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Crónica
Texto informativo con interpretación

Lecciones en sepia

Los tres padres vivos de la Constitución dieron lecciones magistrales, con el inconveniente de poner en evidencia un nivel político que está a años luz de los que tenían delante

Íñigo Domínguez
Miguel Herrero de Miñón, a su llegada a las comisión sobre el modelo autonómico.
Miguel Herrero de Miñón, a su llegada a las comisión sobre el modelo autonómico.EFE

La sala donde ha tenido lugar la comisión para revisar la Constitución tiene colores ocres, ambiente antiguo y luz de trasatlántico, hasta un carillón que da las horas. En el fondo, los retratos en sepia de los siete padres de la Constitución, y los únicos tres vivos pasaron como abuelos sabios por el hogar familiar a contar sus secretos a los nietos. Herrero de Miñón, con sombrero y maletín, parecía que acababa de bajarse del tranvía de otra época. Pero qué época, y qué personajes. Dieron lecciones magistrales y, en efecto, en demasiadas ocasiones los diputados actuales parecían chiquillos, perdidos en sus risibles politiqueos del día o a años luz de estatura. Cuando dejaba de hablar alguno de los ponentes se caía el alma a los pies al comprobar la caída de nivel. Los discursos de Adriana Lastra, del PSOE, podían haber servido igual para inaugurar un pantano y apenas hizo preguntas.

El azar ha querido que sobrevivieran tres ponentes originales de derechas —Pérez-Llorca el más a la derecha— y ninguno de izquierda, y los socialistas quizá no preguntaron por temor a que les contestaran lo que no querían oír, aunque sobre el modelo federal lo oyeron de todas maneras, pero tal prevención a las ideas contrarias no hizo más que aumentar la añoranza del libre flujo de ideas y el debate a tumba abierta del 78. Casi parecía que era el PP el impulsor de la comisión, porque aparentaba más curiosidad, cuando está ahí, como Ciudadanos, para asegurarse de que no se toca nada. A los tres les preguntaron si era el momento de cambiar la Constitución, y todos dijeron que no, pero puede que en sus adentros pensaran que mucho menos con los que tenían delante.

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También por los que no estaban. Es probable que en Unidos Podemos se dieran cabezazos en la pared al ver el juego que podían haberle sacado ellos, que braman contra el régimen del 78, y allí tenían en carne y hueso a sus padres, una ocasión irrepetible para matar al padre en directo, o al menos para que los demás comprobáramos si eran capaces, porque lo cierto es que lo hubieran tenido realmente difícil. Herrero de Miñón, Roca, los más brillantes, y Pérez-Llorca hablaron desde la experiencia, la sabiduría, la distancia, la retranca y, también, el cariño. En fin, con libertad. Llamaba la atención que incluso escuchaban a todos con atención, y es que eran los únicos sin móvil. Contaron batallitas, paradojas que chirrían en los esquemas de hoy, se cargaron tranquilamente el Senado como una triste concesión a los políticos para colocar a sus acólitos y dieron repasos históricos y de política comparada hasta con el federalismo en India. Con ellos parecía posible hablar y entenderse. No dio la impresión de que nadie les hiciera sombra, solo la pelota.

Sí aparecieron por sorpresa Campuzano y Xuclà, del PDeCAT a escuchar a Roca, que pese a ser de su estirpe no deja de ser un hombre de lo que fue Convergència, que se declaró fan de la Constitución y ha defendido como abogado a la Infanta. También a ellos les cayó algún palo. "Ha estado maravilloso", dijo incluso Martínez Maillo, del PP, cuando terminó. Roca les deseó lo mejor, y desde luego es lo mejor lo que haría falta.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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