_
_
_
_
_

Sánchez ya hace promesas sobre plátanos

El Gobierno se estrena en el Senado en su primera sesión de control y entra en la rutina parlamentaria, con las reclamaciones canarias y la alarma del PP por la unidad de España

Íñigo Domínguez
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en la sesión de control en el Senado.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en la sesión de control en el Senado.Jaime Villanueva

A Pedro Sánchez le han hecho esta tarde el pasillo en el pasillo del Senado que lleva al hemiciclo, como cuando el ganador de liga juega el siguiente partido en campo de un rival. Así era, más o menos, porque le aplaudían senadores socialistas, pero entre periodistas se oía un comentario sibilino: “¡Qué falsos!”. Porque la mayoría están ahí de antes, eran del bando contrario a Sánchez. Luego muchos fueron pasando a saludar a ministros y ministras. Daba cierta imagen de reverencia: como les quedaban más altos, se apoyaban en el escaño a la altura de la barbilla y les cogían las dos manos entre las suyas.

Era el estreno del Gobierno en el Parlamento en una sesión de control –en la que los ministros responden a preguntas concretas– y por azar del calendario ha caído primero en el Senado. El jefe del grupo del PSOE en la cámara alta, Ander Gil, se había puesto muy elegante y hacía de anfitrión. Lo primero que descubrieron todos los ministros, sorteando la prensa con alivio, fue la sala del Gobierno, una suerte de espacio vip donde se pueden relajar hasta el inicio de la sesión. Habitación 20031, donde aterrizó con asombrosa precisión el ministro de Ciencia, Pedro Duque, que para no haber ido nunca se sabía la trauectoria de memoria. Sacó a todos de allí la musiquita minimalista que llama al pleno en el Senado, que en esta cámara es más de Kraftwerk, el grupo tecno alemán de modos hieráticos, y quizá Sánchez se sintió más a su aire, porque es un señor un poco Kraftwerk. Y ahora de presidente ya parece que se desliza como una presencia.

Más información
Sánchez reconoce que no podrá renovar el sistema de financiación autonómica esta legislatura
El PNV se compromete con Sánchez a colaborar hasta el final de la legislatura

El líder del PSOE tuvo su primer cara a cara con el jefe de los populares, José Manuel Barreiro, y ya pudo tomar la medida al Senado: es menos vertical que el Congreso, más apaisado, y se presta a la discusión de bar, como a menudo hace el PP. También pudo comprobar que cuando en el PP aplauden son un montón de gente, mayoría absoluta para ser exactos. Enseguida empezaron los comentarios, las voces y, al final de la primera intervención de Sánchez, hasta abucheos. Aun así el PP estuvo suave, previsible, con temas fijos de repertorio: Cataluña, ETA... Seguramente porque aún están desentrenados en hacer preguntas al Gobierno, todos estos años acostumbrados a evitarlas. O también porque están distraídos con las primarias y en tratarse como compañeros, como ha pedido Soraya Sáenz de Santamaría. Hoy han formulado 7 de 19 preguntas. Pero, por turnos, los miembros del Gobierno tampoco se vieron en muchos aprietos. El nivel del Senado es el que es.

Ya en la segunda pregunta aparecieron las reclamaciones de Coalición Canaria y Sánchez se vio allí jurando sobre “la adhesión del plátano al sistema de compensaciones al transporte de mercancías”, un clásico parlamentario al que el resto de ciudadanos son felizmente ajenos. Es el tipo de cuestiones que constituyen el día a día de la pelea política, la parte aburrida, más allá de los golpes de efecto y las medidas estrella. Si Sánchez ya está haciendo promesas de plátanos, es que su mandato ha quedado definitivamente inaugurado, entrando en la normalidad.

Con todo, cuando a la cuarta pregunta le tocó estrenarse a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, se congratuló de encontrar “un Senado dinámico, activo y absolutamente vivo”, dejando ver con candor que antes de hoy tenía la misma idea que el resto de los ciudadanos. Es decir, lo mismo pero en antónimos. Era entrañable comprobar que a los ministros todavía hoy, y siendo nuevos, el lugar les llegaba a parecer interesante. Y eso debieron de sentir los senadores que la aplaudieron y que, en un gesto de más dudosa interpretación, también sonreían con cierta sorna.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Otra cosa que se vio es el entendimiento entre PNV y PSOE. El senador nacionalista Jokin Bildarratz se presentó a Sánchez diciéndole que con él “además de educación, van a encontrar la mano tendida”. Le felicitó por la acogida del Aquarius y empatizaron mucho con la cuestión de los refugiados. Bildarratz luego se acercó a saludar a la portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá, también vasca y veterana del Parlamento de Vitoria. Ambos estuvieron muy afectuosos, con cachetitos y continuos apretones en el antebrazo, tanto que parecía más un reencuentro en el andén de una estación que en el Senado. Pero lo que más unió a PNV y PSOE fue la hostilidad del PP, a quien le ha faltado tiempo para preguntar si habrá acercamiento de presos de ETA “por lo que hayan prometido al PNV”. En los escaños abertzales hacían aspavientos de hartazgo con quienes aprobaron los Presupuestos apenas el mes pasado. “Espero que por tener poder no se cambien principios, por tener apoyos en la moción de censura se cambie la política penitenciaria que significó la derrota de ETA”, avisó el popular José Cruz Pérez. Tampoco estuvo mal Guillermo Martínez, cuando clamó doliente ante la ministra de Hacienda: “Espero que tenga grabado a sangre y fuego el concepto de unidad indisoluble de España”. María Jesús Montero consideró con buen criterio que no era el momento ni el lugar de exhibir tatuajes. Pero ese fue el repertorio de la bancada popular, la hoja de ruta de lo que se avecina.

El Senado fue más bien un ensayo general de la primera sesión de control de mañana en el Congreso, que pasa por ser la de verdad, porque es por la mañana y sale en los informativos del mediodía. Pero Sánchez, cada vez más en su papel, ya saboreó el goce indiscutible de un privilegio del Gobierno en los debates parlamentarios, tener la última palabra. Y el PP experimentó la desazón de no tenerlo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_