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Sergio Morate, condenado a 48 años por los asesinatos de Marina Okarynska y Laura del Hoyo

La pena impuesta este martes por la Audiencia Provincial de Cuenca es la misma que pedía la Fiscalía

Sergio Morate, durante el juicio.
Sergio Morate, durante el juicio.

La Audiencia Provincial de Cuenca ha condenado este martes a 48 años de cárcel a Sergio Morate al considerarle autor de los asesinatos de su exnovia de 26 años, Marina Okarynska, y de la amiga de esta, Laura del Hoyo, de  24, en la capital conquense en el verano de 2015. La pasada semana, un jurado popular declaró culpable por unanimidad a Morate por el doble crimen. Además, la pena impuesta a Morate por el Alto Tribunal es la misma que pedía la Fiscalía.

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El presidente de la Audiencia Provincial de Cuenca, José Eduardo Martínez Mediavilla, ha dado a conocer esta tarde la condena contra Morate, que ha seguido la lectura del fallo del juez por videoconferencia desde la cárcel de Estremera (Madrid), en la que está interno desde septiembre de 2015. La sentencia tiene la fecha de este martes —7 de noviembre— y ha sido leída en audiencia pública ante una multitud de periodistas de todo el país.

El tribunal ha condenado a Morate a 25 años de cárcel, la máxima legal, por la muerte de Marina Okarynska, al concurrir el agravante de parentesco y género. En el caso de Laura del Hoyo, Morate ha sido sentenciado a 23 años de prisión. El fallo recoge las peticiones de condena que formuló la Fiscalía en su escrito.

El juicio se celebró hace dos semanas en la Audiencia Provincial, donde declararon decenas de testigos, familiares, policías y peritos. El jurado estaba compuesto por siete hombres y una mujer, con una media de edad de 45 años. Todos entendieron que Morate, el único sospechoso del doble crimen, era culpable. Aunque no se encontraron restos de las víctimas ni en su vivienda —donde presuntamente las mató asfixiándolas— ni en los coches que utilizaba —donde presumiblemente trasladó sus cuerpos para enterrarlas— eran numerosas las pruebas contra él. Algunas de ellas muy determinantes, como la botella de agua de Lourdes, idéntica a las que guardaba su madre en su casa, y que fue hallada en el lugar donde encontraron semienterrados en cal viva los cuerpos de las chicas, una poza en el nacimiento del río Huécar, en el municipio de Palomera, donde Morate pasó las vacaciones desde su infancia.

Hace dos semanas, la Audiencia Provincial de Cuenca acogió seis intensas sesiones de un juicio esperado en el que decenas de testimonios y pruebas periciales se pusieron a disposición del jurado. Morate se mantuvo impasible: se acogió a su derecho a no declarar y renunció al de la última palabra.

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Durante las sesiones, Morate vio desfilar por la sala a sus amigos de la infancia, con los que la noche antes del doble asesinato hablaba de crímenes famosos y de cómo eludir a la justicia. A su madre, que se acogió a su derecho a no declarar, pero que en su día hizo público un comunicado avergonzándose de lo que acusaban a su hijo, huido en ese momento. También pasó por allí otra exnovia de Morate, la que le denunció por retención ilegal (la encerró, la obligó a desnudarse, la fotografió, la amenazó..., según contó). Por ese motivo, Morate pasó un año en la prisión de Cuenca en 2007, donde conoció a algunos de los que luego serían sus mejores amigos, como Istvan Horvath, que le acogió en su casa de Lugoj (Rumania) en su precipitada huida en coche. En su día, declaró que le había confesado que había matado a Okaryinska, pero hace dos semanas no se presentó en el juicio "porque estaba trabajando en Alemania". Quien sí lo hizo por videoconferencia fue su novia, Sofía, que ratificó aquella confesión porque ella estaba presente. Alexander, un colombiano al que aún le quedan por cumplir ocho meses de su condena por tráfico de drogas, era la coartada perfecta de Morate. Aquel 6 de agosto tenían entradas para un concierto en Alicante. Pero todo se torció.

Los planes y preparativos que Morate tenía: bolsas de plástico industriales, cinta americana, bridas de plástico (una de ellas redujo el diámetro del cuello de Okaryinska de 24 a ocho centímetros), dos sacos de cal viva, una linterna frontal, un teléfono nuevo, un coche prestado... Todo se vio arruinado por la presencia de Laura del Hoyo, que aquella tarde de agosto acompañó a Okaryinska a casa de su exnovio para recoger algunas pertenencias. Según las declaraciones escuchadas en el juicio y el alegato de la fiscal, “mató a Laura para no dejar testigos” pero se encontró con dos cuerpos. "Cuando vio que cavar en ese sitio no era tan sencillo, fue cuando decidió emprender la huida", declaró uno de los policías con los que se sinceró tras ser extraditado a España desde Rumania. A partir de ahí, todo fueron errores: se dejó una botella de agua de Lourdes en el lugar, donde se encontró su ADN. Encendió el teléfono al salir de España. Contactó con amigos y familiares. Confesó su crimen a dos de ellos y después a dos policías... "La he liado gorda", dijo. Y añadió: "Pobre Laura".

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