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El Congreso aborda en dos comisiones la injerencia rusa en Cataluña

La vicepresidenta del Gobierno compareció ante la de secretos oficiales, y el director del Centro de Comunicación Estratégica de la OTAN, en la de Seguridad Nacional

Soraya Saenz de Santamaria, en la Comision de Gastos reservados, en el Congreso.
Soraya Saenz de Santamaria, en la Comision de Gastos reservados, en el Congreso.Samuel Sanchez

El Gobierno reconoció hace un mes su preocupación por la injerencia de hackers "de territorio ruso" y de Venezuela en la crisis catalana a través de las redes sociales, tras las informaciones publicadas por EL PAÍS, y días después el PSOE pidió la comparecencia de la vicepresidenta, máxima responsable del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), en la comisión de secretos oficiales. No obstante, el deber de confidencialidad hizo ayer guardar silencio a la salida, después de tres horas de reunión, a todos los partidos presentes, entre ellos los secesionistas ERC y PDeCAT.

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La comparecencia de Janis Sarts, director del NATO STRATCOM, con sede en Riga (Letonia), ante la comisión mixta de Seguridad Nacional, sí ofreció más detalles. Sarts fue sumamente cauto sobre la implicación de Moscú en la crisis catalana. Se limitó a señalar que Cataluña fue uno de los temas álgidos en la red de bots (robots) vinculados a la "narrativa rusa" y que su centro no ha monitorizado esos mensajes porque solo trabaja en inglés y ruso. Ademas, tampoco el Gobierno español se lo pidió; lo que aprovechó para invitar a España a unirse al centro que dirige.

Sin embargo, aseguró que existen "amplias evidencias" de la vinculación del Kremlin con las campañas de desinformación en Ucrania y Alemania (donde se inventó la presunta violación de una niña rusa por refugiados) y aventuró, como opinión personal, que los ataques contra la candidata demócrata Hillary Clinton, durante la campaña electoral estadounidense, no se habrían producido sin luz verde de "las más altas instancias" de Moscú.

Luego, en una charla con periodistas, Sarts reiteró que, en una investigación en la que rastreaban mensajes con palabras como "NATO", "Lituania", "Letonia" o "Estonia" en cuentas robotizadas relacionadas con Rusia, irrumpió el tema de Cataluña. La búsqueda se realizó en mensajes escritos en inglés y en ruso durante los meses de verano y los analistas llegaron a la conclusión de que un 85% de los contenidos en ruso procedía de robots, al igual que un 50% de los contenidos en inglés. El responsable de la OTAN también apuntó que algunos de sus principales impulsores, como Julian Assange, Edward Snowden o RT (Russia Today) han estado vinculados con campañas rusas en el pasado en Estados Unidos o en otros lugares. "Eso es un hecho", subrayó.

Sobre la intervención del Kremlin, cree que es "bastante clara" en Ucrania y Alemania y que están aflorando datos que apuntan en esa dirección en la investigación que se desarrolla en Estados Unidos. "En otros casos no hay evidencias públicas que vinculen al Gobierno, sí al territorio ruso [como origen de las falsas noticias], pero no más allá".

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Lo que sí existe, admite, es un patrón común en estas campañas y es cómo los principales medios de comunicación rusos, "bajo control directo o indirecto del Gobierno", se coordinan para impulsarlas. En todo caso, Sarts cree que si hubo injerencia del Kremlin en Cataluña fue "una operación pequeña en comparación con otras".

En cuanto a propuestas de solución a los ciberataques, Sarts sugirió a los diferentes grupos parlamentarios que deben "aumentar la concienciación" sobre la gravedad del problema y "crear una narrativa nacional" fuerte capaz de responder con eficacias a estos fenómenos.

También reflexionó sobre el fondo de la cuestión con un argumento llamativo: "Los robots no tienen libertad de expresión". Sarts explicó que el complejo y delicado debate sobre la libertad de expresión en las redes, a la hora de atajar este problema, se puede sortear por el hecho de que la difusión sistemática y masiva de mensajes interesados se hace mediante máquinas y, por tanto, hay margen para actuar. Como posible línea de trabajo, la acción legal debería centrarse, opinó, no en el contenido de los mensajes, sino en la modalidad de propagación. Para ello sería necesario superar las legislaciones nacionales y actuar en marcos más amplios, como el europeo.

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