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El “esclavo” atrapado entre las palizas y el ‘karkubi’

Un hombre toxicómano y con problemas mentales vive un secuestro de cuatro días en Algeciras sometido "a todo tipo de vejaciones"

Jesús A. Cañas
Concentración contra el narcotráfico, el pasado mayo, en el centro de Algeciras.
Concentración contra el narcotráfico, el pasado mayo, en el centro de Algeciras.Juan Carlos Toro

Siente que ya no puede más. Estaba casi convencido de que dependía de su captor. Con la persuasión de golpes y amenazas de muerte, se había doblegado a ser su criado. Lo mismo se ocupaba de las faenas domésticas que de menudear con su droga. Todo por un techo, comida y una dosis diaria con la que colocarse. Pero, entre recado y recado, se escapa para ver la final de la Champions a un bar cercano. Ni siquiera aprovecha para huir. Cuando regresa a su cautiverio, el castigo es despiadado: 40 puñetazos y más amenazas con un machete de grandes dimensiones.

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Tiene que salir de esa casa en la calle del Ebro, en la barriada desfavorecida de La Piñera de Algeciras, donde lleva cuatro días secuestrado. Corre la madrugada del 28 de mayo. Aún con las lesiones de la paliza recibida dos días antes, a las tres de la mañana, ve una patrulla de la policía por la ventana. Aprovecha que su captor está descansando, sale del bajo en el que convive con él y otra persona más y se echa a la calle. Nervioso y alterado, relata a los agentes su padecimiento. Responde a las iniciales de J. A., tiene 37 años, padece un trastorno mental y está siendo víctima de un secuestro.

"Yo te creo y confío en ti. Cuéntamelo todo", Joaquín Llanos, psicólogo y jefe de la UDEV 1 (Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta) de Algeciras, le anima a abrirse cuando llega a la comisaría. Él rompe a llorar y relata su padecimiento. Hace ya más de 12 días de aquella confesión, pero aún Llanos se estremece cuando relata el caso, dado a conocer por la propia policía esta semana. "Le trataba como un esclavo, se me saltaron las lágrimas al escucharle", reconoce el agente, con 18 años de trayectoria. El testimonio de la víctima ha sido clave para que ahora su captor, Nabil M. M., ciudadano español de 25 años, ya esté en prisión provisional, acusado de un delito de secuestro y otro de tráfico de drogas.

La pesadilla de J. A. arranca con un viaje frustrado, tal y como él mismo relata a los policías. Es marroquí, reside en Girona y decide visitar a sus padres en Tánger. Algeciras es punto obligado en su camino. Llega al sur entorno al 24 de mayo y decide hacer noche, antes de coger el ferri con el que cruzará el estrecho de Gibraltar. Tiene poco dinero. A pocos pasos del puerto y del Consulado de Marruecos, una mujer le hace un ofrecimiento difícil de rechazar: un hombre le dará alojamiento y comida por muy bajo precio.

Así es como la víctima llega al domicilio de Nabil, un ceutí residente en La Piñera, famoso entre sus vecinos por su carácter violento y por querer hacerse con el monopolio del menudeo de droga en la zona. En su historial de antecedentes figuran hasta siete casos, la mayoría por delitos contra la salud pública. En el último mes ya ha participado de dos tiroteos entre grupos rivales por hacer valer su poder. El último de ellos se produce en la tarde del 17 de mayo. Mientras miles de algecireños se manifiestan por el fin del narcotráfico, una banda se cuela a tiros en su domicilio. Él se defiende con el mismo machete que días después empleará para amenazar a su víctima.

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Nabil trafica a pequeña escala con karkubi, una mezcla de hachís con ansiolíticos —como el alprazolam y el clonazepam, conocidos por sus marcas comerciales de Trankimazin y Rivotril— que causa estragos en Marruecos. La víctima, con un trastorno bipolar sin tratar, suele consumir esta sustancia y en casa del traficante recibe su ración periódica, junto al alojamiento y la comida. Pronto descubre que la contraprestación es demasiada alta. Debe encargarse de todas las tareas domésticas y de menudear por el barrio con la droga que su captor le prepara.

Y no es suficiente con eso. "Cuenta como le golpea, le maltrata, le insulta o le amenaza con hacerle daño o matarle", explica Llanos. También le retira la documentación que llevaba y su carta de identidad para evitar que huyese. Con la voluntad doblegada, en apenas cuatro días el tangerino "llegó a creerse que dependía de él", reconoce el psicólogo y negociador de la policía. "En estos casos te das cuenta cómo la miseria humana lleva a cometer estas barbaridades", añade el agente.

Pero la madrugada del 28 de mayo consigue huir y relata su cautiverio a Llanos: "Lo contó rápido, más trabajo le costó confesar que también tenía que pasar droga para él". Gracias a su testimonio, la policía consigue del Juzgado Número 3 de Algeciras una orden de registro y detención contra Nabil. Cuando derriban la puerta de su domicilio en la calle del Ebro le encuentran acompañado de Mohamed M., de 31 años. No les sorprende. La víctima ya les había alertado de que en el piso solía haber una persona más que era testigo de las agresiones.

Los dos acaban detenidos como presuntos autores del secuestro, pero el caso vuelve a dar otro giro. "Había algo que no nos encajaba así que, en los calabozos, le pregunté al segundo detenido '¿tienes que contarnos algo?", añade el investigador. Mohamed se derrumba entre sollozos. Tiene miedo a las represalias, pero accede a hablar. También está al servicio de Nabil. Vende droga para este y la oculta a buen recaudo en su casa. Para demostrar su coartada, Mohamed da autorización a la policía para registrar su domicilio. En su interior, encuentran más hachís y comprimidos de fármacos Trankimazin y Rivotril.

Además, su jefe le suele amenazar con el mismo machete del que habla la víctima y corrobora haber estado presente en las palizas que el secuestrado padeció. El testimonio de Mohamed apuntala las palabras de la víctima y complica el futuro procesal del supuesto captor y traficante, como reconoce el jefe de la UDEV: "En este tipo de casos es complicado demostrar las amenazas. Pero aquí las testificales de la víctima y este detenido coinciden".

Ahora, el hombre de 31 años y de nacionalidad marroquí está ya en libertad con cargos, acusado de tráfico de drogas y de ser colaborador de la detención ilegal del toxicómano. Desde entonces, ya ha recibido amenazas del entorno de Nabil, que continúa en prisión a la espera de juicio. Los vecinos de La Piñera respiran ahora algo más aliviados sin la presencia de su conflictivo vecino, mientras que la víctima ha seguido su camino a Tánger para reencontrarse con sus padres. Antes de marcharse, emocionado entre lágrimas, se despidió emocionado de los agentes: "Sé que tengo problemas. Sois los primeros que me habéis escuchado y habéis tomado en serio".

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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