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El Atlántico como máquina perfecta para crear huracanes

Además del Irma, el Centro Nacional de Huracanes de Miami tiene avisos por el Katya y el José

Fotografía tomada desde el satélite GOES-16 que muestra al huracán Irma (izquierda) y al huracán José, el pasado 7 de septiembre.
Fotografía tomada desde el satélite GOES-16 que muestra al huracán Irma (izquierda) y al huracán José, el pasado 7 de septiembre.EFE

Mientras muchos estamos deseando la llegada de las primeras bajadas de temperatura propias del otoño, al otro lado del charco están viviendo el apogeo de la temporada de huracanes. Tras las consecuencias catastróficas de Harvey en Houston la última semana de agosto, la atmósfera sobre el Atlántico parece no dar tregua.

Posicion de los huracanes Katia, Irma y Jose el jueves 7 de septiembre
Posicion de los huracanes Katia, Irma y Jose el jueves 7 de septiembreCNH

Esta semana, el Centro Nacional de Huracanes (CNH) situado en Miami, responsable de la monitorización y las predicciones de los huracanes en esta área, tiene activados avisos por tres huracanes simultáneamente: Irma, Katya y José. Aunque el protagonismo se lo está llevando el primero, por su virulencia, el huracán Katya, que afecta al golfo de México, es de categoría 1 en la escala de Saffir-Simpson (tiene un máximo de cinco categorías), con vientos sostenidos de unos 130 kilómetros por hora. Tras el paso de Irma por las islas del Caribe, parece que se dirige hacia esa zona José, un huracán de categoría 2 que mantiene vientos de 180 kilómetros por hora.

Temperatura de la superficie del agua del mar que Irma tiene en su trayectoria
Temperatura de la superficie del agua del mar que Irma tiene en su trayectoriaEarth Observatory NASA

Katya y José parecen poca cosa frente Irma, uno de los huracanes de categoría 5 más recientes en el Atlántico. Ha batido el récord de vientos sostenidos, con 297 kilómetros por hora durante 33 horas consecutivas. Al superar la barrera de los 180 kilómetros por hora, el CNH lo considera un gran huracán.

Otro de los indicadores de la virulencia de un huracán es la baja presión de su ojo, es decir, donde el viento se detiene. Irma alcanzó los 914 hPa en su centro, e inmediatamente antes de su paso por Barbuda, los vientos eran de 240 kilómetros por hora. Seis minutos más tarde, con su llegada, se produjo una calma total. Los vientos más intensos se han registrado en un radio de 90 kilómetros desde el ojo y decrecen a los típicos de una tormenta tropical, en el entorno de los 120 kilómetros por hora, en un radio de 250 kilómetros desde el centro.

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Además de las consecuencias de los fuertes vientos, las grandes cantidades de precipitación pueden producir inundaciones y corrimientos de tierra. Las grandes olas generadas por Irma, combinadas con la marea alta, pueden inundar amplias zonas costeras.

La presencia de este tren de huracanes parece estar causada por la combinación de varios factores, siendo el más destacable las aguas anormalmente cálidas del Atlántico. Los huracanes se generan cerca del Ecuador, donde las aguas cálidas transmiten su calor al aire favoreciendo su ascenso. Estos ascensos de aire dan lugar a áreas con una presión baja, similares a las borrascas de nuestras latitudes, que facilitan la organización de tormentas. Este tipo de sistemas, al apartarse del paralelo cero y habitualmente en dirección oeste, pueden adquirir movimiento rotatorio y seguir intensificándose.

El aire sobre aguas sobrecalentadas será el aporte de combustible que propicia su fortalecimiento, y solo se debilitarán al tocar tierra o si las corrientes a diferentes alturas de la atmósfera lo desmoronan. Es algo similar a una olla con agua caliente en el fuego. Si mantenemos el fuego encendido, el agua se pondrá a hervir, y veremos cómo el vapor asciende en vertical y hay una nube de vapor justo encima de la olla. Si generamos una corriente abriendo una ventana, la nube se dispersa por el resto de la cocina.

Aunque el calentamiento global está produciendo un aumento de la temperatura de los océanos, lo que supone un aumento del combustible de huracanes, aún no existe evidencia científica en que ello conduzca a aumento en su intensidad o frecuencia.

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