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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Forcadell, soldado en estado de Twitter

El estado de normalidad decretado por Oriol Junqueras en sus entrevistas imposibles tiene excesivas excepciones

Juan Cruz
Carme Forcadell durante la celebración de la Diada.
Carme Forcadell durante la celebración de la Diada.Albert Garcia (EL PAÍS)

El estado de normalidad decretado por Oriol Junqueras en sus entrevistas imposibles (no se le puede preguntar, a él solo le gusta responderse) tiene excesivas excepciones. No es normal, por ejemplo, que la presidencia de un Parlamento utilice Twitter para zaherir a aquellos a los que representa pero que son sus adversarios políticos. Eso sucede con Carme Forcadell, la imperativa presidenta del Parlament, que manda a callar gritando y que también grita cada día, no una vez sino muchas, en la ya de por sí estridente riada social.

Es, con el caso de Venezuela, cuyo presidente decretó la composición que la Asamblea Nacional fuera de su partido, un hallazgo insólito, de Guinness, en el mundo occidental. Y claro que tiene émulos en países acostumbrados al ordeno y mando. Y a la burla. El verbo independentista, adornado ahora con la orla institucional, es la expresión por otros medios de su creencia fija en que hay buenos y malos. Ellos y nosotros. Los suyos y los demás, pobre gente descarriada. Españoles de siempre o españoles sobrevenidos, que son aquellos que no son fieles a su implacable distingo.

“El enemigo es España”, decía cuando tronaba en la ANC. Y ahora achica la voz solo cuando le habla a los suyos, y ella marca quiénes son los suyos no solo con el tono de voz. Lo grita en Twitter.

Veamos algunas de las recientes intervenciones tuiteras de esa primera figura de las instituciones catalanas. “La represión no se para, pero la solidaridad tampoco”, clamó cuando unos desalmados llamaron cualquier barbaridad a Anna Gabriel, sostén de la Generalitat. Barbaridades cercanas a esas se escucharon, o se leyeron, contra Inés Arrimadas y con Andrea Levy, pero en este caso no recibieron igual amparo. Porque no son sus sostenes, acaso. La presencia de la Guardia Civil en imprentas sospechosas de colaborar con el referéndum considerado ilegal sí que es “malversación de fondos”. La mujer que le dijo a uno que tenía al lado, y que tampoco era su sostén en el Parlament, “¡cállese!”, escribió: “Nos negamos a ser censores, nos negamos a ser un TC en miniatura”. Y antes había asegurado, feliz de sí misma: “No se puede debatir, no se puede votar, no se puede informar y no se puede hacer un acto. ¿Qué será lo siguiente?” Lo siguiente ocurrió en su propio estadio: una alto cargo de Educación fue separado de su puesto quizá por “razones obvias”, como dijo Ada Colau. De eso ni informó, ni abrió debate, la presidenta del Parlament de tots els catalans.

Ella proclama que “ni la intimidación ni las amenazas nos podrán retirar la sonrisa”. Al otro lado, y eso lo refleja en su cuenta de Twitter, siempre en estado de servicio, están la Fiscalía al servicio del “Estat español per complir amb l´estrategia de la por”. La por, ya saben, el miedo, cuya fábrica está en Madrid y alrededores.

Forcadell es un instrumento esencial de la democracia, la que le corresponde a aquellos a los que ella defiende. A los que ella no defiende los ataca. En Twitter es implacable. Su compasión se guarda para su propia causa. Así que esa figura tan parlamentaria, el amparo, se sustituye en su lenguaje por la burla o el ataque. Lleva tiempo en Twitter pero en el uso de esas armas actúa firme, siempre al servicio de los suyos. Como un soldado en perpetuo estado de Twitter.

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