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La camarera y el dueño de bar Koxka sostienen que no se enteraron de la agresión de Alsasua

Los agentes forales que auxiliaron a los guardias civiles: “Fue claramente una paliza”

Fernando J. Pérez
Un monitor muestra este lunes el juicio a los acusados de agredir a dos guardias civiles.
Un monitor muestra este lunes el juicio a los acusados de agredir a dos guardias civiles.Fernando Villar (EFE)

La tercera sesión del juicio del caso de la agresión a dos guardias civiles y a sus parejas en la madrugada el 15 de octubre de 2016 en el bar Koxka de Alsasua (Navarra) ha estado marcada por los contrastes de las declaraciones de los testigos. Por un lado, la camarera y el dueño del local han afirmado que no vieron ninguna agresión, altercado o tensión dentro del establecimiento esa noche, y que solo supieron del ataque cuando vieron al teniente Óscar tirado en el suelo en la calle con el tobillo roto o cuando ya se lo habían llevado en ambulancia. Por otro lado, los agentes de la Policía Foral de Navarra que acudieron en primer lugar a las puertas del Koxka y realizaron las primeras identificaciones han descrito un ambiente de extrema tensión, en el que llegaron a temer por su propia integridad. “Fue claramente una paliza”, ha manifestado uno de los agentes forales.

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En la primera jornada de la vista oral prestaron declaración –solo a sus abogados- los ocho acusados, para quienes la fiscalía reclama penas de entre 12 y 62 años de prisión para los delitos de lesiones y amenazas con carácter terrorista. Todos ellos negaron haber participado en el supuesto ataque. El martes testificaron las cuatro víctimas, que dieron su versión de la agresión, identificaron a los acusados como autores de la agresión, y relataron el ambiente de rechazo y vacío social hacia la Guardia Civil en Alsasua, localidad de 7.000 habitantes con fuerte implantación de la izquierda abertzale. Este miércoles han comenzado a declarar ante la Sección Primera de lo Penal de la Audiencia Nacional los testigos ajenos a los hechos.

Naira Navarro, camarera durante años del bar Koxka, y conocida, como buena parte del pueblo, de la mayoría de los acusados, ha asegurado que esa noche, cuando estaba tras la barra, no notó nada raro en el local. “La primera noticia que tuve fue cuando ya se habían llevado al teniente, no me enteré absolutísimamente de nada”, ha dicho. El Koxka es un local pequeño, apenas una barra y cinco mesas que se retiran por la noche para que la gente pueda bailar. “En ningún momento percibimos que estuviera pasando nada”, afirmó la camarera.

Las víctimas aseguraron el martes que Jokin Unamuno -a quien se relaciona con los movimientos abertzales Alde Hemendik y Ospa, que buscan la expulsión de la Guardia Civil y la Policía Nacional del País Vasco y Navarra- se encaró de forma agresiva con ellos, y a continuación, un grupo de unas 15 o 20 personas formó un pasillo hasta la puerta del bar en el que les propinaron empujones, puñetazos y patadas. Los agresores se cebaron especialmente con el teniente Óscar, al que siguieron golpeando en la calle.

Naira Navarro no vio ningún altercado. “Hubo gente que se quedó dentro del bar y no se enteró tampoco de que pasara nada, siguieron de fiesta. Al día siguiente al verlo en televisión fue un poco extraño porque no habíamos percibido semejante jaleo”. La camarera, sin embargo, sí salió a la calle, donde los agentes forales habían detenido al Jokin Unamuno y trataban de evitar que unas 40 personas lo sacaran del vehículo policial. Con ellos estaba el sargento de la Guardia Civil Álvaro, también agredido, y que indicaba a los agentes a los que creía que habían sido los autores de los golpes. “Lo primero que me llamó la atención del sargento fue su camisa blanca, que estaba limpia”, manifestó Naira Navarro, la camarera, sin que nadie le preguntara por ese detalle.

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Los dos policías forales que acudieron en primer lugar a las puertas del Koxka han descrito, a preguntas del fiscal qué fue lo que vieron al llegar: “Vi claramente al sargento llorando con la camisa blanca llena de suelas de zapato. Algo gordo pasaba, era impactante, eran huellas muy claras”, manifestó uno de ellos. “La camisa del sargento presentaba huellas de patadas”, afirmó su compañero. Precisamente, la camisa del sargento Álvaro es una de las pruebas materiales de la agresión.

