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Un bebé prematuro con 230 pulsaciones por minuto sobrevive tras una operación en Granada

El Hospital Virgen de las Nieves interviene, por segunda vez en España, a un bebé de apenas 2,5 kilos de peso y dos semanas de vida con una arritmia incesante

Javier Arroyo
El bebé Max, en el centro, junto a sus familiares y el equipo médico, en Granada.
El bebé Max, en el centro, junto a sus familiares y el equipo médico, en Granada.

El corazón de Max iba a 230 pulsaciones por minuto cuando debía ir a 140 o, como máximo, a 180. Ese era el ritmo permanente, no se trataba de algo esporádico. Los obstetras del Hospital Virgen de las Nieves de Granada lo detectaron en la semana 31 de gestación, aún en el interior de su madre, y tras una compleja operación, han conseguido salvarlo. Esa arritmia, "incesante” en lenguaje médico, y una cierta cantidad de líquido en la pleura del bebé abocaba la situación a un parto excesivamente prematuro y exponía al bebé a un riesgo real de muerte. Los doctores abordaron la situación con medicamentos a la madre y lograron bajar las pulsaciones a 200, pero eran excesivas aún. También pudieron retrasar el parto, pero apenas una semana, lo que era demasiado pronto.

Max nació prematuro e ingresó directo en la Unidad de Cuidados Intensivos neonatal. La situación congregó a especialistas en cirugía neonatal, cardiaca, anestesistas, entre otros. “200 pulsaciones por minuto de manera permanente comprometían seriamente la vida del niño”, ilustra Luis Tercedor, jefe de la unidad de arritmias del Virgen de las Nieves. Dos semanas después del nacimiento del bebé se tomó una decisión muy difícil y extraordinaria en España. Solo se había operado una vez con anterioridad a un niño prematuro, de apenas 2,5 kilos de peso y con dos semanas de vida, de una arritmia incesante. Nueve meses después, Max está totalmente sano y su corazón no tiene ya ningún defecto estructural.

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La arritmia se produce por una anomalía en el músculo cardíaco que altera el circuito eléctrico del corazón. Max llegó a la mesa de operaciones después de varios intentos de frenarla con fármacos. “En un primer tratamiento administramos medicamentos a la madre para bajar el ritmo de pulsaciones y reducir el líquido acumulado en la pleura. El objetivo era que, a través de su sangre y su placenta, llegara al feto. Esto es una situación excepcional ya que tratamos a una mujer sana para curar a un bebé enfermo”, explica la doctora Francesca Perin, cardióloga pediátrica. Funcionó solo parcialmente y a la semana 32 de gestación, nació Max.

Generalmente, el tratamiento farmacológico suele funcionar cuando el bebé ya ha nacido pero está vez no ocurrió así. Se presenta entonces la opción más difícil tanto para los padres como para los especialistas. Operar un corazón del tamaño de una nuez en un bebé extremadamente débil. La operación como tal obliga a seleccionar las zonas que provocan las arritmias y a través de un catéter aplicar una radiofrecuencia que dejará inerte, quemada, la zona elegida. Es una ablación cardíaca, frecuente en adultos, escasa en niños y jóvenes y excepcional en bebés.

“Es un hecho excepcional por varios motivos: se trabaja con catéteres diseñados para adultos, prácticamente del mismo grosor -sino más- que las venas del bebé, de pocos milímetros de diámetro. Afortunadamente, las venas son flexibles. Por otro lado, hay que seleccionar perfectamente la zona a anular. No puedes equivocarte y quemar fuera del área deficitaria”, ha explicado Tejedor este miércoles en una presentación pública del caso, cuya operación requirió más de cinco horas de intervención. “Lo pasamos muy mal, pero sobre todo, con muchas ganas de que todo funcionara”, ha declarado la madre, muy agradecida al equipo médico y a la sanidad pública andaluza.

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Tanto el doctor Tercedor como la doctora Perin recordaban los días previos a la operación como una situación difícil, con unos padres angustiados y con una decisión médica complicada. De hecho, en España, solo en el Clínico de Barcelona se había hecho una operación similar, en 2013, “con un niño de algo más de peso”, según ha asegurado Tejedor, que recuerda que la operación de arritmia cardiaca es relativamente normal. El doctor Tercedor cuenta que el año pasado realizó 426 ablaciones cardiacas, de ellas 23 en niños. "No obstante, generalmente se requiere un mínimo de 15 o 20 kilos de peso, porque minimiza las complicaciones y ofrece más seguridad”. Por otro lado, la arritmia incesante, explica, tiene una ocurrencia de uno de cada 5.000 embarazos aunque, generalmente, el tratamiento con fármacos arrítmicos es suficiente

"Este caso es un éxito de la sanidad pública y de sus profesionales, capaces de trabajar en equipo con eficacia y excelencia para que hoy podamos hablar de un niño totalmente sano y feliz”, ha declarado la consejera de Salud andaluza, Marina Álvarez, en presencia de Max, que se entretenía al tiempo mirando a los numerosos asistentes al acto. La operación fue en marzo. Ahora, nueve meses después y con Max totalmente recuperado, los doctores reconocen un niño totalmente distinto. “Ahora está grande pero cuando estaba en la mesa de operaciones, con tanto tubo y aparatos costaba encontrarlo”, dice con humor Tercedor.

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