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Atrapados en el cliché español

La crisis catalana ha demostrado que los estereotipos ibéricos perduran en los medios extranjeros

Andrea Aguilar
'El perro' obra de Francisco de Goya de la colección del Museo del Prado.
'El perro' obra de Francisco de Goya de la colección del Museo del Prado. Getty

Si el mejor punto de vista para reflexionar sobre la vida es estar ya muerto, para decir algo inteligente sobre España puede que lo mejor sea ser extranjero, apuntaba provocador el editor y escritor Manuel Arroyo hace unos días en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Fundador de la editorial Turner, Arroyo reunió históricos relatos de viajes por España. Por ejemplo, los del aristócrata inglés Richard Ford, que recorrió el país en el siglo XIX montado en una jaca disfrazado de campesino serrano, y que junto a su compatriota George Barrow —legendario repartidor de Biblias protestantes por la Península Ibérica— es en buena parte responsable de la imagen tópica de España que ha calado en el mundo anglosajón. Arroyo explicaba su interés por lo que hispanistas e hispanófilos han escrito aludiendo a que “lo que piensan los demás es tan importante como la verdad”.

En el retrato que se hace de la España democrática, la herencia franquista que muchas informaciones en la prensa internacional han subrayado en su cobertura de la crisis en Cataluña es un punto polémico. A él se refirió Antonio Muñoz Molina en el artículo ‘Francoland’ en EL PAÍS. “En círculos académicos existe una cierta compulsión por seguir entendiendo España en relación con el franquismo, en lugar de analizar otras fuerzas y tendencias económicas y europeas”, sostiene Eli Evans, autor de un amplio análisis publicado por la revista de pensamiento y cultura N+1. Sus lazos con España arrancaron en los noventa, estudió filología hispánica en EE UU y ha viajado por todo el país. “Como Estado miembro de la UE, España está inserta en una red que va mucho más allá de la sombra de su pasado”.

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Sin embargo, el referente más directo para una parte del mundo anglosajón sigue siendo la Guerra Civil. Aunque les interese la actualidad española no están familiarizados ni con la Transición, ni con el sistema autonómico. España no participó en la II Guerra Mundial, que acercó a los estadounidenses a Europa, ni formó parte del Plan Marshall, ni está geográficamente cerca. “La imagen de España en EE UU es un tema complejo que cambia según la época y los contextos políticos. Hemingway llegó a decir que Madrid era la capital del mundo y muchos le dieron la razón”, señala Soledad Fox Maura, profesora en Williams College y autora de una biografía sobre Constancia de la Mora, directora de la oficina de prensa extranjera de la República. “Madrid, y más recientemente, Barcelona son destinos muy valorados por los alumnos estadounidenses. No hay rechazo a España y el interés por estudiar la lengua, la literatura y la cultura está en auge”. Fox apunta a que deberían reforzarse los intercambios científicos a todos los niveles para aumentar el número de especialistas en España más allá del hispanismo. Eso, asegura, favorecería que hubiese una visión más completa.

¿Cómo nos ven fuera hoy? Evidentemente todo depende de desde dónde se nos mire, pero lo cierto es que en líneas generales no se nos ve mucho. El foco informativo internacional se ha desplazado desde el 11-S hacia el terrorismo islámico, y la actualidad política de EE UU sigue ocupando un papel dominante frente a Europa. Dicho esto, la visión más común de España es como destino vacacional, con tradiciones pintorescas (toros, flamenco), excelente gastronomía, diversidad regional y amplio patrimonio cultural, también como centro de la liga futbolística más importante. Y ningún estereotipo de la España moderna tiene tanto tirón en el imaginario colectivo internacional como las películas de Pedro Almodóvar: si eres mujer española en el extranjero las comparaciones con algún personaje o situación almodovariana serán casi automáticas. Hasta en The Guardian Natalie Nougayrède describía lo ocurrido este último mes en Cataluña como un híbrido entre Mujeres al borde de un ataque de nervios y Átame, antes de aclarar que el tema era mucho más serio.

El amable y soleado retrato que recurrentemente ha asomado por las publicaciones internacionales ha quedado rasgado este otoño. De hecho el primer roto llegó con las noticias sobre la crisis económica que estrangulaba España hace apenas dos años y cuyos efectos aún perduran. Desde 2010 coparon los diarios internacionales las cifras de desempleo y las fotos de disturbios (precisamente en marzo de 2012 imágenes de violencia callejera en Barcelona abrieron la edición en papel de The New York Times, periódico que también publicó una controvertida foto en blanco y negro de un hombre rebuscando en un contenedor de basura en España). Aquello dejó sepultadas otras noticias que podrían haber tenido un mayor eco internacional como el desarme de ETA, o la resistencia de los médicos ante la privatización de la sanidad, en el mismo momento en que arreciaban en EE UU las luchas por el Obamacare.

