupación". Un consumo que se duplica en el acceso de los estudiantes a la Universidad (7,3 por ciento), siendo incluso mayor en FP (8,5 por ciento). En los últimos cursos de secundaria consumen estas sustancias un 2,4 por ciento, doblándose la cifra en Bachillerato.

La encuesta constata los elevados porcentajes de consumo entre las jóvenes gallegos (un 4 por ciento de mujeres frente al 5,4 de hombres), otro dato sobre el que los expertos inciden para reclamar un enfoque de género a la hora de orientar la labor de prevención. En este contexto, subrayan es que la ingesta de estas drogas llega a multiplicar por cinco muchas prácticas de riesgo: acudir a urgencias, mantener sexo sin protección o sexo no deseado, tener que tomar la píldora del día después, aparición de síntomas depresivos o paranoides, dificultades para concentrarse, conflictividad familiar, problemas con la policía, accidentes y lesiones.

"Las consecuencias asociadas a este consumo son tan graves como evidentes, y no se trata de un consumo anecdótico o aislado, sino que es un claro indicador de que algo no va por el camino adecuado", reflexiona Manuel Isorna. Para este profesor de la Universidad de Vigo y técnico de prevención de drogodependencias en el Ayuntamiento de Catoira (Pontevedra), "los datos nos tienen que ayudar a todos, especialmente a las autoridades sanitarias, a comprender mejor el fenómeno del consumo de este tipo de sustancias y, en consecuencia, a diseñar nuevas estrategias de prevención".

Para este especialista en adicciones, "el consumo de estas sustancias, muchas veces de forma combinada con bebidas energéticas, fármacos o incluso jarabes, constituyen auténticas bombas de relojería de consecuencias insospechadas". Añade que muchos casos ni los propios expertos llegan a determinar qué droga se ha consumido cuando hay un cuadro hospitalario y pone como ejemplo el reciente caso de un chico de 17 años en Lugo que sufrió un violento brote de agresividad en plena calle, mordiéndose a sí mismo y atacando a la gente. "Se creyó que era droga caníbal (MDPV) pero lo cierto es que no se ha podido verificar qué pudo ingerir realmente", afirma.

Drogas de sumisión química

Los analistas también destacan el aumento de las actitudes y conductas sexistas, "que invitan seriamente a la reflexión" en línea con los resultados del reciente estudio realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Así, se ha constatado el uso cada vez mayor de drogas como facilitadoras de conductas que podrían catalogarse como de abuso o asalto sexual, fundamentalmente alcohol y otras sustancias, como la popular burundanga.

Los profesores Isorna y Rial llaman la atención sobre el hecho de que no se haya realizado hasta el momento en España ningún estudio empírico riguroso, realizado bajo los parámetros científicos requeridos, que permitan disponer de datos fiables al respecto y, mucho menos, analizar de forma precisa este fenómeno que consideran "alarmante" y que "también aparece en la raíz de casos lamentables como el de La Manada", inciden.

Según la encuesta, un 7,2 por ciento afirma que en alguna ocasión le dieron alcohol u otras drogas para intentar aprovecharse sexualmente de ella/él, y casi un 3 por ciento (mayoritariamente chicas) reconoce que llegaron a hacerlo, mientras uno de cada tres casos son menores de edad. "Si estos resultados los llevamos a cifras poblacionales, son más de 140.000 casos los estimados en toda España y cerca de 7.000 sólo en Galicia", apuntan los responsables del estudio.

Insisten en que "este tipo de situaciones parecen ser más habituales de lo que pudiéramos pensar", ya que un 46,8 por ciento de los encuestados conoce a alguien que acostumbra a invitar a alcohol u otras drogas como método para ligar, y un 37,5 por ciento refiere haber sido invitado a consumir en alguna ocasión con estas intenciones. Estos datos según Antonio Rial "invitan seriamente a la reflexión, ya que denotan una preocupante involución de nuestra sociedad y probablemente se trate sólo de la punta del iceberg, sobre todo si tenemos en cuenta que sólo el 15,4 de los que sufren este tipo de situaciones acude a urgencias o a un servicio médico, y sólo uno de cada diez llega a denunciarlo".

Para Rial, profesor de la Unidad de Psicología del Consumidor en Santiago, "la prevención se complica por momentos, porque los jóvenes empiezan a consumir cada vez antes, los patrones de consumo son más peligrosos, las chicas se ha incorporado con fuerza al consumo (superando ya a los chicos en el caso del alcohol, el tabaco y los hipnosedantes), emergen constantemente nuevas formas de consumo y mezclas explosivas de efectos desconocidos y, sobre todo, porque en este país cada vez es más difícil desmontar socialmente el mix alcohol, drogas, sexo y diversión".

"Vivimos en un mundo tremendamente dinámico, en el que los escenarios de diversión y ocio nocturno de los jóvenes mudan constantemente, mientras las drogas como la burundanga o el éxtasis, pero sobre todo el alcohol, están cada vez más presentes en episodios de abuso sexual", analiza el psicólogo.

Y advierte que estas drogas son básicamente facilitadoras, pero el problema de fondo es mayor y la clave está en la educación. "Estamos asistiendo a una sexualización de la infancia y una cosificación progresiva de las personas, y creo que estamos educando a nuestros hijos en el convencimiento de que tienen derecho a todo y obligación a muy poco, porque nos da miedo decir no, establecer normas y límites, por lo que el umbral de frustración es mínimo".

Incide el profesor en que "los valores de libertad, respeto y responsabilidad se guardan en el trastero y la Red educa más y peor que la familia y la comunidad, y en el fondo no se trata de un problema sanitario, ni educativo, ni tampoco legal, sino la suma de todos y cada uno de ellos, del modelo de sociedad".

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