La camarera Naira Navarro ha asegurado que no vio dentro del bar esa noche ni a Jokin Unamuno, ni a Adur Ramírez, Julen Goikoetxea o Jon Ander Cob, a quienes María José, la novia del teniente agredido, vecina de Alsasua, ubicó en el local antes del ataque. Cuando la defensa de Oihan Arnanz, uno de los tres acusados que permanece en prisión, le preguntó por su cliente, la camarera dijo que era un parroquiano habitual del Koxka, y que ha coincidido alguna vez en el bar con el teniente sin que hubiera problemas. Al identificar al joven ha dicho: “entonces solía llevar el pelo bastante corto, quizá lo tenía más oscuro que ahora”. Los agredidos han descrito a Arnanz como un joven con pelo rubio y complexión atlética con conocimientos de artes marciales.

El dueño del Koxka, Josu Muñoa, ha afirmado que tampoco vio la agresión. Según él, tras hacer la caja de esa noche, salió a la calle y vio al teniente tendido en el suelo en el regazo de María José. Tras sacar el dinero del bolsillo, le puso su abrigo de plumas al guardia, mientras llegaba la ambulancia. “No tengo percepción de que haya ocurrido nada dentro del bar”, ha afirmado Muñoa. “Tras 22 años he visto muchas broncas en el bar y no le he visto romper a nadie el tobillo, pensé que tal vez se había tropezado con el escalón” de la entrada, ha apuntado el propietario del establecimiento.

Los jóvenes de Alsasua acusados que permanecen en libertad han seguido acudiendo al local tras este episodio. “Han seguido yendo y con el trato normal conmigo, yo tengo 40 y ellos 21. Del tema este no he hablado con ellos, el trato que tenemos es solo de servirles copas”, ha manifestado. Muñoa ha afirmado que tras la agresión ha recibido amenazas de “falangistas, anarquistas y demás gente”. “Ha llamado gente pidiendo mesa a nombre de Francisco Franco, aquí cada uno que interprete si son o no amenazas”, ha dicho.

"El ambiente es el que es"

Frente a la calma que han descrito los responsables del bar Koxka, los agentes forales que realizaron la primera intervención, han dibujado un panorama de gran crispación a las puertas del local. “El teniente tenía la boca ensangrentada y desvanecido, y hacía mención al dolor en el tobillo, estaba semiinconsciente, no contesta a nuestras preguntas”, recordó uno de los agentes. En ese momento, según su testimonio, unas 40 personas rodeaban la escena, muchos de ellos grabando con sus móviles. “Un grupo numeroso, en la zona del bar Biltoki, nos vacilaba imitando nuestros gestos”, manifestó.

El sargento Álvaro y su novia, Pilar, trataban de identificar a los jóvenes que les golpearon. Los forales se centraron en dos personas, un chico con barba y gorra [Jokin Unamuno] y otro con camiseta naranja [Adur Ramírez]. Los agentes no identificaron en ese momento a más, porque casi todo el mundo vestía ropa oscura de montaña y con la tensión reinante les resultó imposible. “El ambiente es el que es, cada vez que nos toca actuar en situaciones así empiezan los gritos, los insultos y nos empiezan a tirar vasos, cuanto más tiempo estamos peor acaba la cosa, tendemos a actuar rápido”, ha señalado uno de los agentes.

“Recuerdo que nos decían: Los guardias también han pegado ¿por qué no detenéis al sargento? Vosotros sois de aquí, no os pongáis de su lado, no les hagáis el juego a la Guardia Civil”, ha recordado uno de los forales. Sin embargo, y pese a que decenas de personas habían grabado la escena, ninguno ofreció su filmación a los investigadores ni presentó denuncia alguna contra el sargento. Un grupo de jóvenes trató de sacar del coche policial a Jokin Unamuno cuando ya estaba detenido y esposado en su interior.

“¿Temió por su integridad?”, preguntó el fiscal José Perals a uno de los agentes. “Sí, claro”, respondió este.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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