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Editorial | El fin del ‘procés’

Este último mes las noticias sobre la crisis catalana obvian casi siempre lo ocurrido en las sesiones del Parlament el 6 y el 7 de septiembre. El referéndum del 1 de octubre es una y otra vez presentado como ilegal “según el Gobierno de España”, sin apuntar a cómo fue aprobada esa convocatoria con una mayoría simple de 70 escaños, y no con dos tercios de los votos de la cámara, como marca el reglamento catalán. La supuesta objetividad que entraña ese según quiebra la verdad factual, y arrastra una larga controversia sobre cómo debe ser realizada una información objetiva que ha sido debatida en los últimos tiempos por la prensa estadounidense, en pleno examen de conciencia sobre su papel en la victoria de Donald Trump hace un año.

El referente más directo para una parte del mundo anglosajón sigue siendo la Guerra Civil, no la Transición o el sistema autonómico

Más allá de esa polémica sobre reglas periodísticas, lo cierto es que por muy interesante que pueda resultar para los comentaristas internacionales el debate intelectual que enfrenta a soberanía y democracia, hay cerca de 45 millones de españoles para quienes esto es mucho más que un asunto teórico. ¿Es legal o ilegal? ¿Por qué no lo deletrea la prensa extranjera?

La división de la sociedad catalana tampoco ha recibido mucha atención en las cabeceras fuera de España. “Un 90% de síes en el referéndum es una cifra fácil de citar, aunque sea una mayoría tras la que se esconde una minoría respecto del censo total”, señala el periodista Jonathan Blitzer, que cubrió para distintos medios la crisis financiera española y actualmente es redactor en plantilla de la revista The New Yorker.

Otro asunto que parece haber quedado mayormente omitido en las crónicas internacionales es el pacto entre la CUP, PdeCat y Esquerra que ocupa el Gobierno catalán. En este caso no se ha recurrido a ningún símil que relacione las dificultades del trío político con el tormentoso triángulo amoroso que retrató el filme de Woody Allen Vicky, Cristina, Barcelona. “Lo que está ocurriendo en Cataluña no encaja en el nítido esquema de derecha versus izquierda, así que la alianza de los conservadores de PdeCat con los antisistema de la CUP de alguna manera ha quedado fuera del relato. Es complicado explicar esa unión entre un partido que impulsó fuertes recortes y políticas neoliberales con otro que sostiene una postura diametralmente opuesta”, señala Evans. Como rezaba aquel eslogan franquista para atraer turismo, Spain is different, o por lo menos peculiar.

Una y otra vez se ha repetido en las últimas semanas que el frente independentista ha ganado el “relato” de la crisis catalana. Es decir, esa versión ha obtenido una amplia difusión. Félix Ovejero, profesor universitario e impulsor de Ciudadanos, equipara lo ocurrido a lo que en economía se conoce como el “efecto ancla”: “Consigues plantar un número —o una idea en este caso— y, a partir de ahí, las variaciones son marginales. Los tópicos se corrigen con gran dificultad”. Dice que en Cataluña se ha logrado transformar, a ojos del público internacional, el movimiento secesionista en algo “más parecido a Palestina que a la Liga Norte italiana”. Pero a este respecto Nitzan Horowitz escribía un contundente artículo en el diario israelí Haaretz titulado ‘Cataluña no es Palestina’.

“El retrato exterior que se ha hecho es el de una comunidad que busca su independencia, una fórmula fácil que deja fuera los terribles errores de cálculo que conlleva esa apuesta”, apunta Evans. “La respuesta que el público internacional obtiene ante la pregunta de por qué Cataluña quiere la independencia es que España los oprime, y esto se vio reforzado por las imágenes del 1 de octubre. Han quedado mayormente fuera de los artículos publicados matices importantes como la relación entre la crisis económica y el desafío constitucional que supone la promesa de independencia; o la fragilidad de los Gobiernos, tanto en España como en Cataluña. Además el sistema de comunidades autónomas es desconcertante para gran parte del público, algo de lo que nunca habían oído hablar. Para muchos lo ocurrido ha supuesto una revelación: España es más compleja de lo que pensaban”.

Ningún estereotipo de la España moderna tiene tanto tirón en el imaginario colectivo internacional como el cine de Almodóvar

Lo cierto es que un repaso a las noticias sobre el procés publicadas este mes en las cabeceras internacionales confirma en muchos casos aquella vieja ley informativa de que cada uno se lleva la información a su terreno. Por ejemplo, en el Japan Times han destacado el silencio de Tokio ante los planes independentistas y la falta de cancelaciones de viajes turísticos, y en The Hindu inciden en los titulares en la desobediencia civil alentada desde el Govern. Jonathan Blitzer apunta a la resonancia que las cargas policiales del 1 de octubre han tenido en EE UU: “El tema de la brutalidad policial está muy fresco y es candente. Las imágenes de la policía cargando contra los votantes suponen un golpe duro para la causa antiseparatista. Hacen que el Gobierno español aparezca como agresor y distrae a los espectadores internacionales del problema sustancial que plantea el referéndum”. Los investigadores del Real Instituto Elcano han señalado que las imágenes de las cargas han sido “un desastre sin paliativos”. Los estudios que han realizado antes del 1 de octubre demostraban que en Europa la mayoría de los ciudadanos no veían bien la independencia de Cataluña. Ahora preparan un estudio que medirá el efecto de la actuación policial en la opinión internacional.

