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La primera universidad budista de Europa se construirá en una aldea de Galicia

El monasterio Chu Sup Tsang se encuentra en Ventoselo, a 20 km de Ourense

Mai Montero
Visita del 'lama' Gueshe Tenzing Tamding al monasterio budista Chu Sup Tsang en Ventoselo (Ourense).
Visita del 'lama' Gueshe Tenzing Tamding al monasterio budista Chu Sup Tsang en Ventoselo (Ourense). ÓSCAR CORRAL

A 20 minutos de Ourense se encuentra Ventoselo (San Amaro), una aldea gallega que desde hace nueve años es uno de los puntos de referencia para todos los interesados en el budismo. Allí se erige desde 2008 uno de los templos budistas más importantes de España y de Europa, y no porque sea el más grande o el más nuevo, sino porque este lugar es el único que imparten estudios de filosofía budista de nivel avanzado y que aspira a convertirse en la primera universidad de occidente.

Chu Sup Tsang es el nombre del monasterio, que en tibetano significa fuente inagotable de sabiduría. Allí rodeadas de 30.000 m2 de bosque viven en este momento dos monjas gallegas que decidieron abandonar sus anteriores vidas y dedicarse a la meditación y al estudio. El complejo lo forma una antigua casa gallega con elementos tibetanos de 400 m2 que también cumple las funciones de hospedería con varias habitaciones y comedor para unas 60 personas. Y una gompa o sala de meditación. En la próxima fase del proyecto esperan construir una biblioteca, que contenga 30.000 volúmenes de textos dedicados al budismo y otras religiones para los investigadores que quieran estudiar allí, una sala de meditación más amplia y una estupa, que es un edificio dedicado al culto.

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Berta Pérez, de 43 años, hace dos que se consagró monja y cambió su nombre por Tenzing Ngeyung. Antes era funcionaria del ayuntamiento de Ourense y compaginaba este trabajo con actividades solidarias y de comercio justo. Ngeyung asegura que descubrir el budismo no fue como ver “lucecitas” de repente, pero resume su búsqueda espiritual con el sentimiento que le produjo acercarse a esta filosofía: “Fue como llegar a casa”.

La rutina de estas dos monjas comienza a las 6.00 todos los días. Hay tres comidas, a las 8.00, las 13.00 y las 20.00, aunque en muchas ocasiones no cenan si deciden hacer voto de ayuno. Siempre se come en silencio. El resto del tiempo, además de una hora que dedican a hacer la limpieza de las instalaciones, lo emplean en el estudio y la traducción de textos del tibetano al español.

Durante todos los fines de semana, Ngeyung da charlas a las personas que se acercan hasta el templo para interesarse por el budismo. Antes tienen que haber contactado a través de teléfono o redes sociales. Esta actividad es gratuita y los interesados no tienen por qué tener conocimientos previos de esta filosofía. “No hay ningún fin de semana que no haya venido nadie, cada vez se acerca más gente. Personas que lo están pasando mal, que sienten curiosidad o que están buscando un sentido a sus vidas. Para nosotros lo importante es la gente se vaya sintiéndose bien y se lleven consigo uno de los principios en los que se basa el budismo: nada permanece, ni el sufrimiento ni la felicidad, así que no hay que hundirse porque todo pasa”, explica Nyegung.

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Desde el inicio de este proyecto también se puso en marcha un programa piloto de estudios avanzados del que ya se han llevado a cabo nueve de los diez cursos previstos. El encargado de impartirlos por orden del Dalai Lama es el lama o monje Gueshe Tenzing Tamding, que visita las instalaciones tres veces al año en compañía de dos maestros más de su comunidad. Él es el director espiritual del monasterio e impulsor de este proyecto que se financia a través de una fundación. “Todas las donaciones son de discípulos y de practicantes budistas. Nuestro lama dirige 20 centros en España además de este y otros muchos alrededor del mundo. Las donaciones más importantes vienen de países de Asia como Singapur, Taiwán o Malasia…”, matiza Nyegung. Estos cursos no son gratuitos, rondan los 50 euros por persona y día, incluyendo hospedaje y manutención. La monja resalta que otra característica especial de estos estudios es que antes su contenido no era accesible para ninguna persona laica ni occidental y ahora sí. “Por primera vez estas enseñanzas salen de los monasterios de Asia, antes no existían en español”.

La imagen más curiosa se produce en los meses que el lama y los monjes se trasladan de la India y el Tibet a Ventoselo y pasean por la localidad de San Amaro de apenas 1.000 habitantes. Elena García, de 28 años y gerente del restaurante Lembranza, es testigo de esta peculiar escena todos los años. “Cada vez vienen más turistas de muchísimos países, es un boom. La gente del pueblo al principio era reacia y veían raros a los monjes que van siempre vestidos con sus túnicas. Ahora cuando se ven se dan abrazos”.

García recuerda que la primera vez que los monjes se acercaron a la localidad visitaron su negocio y solo consumieron té. “Yo no sabía que eran veganos, así que me extrañó mucho al principio que no pidiesen nada más y como al principio tampoco hablaban español casi no nos entendíamos”, comenta. Para la hostelera la llegada de los monjes al pueblo ha sido una experiencia muy positiva. “Estamos encantados de que estén aquí, hace que la gente mayor abra su mente y también es un revulsivo para la economía del pueblo. Esperemos que sigan muchos años más”, concluye.

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Sobre la firma

Mai Montero
Es editora de portada en el equipo digital de EL PAÍS y escribe reportajes para otras secciones. Antes trabajó en otros medios como Periódico Magisterio, especializado en educación, y en Cambio16. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS, actualmente cursa el Grado de Derecho en la UNED.

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