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Siete razones por las que Rivera no es Berlusconi

El PNV lanza la comparación, frivolizando con la anomalía democrática del Cavaliere

Remo Casilli (REUTERS)

Puede que Albert Rivera no sea Macron, pero la equivalencia con Berlusconi que hizo Andoni Ortuzar, presidente del PNV, en el micrófono de Carlos Alsina, se antoja una boutade, no ya porque implica una hipérbole y titaniza al líder de Ciudadanos, sino porque relativiza y frivoliza la gran anomalía democrática y política que representa el Cavaliere. Son muchas y grandes las diferencias, pero siete representa la cifra ortodoxa de los juegos de comparaciones.

1.- La época. Rivera tenía 15 años cuando Berlusconi se convirtió por vez primera en primer ministro italiano (1994). No sólo los diferencia la edad —81 años y 38—, les aleja todavía más la época. No existía el euro, por ejemplo, cuando el magnate “tricolore” irrumpió en la política. Había otro Papa, Juan Pablo II. Y Felipe González era presidente del Gobierno.

 2.-El trampolín. El salto a la gran política española se lo ha proporcionado a Rivera la resistencia al soberanismo catalán. Berlusconi se proyectó desde su equipo de fútbol, el Milan. Y lo hizo como revulsivo populista en la caída del sistema italiano, precisamente porque el proceso judicial “Manos limpias” exterminó la dialéctica de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. Forza Italia era en sí misma una fórmula balompédica.

3.- La fortuna. Rivera pertenece a la clase media, cuando no currante. Y responde de un patrimonio discreto. Berlusconi es un magnate polifacético cuyos intereses se multiplican en los medios de comunicación, las firmas editoriales, el negocio inmobiliario, la banca, el cine. La revista Forbes calcula su fortuna en casi 8.000 millones de euros. Es la persona más rica de Italia. Rivera presentó en 2016 una declaración de bienes y rentas bastante más modesta: 6.000 euros en el banco y 361.000 pendientes de pago por las hipotecas contraídas-

 4.- El historial delictivo. Berlusconi no ha podido presentarse a las elecciones de marzo porque le inhabilita una sentencia  firme de fraude fiscal. Ha estado envuelto en condenas de prostitución de menores y de abuso de autoridad —primer grado—, del mismo modo que ha evitado otras porque los delitos prescribieron o porque modificó él mismo las leyes para concederse inmunidad e impunidad con una legislación a medida. Rivera no ha incurrido en mayor exceso que en el de las multas de aparcamiento.

 5.- El antisistema. Albert Rivera irrumpe en la decadencia de los grandes partidos, como le sucedió a Berlusconi, pero el líder de Ciudadanos se ciñe a las costuras del sistema, mientras que el Cavaliere las ha dilatado todas. El conflicto de intereses es una anomalía tan aparatosa como el imperio mediático con el que ha construido su propaganda y hasta sus votantes. En una democracia aseada, Berlusconi no podría ser si quiera candidato, Lo contradice su propia concentración de poder. La política ha sido la manera de eludir la cárcel y de propulsar su imperio.

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6.- La ideología. Es la diferencia menos acusada de todas. Comparten una cierta visión del liberalismo. Y una concepción estimulante de la libertad de empresa. Berlusconi ha sido un feroz anticomunista, pero el rechazo a la hoz y el martillo no han encontrado la elaboración de una definición ideológica clara. No hay ética en el berlusconismo. Y el populismo que Ortuzar reprochaba a Rivera es evidentísimo en la trayectoria de Berlusconi. Mesiánico, ególatra, faraónico, machista y, últimamente, más xenófobo de cuanto lo había demostrado nunca.

7.- La trayectoria. Rivera es una apuesta de futuro, una “posibilidad” de Gobierno, mientras que Berlusconi responde de una carrera de 34 años. Ha sido tres veces primer ministro en tres épocas diferentes. Y lideró el Gobierno italiano más estable desde la II Guerra Mundial, entre junio de 2011 y mayo de 2016. Berlusconi además se ha convertido en el gran precursor del fenómeno Trump. Magnates redentores que provienen del "espectáculo" —Rivera es un político canónico— y que convierten el “self made man” en receta de salvación universal.

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