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España vuelve a tomar las calles

Las manifestaciones por la igualdad, las pensiones o el agua movilizan de nuevo a la sociedad

Imagen desde azotea de Casa América de la Plaza de Cibeles durante la manifestación del 8 de marzo, día de la mujer.Foto: atlas | Vídeo: CARLOS ROSILLO
Juan José Mateo

El 22 de febrero, más de 5.000 pensionistas rompieron el cerco policial que protegía el Congreso para protestar contra la ínfima revalorización de las pensiones (0,25%). Una semana después, 50.000 regantes de Murcia, Alicante y Almería se manifiestaron ante la sede del Ministerio de Agricultura para pedir agua para todos. Y el jueves, en una movilización histórica, cientos de miles de mujeres tomaron las calles de toda España para reclamar la igualdad efectiva. No es una coincidencia. Los expertos advierten de que se ha producido un cambio de ciclo. Tras la progresiva disminución de manifestaciones registradas anualmente entre 2012 (44.233) y 2016 (27.880), hay un repunte. Los españoles vuelven a gritar sus reivindicaciones a pleno pulmón. Y en general lo hacen sin el impulso de los partidos, lo que facilita la transversalidad de las movilizaciones. Una reactivación que espoleará la llegada de la primavera y del buen tiempo. 

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"Estamos en un ciclo emergente desde hace año y pico. Vivimos un momento de mayor movilización y creo que vamos a ver más", resume Kerman Calvo, doctor en Sociología por la Universidad de Esssex. "Había mucha gente que estaba muy movilizada con el 15-M que pensó que con la irrupción de Podemos en el escenario político podían dejar de protestar un tiempo porque sus demandas iban a ser vindicadas en la escena parlamentaria", argumenta este especialista en movilizaciones, que considera "agotado" ese factor. "Ha cambiado también un poco la orientación de los sindicatos, que dieron una tregua y ahora han vuelto a apostar por la manifestación masiva", añade. "Y hay un ciclo internacional de protesta, con un proceso de réplica y de aprendizaje en España. Hay un contagio".

A falta de los datos definitivos del ministerio del Interior sobre la manifestaciones celebradas en 2017, los expertos se basan en muestras parciales. La delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa, anunció esta semana que el número de protestas permitidas en esta Comunidad había roto la tendencia a la baja iniciada en 2014 y había aumentado un 12% el año pasado (3.130, 346 más que en 2016). Un repunte que también se ha producido en Murcia, donde los vecinos llevan meses manifestándose para conseguir el compromiso del soterramiento de las vías del AVE. O en Barcelona, donde en el último año ha habido manifestaciones a favor y en contra de la independencia de Cataluña; de condena del terrorismo; o una multitudinaria protesta de policías y guardias civiles para reclamar la equiparación salarial con los Mossos y la Ertzaintza.

No son casos excepcionales. En el último año, en la Comunidad Valenciana ha habido protestas relacionadas con el modelo educativo. En Baleares, movilizaciones contra la exigencia de que los médicos tengan que aprender catalán. Y en Valladolid, manifestaciones en defensa de la sanidad pública. Además, en el conjunto del país se han reproducido las concentraciones motivadas por temas que impactan a toda la sociedad: la igualdad, las pensiones, la educación, el derecho a la vivienda...

Los datos

Año 2011. 21.297 manifestaciones comunicadas al ministerio del Interior.

Año 2012. 44.233

Año 2013. 43.170

Año 2014. 36.679

Año 2015. 32.920

Año 2016. 27.880

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"Todo responde a un país sometido a una evidente parálisis política", opina Ángel Valencia, catedrático de ciencia política de la universidad de Málaga. "Sin presupuestos y sin que se vislumbre una solución  para Cataluña, las cifras positivas de la economía no son suficientes para acallar que la ciudadanía percibe un presente y un futuro inciertos", prosigue. "El ciclo de movilizaciones que surgió con la crisis, que dio lugar al 15-M y que se prolongó hasta la creación de los nuevos partidos y la nueva política parece un precedente para el de ahora", analiza. "Es una ola de protestas que afectan, precisamente, a las bases del sistema de bienestar", añade. "Parece que después de protagonizar Cataluña todo la atención, la ciudadanía reclama soluciones a sus demandas y problemas concretos".

El año 2017 fue el de las manifestaciones en defensa de la unidad de España y el de las protestas pidiendo la independencia de Cataluña. Pero no solo eso. Las asociaciones ciudadanas les arrebataron a los partidos y a los sindicatos la organización de las protestas en asuntos del máximo calado político. Ocurrió, por ejemplo, con el colectivo ¿Parlem?, ¿Hablamos?, que reunió en distintas ciudades de España a miles de personas en favor del diálogo en Cataluña. Y los buenos resultados de ese planteamiento apartidista se multiplicaron el jueves, cuando el clamor por la igualdad de género creció hasta desbordar las calles gracias a que no lo apadrinó oficialmente ninguna fuerza política.

"Lo que logra que las manifestaciones sean más masivas, o que tengan éxito, es esa transversalidad más apolítica", analiza Ramon Adell, profesor de la UNED especializado en movimientos sociales y sociología de la protesta colectiva. "Las redes sociales, además, han permitido que se viralicen mensajes que antes no circulaban tanto y quedaban más restringidos a militancias políticas", añade, subrayando que las movilizaciones de pensionistas por toda España se han organizado a través de los servicios de mensajería telefónica. "Ahora son militancias no tan comprometidas políticamente pero sí comprometidas con causas y reivindicaciones concretas", afirma. "Y hay una confluencia de circunstancias". Y enumera: "Los diez años de crisis han dejado muchos agravios. Y la sensación de que hay un gobierno algo desbordado por Cataluña, que vive un cierto impass, unido al inicio del periodo electoral de 2019 [con elecciones andaluzas, locales, autonómicas y europeas], lleva a abrir el melón de que la gente quiera que se le tenga en cuenta".

"Es muy importante que sean movilizaciones o reclamos que provengan de la sociedad civil", razona Guillermo Fernández, que lanzó la iniciativa de ¿Parlem?, ¿Hablamos?. "Los partidos como mucho pueden acompañarlas", añade. "Si hubieran sido movilizaciones orquestadas o convocadas por los partidos políticos no habrían tenido tanto éxito. Se ponen un poco a rebufo, como pasó con el 15-M", sigue. "Lo paradójico es que, aunque no provengan de los partidos, o parezca que se han quedado atrás, a algunos les puede beneficiar mucho acompañar a estos movimientos, siempre y cuando no traten de ponerse en la primera fila. Entonces, no funcionaría tan bien".

La excepción del pulso entre el independentismo y el constitucionalismo

Los expertos consultados coinciden en separar las manifestaciones provocadas por la situación política en Cataluña del resto.

"Son un caso aparte", opina Ángel Valencia, catedrático de ciencia política de la Universidad de Málaga. "Cataluña es el reflejo de la profunda crisis de nuestro modelo territorial del Estado, uno de los problemas más graves que tenemos", razona. "Las movilizaciones actuales responden a dinámicas más próximas al impacto de la crisis y, en particular, en las políticas sociales y en el Estado de Bienestar".

"El tema del independentismo y el antiindependentismo responde a otro ciclo", coincide Ramon Adell, profesor de la UNED.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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