Los corresponsales en España han destacado unánimemente el hermetismo del Gobierno a la hora de abordar la situación y los planes en Cataluña. Helene Zuber, veterana corresponsal del semanario Der Spiegel que lleva 32 años cubriendo la actualidad española, subraya el contraste entre esa actitud y la del Govern. “El Gobierno español ha perdido en buena medida el relato porque para contar bien las cosas hace falta tener acceso, que las fuentes adelanten información. Si no das noticias, habrá que buscarlas en el otro lado y ese punto de vista tendrá más cobertura. Prácticamente todos los medios en Alemania, incluso pequeñas televisiones locales, han tenido acceso a Puigdemont”, explica.

Cada nota que Zuber ha publicado en el último par de años sobre el tema catalán ha generado enérgicas respuestas por parte de las oficinas del Consejo de diplomacia pública de Cataluña (Diplocat). Sin entrar en la aspiración secesionista, la idea de que una región próspera reclame una mejor distribución de la riqueza para no financiar a otras más desfavorecidas no se sostiene a ojos del contribuyente alemán, según Zuber, puesto que en ese país, desde la reunificación, los ciudadanos del Oeste pagan un impuesto de solidaridad para que el Este crezca —algo que permite que Berlín no se declare en quiebra, por ejemplo—, y en la UE son pagadores netos. “Sin embargo, es difícil contraponer el relato gris de las leyes a las imágenes del pasado fin de semana con medio millón manifestándose por la libertad y Puigdemont hablando de golpe de Estado. Rajoy ha estado demasiado seguro de que con la ley era suficiente”.

Históricamente la información y la opinión del exterior sobre España ha jugado un papel importante. William Lyon recuerda cómo trabajaban durante la Transición los corresponsales de la revista Time. Mandaban un texto largo que era reescrito en Nueva York añadiendo más información y fuentes, antes de ser editado y enviado de vuelta al corresponsal. El periodismo era distinto y no había aceleradas Redes. La profesión ha cambiado, la velocidad, los mermantes recursos y el voraz apetito de noticias tienen mucho que ver en ello. “Muchos periodistas que no conocen la historia, ni apenas España, han hecho piezas cortas para Internet simplemente buscando en la calle alguien que hable inglés”, explica Zuber. “Tratan de captar sensaciones, algo que entra dentro de una moda actual por narrar la noticia a partir de sentimientos”.

Las noticias son hoy material altamente sensible y tan explosivo como las emociones, cierto, pero es que además siempre resulta incómodo que te retraten. El periodista Alexander Stille reflexionaba sobre esto en la coda de The Force of Things, unas memorias de su familia. “El escritor toma algo que pertenece a varias personas, se lo apropia, y lo convierte en algo que inevitablemente resulta ajeno y equivocado para aquellos que han vivido esos hechos, pero desde otra piel, y que tienen los mismos derechos sobre ese mismo material”, apunta. “Todos desarrollamos un concepto del mundo y del lugar que ocupamos, desarrollamos nuestro relato, y que llegue alguien con su propio relato —especialmente si éste es publicado y se convierte en algo así como la versión oficial— es muy desestabilizador, como un temblor de la tierra bajo tus pies, que aumenta la inestabilidad”.

Algo de esto han sentido muchos españoles. Desde una joven profesional radicada en Nueva York desde hace casi dos décadas que se ha visto abrumada por correos de colegas estadounidenses que le piden aclaraciones, hasta un joven empresario, educado en Reino Unido y con una amplia red de exportación en el exterior. Él, a la vista de las informaciones que leía en la prensa anglosajona, finalmente optó por adelantarse a las preguntas e incluir por defecto en sus mensajes con clientes extranjeros un párrafo explicativo sobre la crisis catalana, subrayando que el referéndum celebrado fue ilegal conforme a las propias leyes que rigen el Parlament de Cataluña. También aclaraba que la Guardia Civil es un cuerpo creado en el siglo XIX a semejanza de la Gendarmería francesa.

La fierté o amor propio es el rasgo que considera más característico de España la escritora, traductora y miembro de la Academia francesa, Florence Delay. Autora del libro Puerta de España, que presentó Manuel Arroyo en la Residencia de Estudiantes, Delay enfatiza que ella habla en sus clases de España de una manera universal, no peninsular. “Puede que las pasiones sean más fuertes aquí, o yo lo veo así porque soy francesa”. ¿Y cuál es el fallo más común entre quienes se ocupan de analizar lo que aquí pasa o ha pasado? Responde que su énfasis en las ideas y falta de interés en el sentido común: “Se ocupan más de Don Quijote que de Sancho”.

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Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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