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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mi amigo Manolo

Manolo jugó un papel importante en la reorganización del Partido Socialista, poniendo en ello toda su ilusión, una gran tenacidad y abundante sentido común

Manuel Marín en una imagen de archivo, en 2007.Vídeo: José Huesca
Joaquín Almunia

La noticia de mi amigo Manolo ha supuesto un mazazo enorme, aunque conocía la evolución de su enfermedad en los últimos meses. Nos encontramos por primera vez en Bruselas, todavía en tiempos del franquismo. Ambos estábamos en Bélgica, él como alumno del Colegio de Europa de Brujas, donde luego dio clase, y yo trabajando como economista, siguiendo temas europeos. Entramos juntos en contacto con el PSOE, de la mano de Curro López Real, y pronto conocimos a Felipe González, recién elegido líder del partido en Suresnes, quien nos convenció para volver a Madrid a colaborar con su proyecto. Así lo hicimos, sin pensarlo dos veces.

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Manolo jugó un papel importante en la reorganización del Partido Socialista, poniendo en ello toda su ilusión, una gran tenacidad y abundante sentido común. En las primeras elecciones, encabezó la candidatura por su tierra de Ciudad Real, donde le acompañé en mítines emocionantes, en los que muchos de los asistentes escuchaban nuestros mensajes con lágrimas en los ojos, recordando sus sufrimientos de tantos años y esperanzados con la recuperación de las libertades democráticas.

Como diputado, Manolo se incorporó a la dirección del Grupo Socialista, pero no se dejó absorber por las tareas burocráticas y dejó en el Diario de Sesiones intervenciones que daban fe de su capacidad intelectual y de su instinto político. Su trayectoria se encaminó pronto a los asuntos europeos, tanto en las relaciones con los partidos socialistas hermanos como en la definición de las posturas del PSOE durante las primeras fases, tan difíciles, de la negociación de nuestra adhesión a la Comunidad Europea. Tras la victoria electoral del 82, Felipe le encargó de dirigir esa negociación, que supo culminar con éxito en junio de 1985. Muchos de los logros conseguidos por nuestro país en esos años, llevan su impronta, aunque él no era amigo de colgarse medallas.

Como miembro de la Comisión Europea, donde ocupó una Vicepresidencia, e incluso la Presidencia por espacio de unos meses, dejó un magnífico recuerdo, del que soy testigo, por su compromiso europeísta, su enorme capacidad de trabajo y su gran honestidad política y personal. Rodríguez Zapatero lo recuperó para la política de partido encargándole de las relaciones internacionales, y al volver el PSOE al gobierno en abril de 2004 fue elegido Presidente del Congreso.

Las tensiones de la política española le hicieron sufrir, y le quitaron las ganas de seguir en ella de forma activa. Desde 2008, además de sus tareas docentes y de la presidencia de la Fundación Iberdrola, Manolo prefirió viajar con más asiduidad a la orilla del mar. En la terraza de su casa de Puerto Rey (Almería), su ánimo se relajaba. Junto a Carmenchu, sus hijas y sus amigos, allí disfrutaba del Mediterráneo, de su pequeño barco, y también de sus paellas y del bricolaje, artes en las que era maestro. Quienes le tenían por persona seria, allí hubiesen cambiado pronto de opinión, disfrutando de sus historias, y riendo con él a mandíbula batiente. Te echaremos de menos.

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