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La fosa de los maestros

Comienza la exhumación de los profesores fusilados en Cobertelada en 1936, entre ellos Francisco Romero, amigo de Machado

Rosario G. Gómez

Un edicto publicado en el diario Abcen abril de 1943 y firmado por el juez en funciones de primera instancia de Girona solicitaba información sobre Francisco Romero Carrasco para acreditar su muerte. Además de sus referencias de filiación, como dato relevante el texto exponía: “Se supone fallecido el día 31 de agosto de 1936, en Soria”. En realidad, Romero fue asesinado junto a otros cuatro maestros y un mendigo por un grupo de falangistas en Cobertelada, una pequeña población a 45 kilómetros al sur de la capital soriana, y enterrado en una fosa común. Tenía 57 años. Mañana, la asociación Recuerdo y Dignidad y la Fundación Aranzadi, embarcadas en la recuperación de la memoria histórica, iniciarán la exhumación de los cuerpos a los que un grupo de campesinos dieron sepultura clandestinamente en un árido paraje conocido como Los Tomillares hace 81 años.

Nacido en Santa Marta (Badajoz), Romero era catedrático en la Escuela Normal (antigua Escuela de Magisterio) y junto a Antonio Machado y otros intelectuales abanderó la Universidad Popular de Segovia, que estrechó lazos con la Residencia de Estudiantes y las Misiones Pedagógicas. Dirigió las colonias de la Institución Libre de Enseñanza y estudió Metodología de las Matemáticas en Francia, Bélgica y Suiza. En 1933 publicó un libro sobre Los procedimientos de cálculo mental y de cálculo escrito rápido.

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Con su amigo Machado —que le dedicó el Epitalamio para las bodas de Francisco Romero— compartió pensión y tertulia. Estaba, como el poeta, comprometido en la difusión de la cultura y las enseñanzas útiles a los trabajadores. Machado tenía experiencia. Había ganado por oposición una plaza de catedrático de instituto en Soria para impartir clases de francés y, de forma desinteresada, prolongaba la actividad pedagógica a la Escuela de Artes y Oficios.

Con un propósito bien distinto al que hace 64 años movió al juez de Girona, Recuerdo y Dignidad y la Fundación Aranzadi buscan a los descendientes de Romero “para que puedan enterrar los restos de esta personalidad científica con sus seres queridos”. Su trágica muerte y la de otros maestros fue narrada en el libro La represión en Soria durante la Guerra Civil: “Al día siguiente de ser asesinados los vecinos de Berlanga [24 de agosto de 1936] (Soria) fueron sacados de la cárcel de Almazán cinco presos que, según los testimonios más solventes, fueron: don Eloy Serrano, maestro de Cobertelada, un catedrático cuyo nombre no se recuerda, dos maestros y un mendigo”. Pero a tenor de los expedientes penitenciarios consultados por Recuerdo y Dignidad la fosa albergaría a cinco profesores. Aquel terrible día fueron asesinados también los maestros de La Seca, Elicio Gómez Borque (23 años); de Ajamil, Hipólito Olmo Fernández (43 años), y de Perdiguera, Victoriano Tarancón Paredes (26 años).

El proceso sobre estas desapariciones forzosas se inició hace un año conforme a la Ley de Memoria Histórica con el respaldo de la juez y la fiscal de Almazán. Sin embargo, la fiscal jefe de Soria se opuso. Ahora, con el conocimiento del juez pero sin el amparo económico que debería otorgar la ley, ambas asociaciones memorísticas emprenden unas labores arqueológicas y forenses para cuya financiación recaudan fondos a través de su web recuerdoydignidad.org.

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Los trabajos comenzarán mañana en Calatañazor, donde según todos los indicios está enterrado el vicepresidente de la Diputación de Soria en 1936, Abundio Andaluz Garrido, activo miembro del Partido Republicano Socialista. Y posteriormente, el equipo se trasladará a Cobertelada. “Cada exhumación es una deuda que saldamos con el pasado y una garantía de futuro. Cuando alguien mata a un maestro está cometiendo un crimen contra toda la humanidad”, dice Iván Aparicio, presidente de Recuerdo y Dignidad.

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