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Los que roban a los narcos

La Fiscalía en Cádiz detecta un incremento “a pasos agigantados” de bandas violentas y “sin piedad” que asaltan a los traficantes

Jesús A. Cañas
Cinco detenidos en una operación por narcotráfico en Cádiz.
Cinco detenidos en una operación por narcotráfico en Cádiz.

Le dejaron en ropa interior, le golpearon y obligaron a tocar una pistola para asustarle mientras le envolvían la cabeza en cinta, “para que no se salieran los fluidos al dispararle”. Para forzarle a hablar, le cortaron parcialmente el pulgar del pie con un machete. Como consecuencia de ese calvario de 10 horas, el algecireño Pedro X. -nombre ficticio como testigo protegido- se convirtió en “un hombre sin vida”. El cruel secuestro que sufrió, en diciembre de 2009, este empleado de una transitaría de buques quedó plasmado en la sentencia que condenó en 2015 a la banda de Ángel Suárez Casper, a 261 años de prisión por cometer vuelcos, como se conoce en el argot policial al robo entre narcotraficantes.

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Casper, que fue condenado en 2002 por desvalijar la casa de la empresaria Esther Koplowitz, buscaba dos contenedores de cocaína y de poco le sirvió que Pedro no supiera de lo que le hablaba. Por aquel 2009, sus sádicas formas abrieron la veda a una amenaza que era casi ignota a los narcos del Campo de Gibraltar: ser ellos las víctimas del delito. Habituados a imponer su ley del hachís, el estatus quo se rompió. Ahora se ven envueltos en robos con artimaña, secuestros exprés, asaltos agresivos, tiroteos, y todo tipo de acciones “sin piedad”, como define la fiscal antidroga del Campo de Gibraltar, Macarena Arroy. En respuesta, los narcos tienen miedo, se arman más y, como consecuencia, “hay más riesgo para la vida” de todos, añade la fiscal.

Lejos de ser una anécdota, Policía y Ministerio Público tienen indicios más que fundados de que la presencia de estas bandas que cometen vuelcos “aumenta a pasos agigantados”, como apunta Arroy. Es el precio de ser el centro logístico de la droga en Europa. De los 372.901 kilos de hachís que se intervinieron en España en 2016, un 40% se aprehendió en Cádiz, según datos del Ministerio de Interior. “Y eso es solo el 25% de lo que se mueve”, como reconoce Francisco Mena, coordinador de la Federación de asociaciones antidroga Nexos.

Alentados por este trasiego y el ostentoso tren de vida de los que lo producen, llegaron los oportunistas. “No son bandas de la zona, son ajenas, algunas de Europa del Este”, apunta Arroy. Lo que ella y los agentes saben viene, principalmente, por pruebas e indicios de lo que encuentran en registros o lo que se descubre en el transcurso de una investigación. Rara vez hay denuncias, las víctimas de estos agresivos ladrones también son delincuentes. “Hace dos años que se viene detectando, aunque evidentemente los narcos no denuncian el robo de su mercancía”, señala la fiscal.

“Tienen uniformes, chalecos o coches para hacerse pasar por agentes”, dice el  coordinador de la federación Nexos
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“Lo que ocurre entre ellos, se queda entre ellos. Son sigilosos”, abunda Mena. Pero lo cierto es que, cada vez más, los agentes son capaces de atar cabos en sus pesquisas y, con ellas, se deslizan las pautas de trabajo de estas bandas. Justo este mes de diciembre, el Cuerpo Nacional de Policía informó de la detención de ocho personas que regresaban de Algeciras camino de Madrid tras robar 140 kilos de hachís. Son bandas que conocen el negocio -o se dedican a él- y que pueden actuar por encargo. “Todo son beneficios, no tienen que encargarse de la logística del narco, solo a robarle”, señala Mena.

¿Pero cómo se roba a quien está bien habituado a delinquir? En muchos casos, la sustracción arranca con la artimaña, como explica el coordinador de Nexos: “Tienen uniformes, chalecos o coches para hacerse pasar por agentes”. Con la ayuda de confidentes dentro de las propias bandas de narcos, conocen la ruta del alijo, detienen las caravanas de coches, simulan un indicativo policial, y les roban. Con este engaño fue como Casper secuestró al trabajador de la transitaría de buques.

También aprovechan peajes o paradas para atracarles, mientras emplean la violencia y empuñan diversas armas de fuego. Así solía proceder una banda de 32 delincuentes que acabó detenida el pasado verano en la Costa del Sol. Pero si el contexto no les es propicio, no dudan en dar un paso más. El pasado mes de septiembre, la Audiencia Provincial de Cádiz se blindó para juzgar a los 14 detenidos de la banda de Ismael López, El ojos. A la espera de la sentencia, están acusados de haber secuestrado, torturado y asesinado a golpes y puñaladas “con extrema violencia” a un presunto narco de Chiclana, David Muñoz, El Pelón. Querían sonsacarle dónde tenía escondido el dinero del hachís.

En respuesta, los narcos han optado por tomar más precauciones y por armarse más. “En los registros encontramos silenciadores o incluso armas de guerra. Tienen miedo, por eso cambian de lugar sus guarderías o están vigiladas por más personas”, explica Arroy. Y no solo porque esté en riesgo su vida o la de sus familiares; se exponen a perder su negocio. Para un narco es fácil demostrar la incautación policial de un cargamento ante compradores o vendedores. Pero “¿cómo demuestras que te han quitado la droga si no lo puedes denunciar? Tienen grandes problemas en estos casos”, reconoce la fiscal.

Rara vez hay denuncias, las víctimas de estos agresivos ladrones también son delincuentes

La proliferación de esta forma de actuar rompió una norma no escrita que reglaba la relación entre bandas de narcos y con la policía, en el eterno juego del gato y el ratón. Armados hasta los dientes y con una agresividad inaudita hasta hace unos años, los narcos ya no dudan en repeler al que se le acerque, incluida la policía, con armas de fuego, embestidas de coches o pedradas. Arroy tiene claras las consecuencias del cambio: “Antes ellos tenían asumido su rol y sabían que estaban cometiendo un delito. Ahora esa forma de respeto se ha desvirtuado. La consecuencia es que ahora hay más riesgo”.

Además, Arroy sabe que, de momento, no hay motivos para el optimismo: “Los pronósticos los veo negros. Cada vez los hechos son más graves”. Por ello, apuesta por perseverar en el desmantelamiento del negocio de la droga y de todos los delitos que lleva aparejados. Por su parte, Mena cree que estos vuelcos no son más que “el fruto del mercado tan fuerte de hachís que hay en la zona”. De ahí que reitere la idoneidad de crear en la provincia un juzgado de instrucción especializado en narcotráfico. “Cuenta con el acuerdo de la sociedad, los cuerpos de seguridad y la propia Fiscalía”, abunda el coordinador de Nexos.

Mientras la guerra interna entre bandas ya se deja ver también en las calles. Pese al habitual sigilo del narco, los sobresaltos -y el consiguiente riesgo para la vida- son cada vez más comunes para los habitantes del Campo de Gibraltar. En el lapso de junio a agosto, hasta tres tiroteos, aparentemente inconexos, se produjeron en las calles de La Línea de la Concepción. Tres indicios de los que tirar para descubrir si un vuelco entre bandas está detrás de esta escalada de violencia.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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