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El insulto sin respuesta

El tuit de Arran sobre el fallecido fiscal general Maza es una de sus "excrecencias sinvergüenzas"

El fallecido fiscal general José Manuel Maza.Foto: atlas | Vídeo: ATLAS
Juan Cruz
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El peor de los insultos es el insulto al muerto. Aún peor: al que acaba de morir. Dice Jacqueline Fowks (Mecanismos de la posverdad, Fondo de Cultura Económica, Perú) que el tuit es, al contrario que la llamada telefónica, un mensaje que no espera respuesta. En esas condiciones, aunque se use para destruir directamente la estima de una persona, permite al que lo emite cualquier exabrupto, que no tendrá consecuencias. A él, o a ella, a los que insultan, les hará gracia, a sus seguidores los llenará de cruel regocijo, y el destinatario se tiene que quedar con el escupitajo.

Cuando el insultado es alguien que acaba de morir el éxito de la barbaridad es completa, pues se encierra en sí misma, en ese regocijo ruin de quien se burla del que ya no está, no puede responder ni puede pedir representación legal contra quien lo ha dañado. El Tribunal Supremo ha anunciado esta última semana un mecanismo que advierte contra los insultos en el Twitter. Para conmemorarlo, desaforados que se muestran apasionados burlones de los otros han aprovechado que ha muerto el fiscal general del Estado, José Manuel Maza, para verter sobre él, incluso sobre su cara, todo tipo de desvergüenzas.

Sobre su cara, exactamente. La primera de estas excrecencias sinvergüenzas la emitió Arran, brazo armado de bilis de la CUP. Invirtió el sentido de la foto de la persona muerta, hasta dejarla bocabajo, y luego transcribió lo que le dictó su hígado inflado al autor del escrito. Traducido al castellano, el Fins mai con que concluye el desafuero significa Hasta nunca. Terminar así un insulto ya es el colmo del sentido que tiene un tuit, pues esa abreviación de la red, como dice Fowkes, no requiere respuesta, y además es en este caso la última parte de un insulto gráfico que se emite como una venganza.

El fiscal general ha sido muy activo en la lucha legal contra el independentismo y su muerte parece auxiliar a quien insulta en su expresión cobarde del atroz deseo de la muerte. Ya lo tienen, ya no está la persona, cesó el objetivo del mal deseo, y el que ha invertido la fotografía para ridiculizar al muerto añade esas palabras como quien pone un Me Gusta en Facebook.

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Es grave el insulto, siempre, y esta vez es espeluznante. A ese siguieron otros en la misma red, igual de procaces: sobre la ausencia del fiscal de actividades futuras (el Mundial de Fútbol, lo bien que se vive en el Cielo…) La gracia impune, arrojada como cemento sobre la despedida de quien se muere y a quien no queremos, es la más vil de las venganzas.

Antes no tenían la relevancia que tienen hoy esos mismos escupitajos, porque se decían al aire o en letrinas. Ahora quedan escritos, se firman con seudónimo o son anónimos o están firmados por asociaciones especializadas en hacer del rencor un juguete. Luego vendrán las apelaciones a la libertad de expresión como la eximente de cualquier exabrupto de esta clase.

Fowkes, que es la corresponsal de EL PAÍS en Perú, apunta en ese libro sobre los mecanismos de la posverdad que muchas de esas personas que agitan las redes con sus barbaridades están interesadas en favorecer a este o a aquel. Insultando a un muerto, digo desde aquí, pueden buscar la risa floja, también, de quienes viven pendientes de las redes para reírse de lo más sagrado. Pero ya se murió lo más sagrado: el respeto al otro, aunque sea nuestro mayor enemigo, es lo más sagrado. Esa es la esencia de la democracia, y es a esa esencia a la que querrían ver muerta para decirle, también, hasta nunca.

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