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El debate sobre las ‘portavozas’ divide también a los lingüistas

“Si queremos inclusión absoluta, tenemos que atajar el lenguaje”, afirma la sociolingüista y catedrática en Filología de la Universidad de Alcalá Mercedes Bengoechea

FOTO: Irene Montero en los pasillos del Congreso. / VÍDEO: Montero dice "portavozas" durante una comparecencia en el Congreso, el martes pasado.Foto: atlas | Vídeo: Europa Press / aTLAS
Gloria Rodríguez-Pina

Cuando Irene Montero dijo en el Congreso “portavoces y portavozas” reabrió un debate cíclico sobre el uso del lenguaje como herramienta para avanzar en la igualdad entre hombres y mujeres. “¿Por qué no se dejan de tonterías y hablan de temas serios, de brecha salarial o violencia de género?”, se preguntaron ciudadanos y tertulianos. La sociolingüista y catedrática en Filología de la Universidad de Alcalá, Mercedes Bengoechea, lleva años respondiendo: “Si queremos inclusión absoluta, tenemos que atajar el lenguaje”.

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Portavoza, nadie lo discute, es gramaticalmente incorrecto, pero para los lingüistas el debate va más allá. “El problema es que el masculino genérico intenta representar a toda la humanidad y el femenino, no. El masculino es la naranja entera y el femenino, media naranja. Todo eso no ha surgido de la nada”, reflexiona la catedrática. Como animales simbólicos, sostiene, “toda nuestra concepción del mundo pasa a través del lenguaje”. De mitos y narraciones tan antiguas como que la mujer proviene de la costilla de Adán, surge y se perpetúa la idea de que las mujeres son inferiores al hombre, explica. “Lingüísticamente se nos trata diferente, y no es solo una cosa del castellano, sino de todas las lenguas del mundo, que corresponden a sociedades patriarcales”, explica la sociolingüista. 

Eulàlia Lledó, doctora en filología románica por la Universidad de Barcelona y autora, entre otras obras, de un diccionario sobre oficios, cargos y profesiones, recuerda cómo la feminización de algunas profesiones, sobre todo las prestigiosas —jueza, presidenta, arquitecta, médica, etc.— generó resistencias. Nadie se escandalizó ni rechistó, sin embargo, cuando el término modisto — “un engendro lingüístico que no tiene ningún sentido”, como no lo tendría periodisto o taxisto—, entró en el diccionario en 1984.

José A. Martínez, catedrático de la Universidad de Oviedo, considera el uso de portavoza un error comunicativo de Montero, “fruto de haber interiorizado de forma mecánica la fórmula del desdoble en masculino y femenino”. "Ocurrió lo mismo con 'jóvenes y jóvenas' o 'miembros y miembras'; son confusiones, meteduras de pata, y quieren hacerlas buenas convirtiéndolas en el bálsamo de fierabrás, diciendo que es bueno para la reivindicación de las mujeres", opina. Incluso si la portavoz parlamentaria de Podemos hubiese empleado a propósito lo que llama “fuegos artificiales lingüísticos”, cree que habría cometido un error de comunicación, que distrae del contenido de su mensaje. Este filólogo, autor de El lenguaje de género y el género lingüístico, sostiene que “el lenguaje del feminismo está en parte fracasado”, porque sus reivindicaciones se quedan en una “jerga” que no llega a la población “por poner filtros de color”.

Hasta que los términos se generalizan a través del uso no se puede decir que estén incorporados a la lengua, y Martínez duda que Montero utilice en su vida cotidiana, fuera del ámbito público y político, expresiones como portavoza. La lengua evoluciona de manera inconsciente, coinciden los lingüistas, aunque instituciones como la UNESCO o la Unión Europea impulsen políticas lingüísticas inclusivas, y no es fácil que una lengua cambie, sobre todo de forma oral. Lledó y Bengoechea vienen observando sin embargo cómo en los últimos años se están haciendo avances hacia el lenguaje inclusivo y cómo, sobre todos los jóvenes, "ensanchan los límites de la lengua". Se refieren por ejemplo al uso del nosotras para referirse a hombres y mujeres que en las asambleas del 15-M de 2011 generaba sorpresa y burlas y hoy usan de forma natural, por ejemplo, algunos profesores y profesoras cuando en el aula prácticamente solo hay alumnas. O la alternancia que Lledó detectó gratamente en este tuit de Errejón —"hijos y nietas"— y que "nadie ha recomendado usar".

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“Una lengua carece de contenido”, dice, y el español no es ni machista ni feminista. En eso le da la razón Lledó, que insiste en que “una lengua no es nada; es un corpus de posibilidades y es el uso del lenguaje el que puede ser discriminatorio, vejatorio”. Para Martínez la lengua española “sería terriblemente cansina si siempre tuviésemos que diferenciar entre masculino y femenino”. Bengoechea aclara “que nadie ha dicho que haya que doblar todo el rato”, pero sí "monitorizar, vigilar el lenguaje" para hacerlo inclusivo.

Al argumento de Martínez se suele unir el principio de economía del lenguaje, “una excusa banal” según Lledó, porque antes van las necesidades comunicativas. “Cafelito tiene el doble de sílabas que café”, son la misma bebida y sin embargo, señala, comunican cosas diferentes. Para la lingüista, que recuerda que ya en el Cantar del Mío Cid se decía “mugieres e varones, burgeses e burgesas”, lo importante es visibilizar a las mujeres, mencionarlas para que existan y estén incluidas.

Los argumentos en contra del desdoblamiento son muchos. El catedrático de la Real Academia de la Lengua (RAE) Ignacio Bosque, que escribió en 2012 el ensayo Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer al que la RAE remite como posición oficial sobre la polémica, se pregunta: "Si la mujer ha de sentirse discriminada al no verse visualizada en cada expresión lingüística relativa a ella, y al parecer falla su conciencia social si no reconoce tal discriminación, ¿cómo establecemos los límites entre lo que su conciencia debe demandarle y el sistema lingüístico que da forma a su propio pensamiento?"

El catedrático de Oviedo cuestiona también la falta de concordancia que genera ese desdoblamiento. "Estamos buscando un nuevo sujeto histórico y no hemos encontrado el modelo perfecto. Bendita sea la inconsistencia y el debate", celebra Bengoechea, que insiste: "Ahora queremos una sociedad más justa, y llegaremos siendo incoherentes e inconsistentes".

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