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Crónica
Texto informativo con interpretación

Ya es Navidad en el Congreso (y desde la semana pasada)

Los diputados se felicitaron las fiestas en el último pleno del día 13 y hasta febrero no vuelve la actividad habitual, porque enero es inhábil

Íñigo Domínguez
Ana Pastor, en la puerta de la comision de gastos reservados del Congreso, ante Soraya Sáenz de Santamaría, la semana pasada.
Ana Pastor, en la puerta de la comision de gastos reservados del Congreso, ante Soraya Sáenz de Santamaría, la semana pasada.Samuel Sanchez

Ya es Navidad en el Congreso, pero es aún mejor de lo que creen: ya era Navidad la semana pasada. En el último pleno de este año algunos diputados se despedían tras su intervención, mientras recogían los folios, felicitando las fiestas a sus señorías, pero es que era el miércoles día 13. Fuera sonaba un poco fuerte. Quien estuviera escuchando la radio en ese momento miraría el calendario asombrado por si había oído mal, y no, no se equivocaba, porque el Congreso y el Senado ya no tienen plenos desde entonces, solo actividad a medio gas, alguna comisión y actos institucionales. Ese día fue el aperitivo navideño para empleados y prensa, y por la noche, la tradicional cena de la Asociación de Periodistas Parlamentarios con premios y bromas a políticos. Quedaba inaugurada la desbandada navideña.

Esta semana apenas ha habido cosas como la subcomisión para el estudio y definición de una estrategia nacional de justicia, y mañana y pasado, nada. En el Senado, la ponencia de estudio de los movimientos migratorios en el marco iberoamericano. Es verdad que las elecciones catalanas de mañana jueves han adelantado una semana el parón parlamentario de este año, y lo cierto es que los políticos de primera línea han tenido que trabajar a destajo en la campaña, pero es que aún hay más: diputados y senadores no vuelven hasta febrero, al menos al ritmo de trabajo habitual, con plenos y demás. Enero es inhábil, dicen. Y la verdad es que no lo dicen ellos, lo pone nada menos que en la Constitución.

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En efecto, el artículo 73.1 de la Carta Magna establece que los periodos de sesiones son de febrero a junio y de septiembre a diciembre. Si se hace la cuenta, se dejan fuera enero, julio y agosto. No es precisamente un tema que salga cuando se habla de reformar la Constitución. Agosto es indiscutible, pero enero y julio quedan como meses un poco tontos, que la presidencia de la Cámara puede habilitar. Y cuando trabajar es opcional el ser humano se debate en un difícil dilema. En la práctica, solo trabaja quien quiere, las comisiones que lo piden expresamente. Algunas ya lo han hecho, como la que discute el modelo territorial, a la que acuden los padres de la Constitución el 10 de enero, o la de investigación de la crisis financiera, donde comparece Rodrigo Rato el día 9 de enero. En estas comisiones de especial interés queda raro dejarlo todo para febrero.

Evidentemente es demagógico simplificar esta cuestión, y sacar el tema en los pasillos despierta de inmediato la alarma del alegato antisistema, ven por dónde vas, a pintarles de vagos. Todo el mundo dice que se vuelve en enero, no en febrero, y claro que se trabaja. Es más, la entrada de Podemos y Ciudadanos, que criticaban esto mismo, desactiva su acusación, porque ellos presumen de trabajar más que nadie, y es verdad que son los que más van a los plenos.

Pero además de algunas comisiones, no se descarta que el mes que viene se convoque algún pleno. De forma extraordinaria, pero de contenido ordinario. Por otra parte a veces hay sorpresas: la oposición forzó un pleno el pasado 30 de agosto para que Mariano Rajoy explicara la financiación irregular del PP y la trama Gürtel. Además es que en enero deberían acelerarse las reuniones para sacar delante de una vez los presupuestos del Estado.

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Los partidos se siguen reuniendo para sus cosas y los parlamentarios continúan trabajando, también tienen encuentros con grupos y sectores sociales. Pero en los grupos grandes, con muchos escaños, es factible escaquearse con relativas posibilidades de éxito si eres uno de segunda o tercera fila. Y más aún si te han marginado políticamente en tu propio partido, que se dan casos. En estas situaciones no hacen nada porque no les dejan, no porque no quieran. De todos modos, empleados y ujieres siguen trabajando como siempre, porque además visitan el Congreso unas 500 personas al día.

Igual que el ritmo parlamentario exige un respiro, para preparar la estrategia de la siguiente mitad de temporada y adelantar papeleo, también el propio edificio necesita una pausa, es el momento de las reparaciones. Se está revisando la red que cubre la galería de paso entre el edificio antiguo y el moderno. Y una muy curiosa es la de las alfombras del pasillo de entrada al hemiciclo, acometida la semana pasada, el lugar que siempre sale en la tele cuando los políticos hablan a las cámaras: se levanta el tramo de alfombras de la primera mitad, más gastada, y se cambia con la de detrás, menos pisoteada. Un conserje comentaba que tal vez es un indicio físico de que los periodistas nos quedamos más en las declaraciones y no vamos mucho más allá.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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