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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La última cabriola del PNV

El partido vasco, una vez más, revela sus contradicciones con la presencia de dirigentes en un acto reivindicativo del “derecho a decidir”, cuyo desarrollo en Cataluña ha abocado a una grave crisis

Luis R. Aizpeolea
Acto a favor de la independencia del País Vasco, en San Sebastián.
Acto a favor de la independencia del País Vasco, en San Sebastián.Alvaro Barrientos (AP)

Los caprichos del calendario han hecho coincidir el inicio del Gobierno de Pedro Sánchez con la movilización de Gure Esku Dago, plataforma soberanista vasca, remedo de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), por el “derecho a decidir” y el debate en el Parlamento vasco sobre el nuevo Estatuto. El PP está aprovechando la ocasión para dramatizar la “deriva soberanista” del PNV —hasta hace una semana “partido responsable”— y la “confabulación con los independentistas en Cataluña” del Gobierno socialista, como sucede siempre que pasa a la oposición. Ya no dispone del terrorismo como arma electoral. Le queda la cuestión territorial, agravada en Cataluña, pero no en Euskadi, donde la convocatoria soberanista estaba anunciada desde hace meses y se celebra en primavera desde hace cinco años, con Rajoy en el Gobierno.

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Además, el independentismo vasco puede reivindicarse porque no está prohibido en España. Es verdad que parte procede de ETA, pero otra parte importante, no. El sueño de los demócratas en la lucha antiterrorista fue que ETA terminara y el independentismo aflorara institucionalmente. Está recogido en los Pactos de Ajuria Enea y de Madrid de 1988 y, finalmente, se ha logrado. Por eso sorprende que, desaparecida la banda terrorista, algunos digan que esta revive en el independentismo. Es anterior a ETA y hay que ganarle políticamente.

Otra cosa es el PNV que, una vez más, revela sus contradicciones con la presencia de dirigentes en un acto reivindicativo del “derecho a decidir”, cuyo desarrollo en Cataluña ha abocado a una grave crisis. El PNV lo sabe como sabe que esa reivindicación divide a Euskadi porque solo la apoyan los nacionalistas, y no todos. La prueba es que solo un 25% de vascos está por la independencia y la participación en las votaciones informales en los municipios por el “derecho a decidir” no ha llegado al 15%. También sorprende que el PNV, muy crítico con plataformas soberanistas como la ANC, por arrogarse el papel de los partidos, siga a Gure Esku Dago. La clave de su presencia está en las encuestas. El PNV, con Urkullu, ha ensanchado su apoyo por el flanco autonomista, arrebatando votos a partidos constitucionalistas, pero no quiere perder a su electorado más soberanista, participante en estos festejos identitarios. El problema es que la presencia de dirigentes crea opinión a favor del soberanismo cuando, tras la experiencia catalana y la de Ibarretxe, conoce su resultado aciago, marcado por los límites del Estado y la UE.

Esta última cabriola tampoco favorece al nuevo Gobierno, cuando las derechas le atacan por el flanco territorial. El PNV comparte con Sánchez su interés en agotar la legislatura y neutralizar a Ciudadanos. Además, tiene expectativas de un diálogo en materia territorial y una revisión legal de la política penitenciaria, ajustada al final de ETA, e inexistente con Rajoy, que limitó su relación con él a contrapartidas económicas a cambio del apoyo presupuestario. El PNV debería cuidar mejor a Sánchez. que le ha prometido una “relación preferente” tras su decisivo apoyo.

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