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Juana Rivas dice que no volverá a Italia y pide otra vez apoyo a la justicia española

La mujer describe a su expareja como un hombre extremadamente celoso y relata un maltrato continuado que empezó a los meses de conocerse

Pilar Álvarez
Juana Rivas, con chaqueta negra, el pasado martes en los juzgados de Granada.
Juana Rivas, con chaqueta negra, el pasado martes en los juzgados de Granada. PEPE MARIN (EL PAÍS)
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Juana Rivas, la madre granadina de 36 años que permaneció más de un mes escondida con sus hijos, había enviado cartas y había hablado entre lágrimas en ruedas de prensa antes de ocultarse. Pero hasta este miércoles no había salido a relatar lo vivido junto a su expareja, el italiano Francesco Arcuri, condenado por maltrato en 2009 y recién trasladado a Carloforte con los dos menores, después de que una sentencia firme y el ultimátum de una juez obligaran a Rivas a entregárselos.

“Le pido a la justicia española que no me manden a Italia”, ha dicho Rivas a las cámaras en una larga entrevista de más de una hora con pausas con Ana Rosa Quintana. “Que venga la juez y vea que la justicia es injusta”, ha dicho. Rivas augura “un machaque” de su expareja si vuelve a la isla italiana en la que convivieron entre 2013 y 2016. “Mi pretensión de escapar y estar escondida era para que me escuchasen”, ha añadido sobre su huida el pasado 26 de julio, cuando debía entregar a sus hijos en un punto de encuentro.En España, hay un proceso penal abierto contra ella por sustracción de menores y desobediencia a la justicia. Y en Italia, a mediados y a final de octubre, tiene dos citas también en los tribunales para dirimir la custodia de sus hijos, que provisionalmente tiene Arcuri en estos momentos.

Rivas ha relatado cómo intentó alertar de su maltrato en Italia –una de las complicaciones que ha tenido su intrincado procedimiento judicial es que la denuncia la interpuso en España, tras escaparse de la isla italiana de Carloforte-. Asegura que vivía casi como una esclava, con días que transcurrían entre “lavar sábanas, hacer las habitaciones y de todo". "Tengo dos hernias de cargar la leña embarazada de siete meses”. Intentó explicar a conocidos que estaba sufriendo maltrato. “Me decían: 'Juana, no te metas ahí, los trapos sucios se lavan en casa”. Su hijo mayor, de 11 años, está “destrozadísimo”, añade y ha reiterado, como dijo el martes ante las puertas del juzgado, que no ha podido hablar con los menores desde que se marcharon a Italia porque asegura que Arcuri no se lo ha permitido. Los abogados del italiano han confirmado que es así.

Escuchar a su hijo

Los delitos por los que está siendo investigada pueden conllevar pena de cárcel. Rivas asegura que no tiene miedo a ir a prisión. “He vivido en una cárcel con este hombre, he estado tres años en la cárcel allí”. Pero sí se planteó abandonar su encierro para no perder la patria potestad de sus hijos. “Pensaba que alguien iba a mirarlo, si es tan grave lo que he hecho, alguien se parará a leer todo lo que ha pasado”.

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En los últimos días que permaneció oculta y nada más salir, Rivas reclamó reiteradamente que la justicia española “escuchara” a su hijo mayor, de quien se incluye una valoración psicológica en la primera sentencia que le condenaba a devolverlos, ya en diciembre, en la que se indicaba “como la principal figura de referencia y de vinculación afectiva en la actualidad. El vínculo con su padre es positivo”.

“Mi hijo entraba en pánico, se agarraba a la pared, se daba golpes, se tiraba al suelo”, ha relatado este miércoles la mujer. La orden judicial para que entregue a sus hijos al padre se basa en el Convenio de la Haya sobre sustracción de menores que España ha ratificado. Arcuri la denunció y se activó el procedimiento. Rivas ha revelado que ella también le denunció en unas vacaciones en las que se llevó a su hijo mayor cuatro meses (en lugar del mes y medio que le correspondía) pero que entonces los tribunales no tramitaron su denuncia. El empeño de Rivas en que se vuelva a escuchar a su hijo, esta vez por psicólogos especializados en violencia de género, se basa en el artículo 13B del citado convenio, que señala que se puede paralizar la entrega “si existe un grave riesgo de que la restitución del menor lo exponga a un peligro grave físico o psíquico".

Rivas ha relatado que los malos tratos comenzaron en Londres, donde se conocieron en 2004 y se fueron a vivir juntos a los dos meses. Ella le dijo que quería viajar a España de vacaciones. “Él empieza a decirme insultos muy fuerte en italiano, me caían lágrimas y lágrimas. Llevábamos muy poco tiempo”, ha relatado. Según Rivas, su intención al marcharse a España de vacaciones era no volver pero al llegar a Granada, se hizo un análisis y supo que estaba embarazada. Su familia ni siquiera sabía aún que tenía novio.

La primera condena

Arcuri niega que “jamás” le pusiera una mano encima a su expareja. Según su explicación, la primera condena de 2009 – tres meses de cárcel y un año y tres meses de alejamiento- la aceptó “en contra” del criterio de su abogado para poder ver a su hijo, sin que mediara violencia de por medio, sino una discusión de pareja. Rivas ha relatado este episodio explicando que Arcuri era un hombre extremadamente celoso que no quería que saliera a la calle ni que estuviera con otras personas. “La única manera de salir era que él no se diese cuenta”, ha dicho. Y así lo hizo. Al volver, “era de madrugada, las cinco o las seis. Me coge del pelo y me empieza a dar golpes por toda la casa, con insultos muy fuertes. Me decía que le dijera el nombre del hombre con el que había estado. Mi hijo lloraba, me llamaba todo el tiempo”. Se marchó a la tienda que regentaba entonces y asegura que una amiga la obligó a ir al médico y que fue el facultativo el que interpuso la denuncia que acabó con una condena.

La pareja se separó tras aquel episodio. Arcuri relató a este periódico que se saltaron la orden de alejamiento. Rivas ha explicado este miércoles que él le mandó “tres cartas de amor” en ese tiempo. “Accedí a escucharlo cuando se acabó el alejamiento porque me insistió mi hijo”. Y asegura que volvió después de que él se desplazara a Granada y se portara “como un ángel” durante un mes. Ella se sentía sola y tenía problemas económicos, ha explicado. Arcuri le prometió cumplir uno de sus sueños, un hotel rural en plena naturaleza. Se volvió a quedar embarazada enseguida.

En Carloforte se “recrudecieron los malos tratos físicos y psíquicos”, según el relato de la mujer. “Ocurría por cualquier motivo (…) Me encontraba de los pelos así [se coge el pelo hacia arriba] y en los azulejos dándome golpes”. Preguntada sobre si hubo testigos de las palizas, Rivas ha respondido: “No, ha habido testigos de golpes e insultos”.

Tras casi tres años de convivencia, huyó con sus hijos a España. En junio de 2016, comenzó a ser tratada por el centro de la mujer de Maracena como víctima de malos tratos. Puso una denuncia a los dos meses de llegar, en julio de 2016. Rivas asegura que tenía miedo de hacerlo, pero que se decidió tras hablar con su familia y después de que en el centro le alertaran de que era una forma de proteger a sus hijos. La juez la rechazó en un primer momento señalando que no tenía jurisdicción.

El Estatuto de la Víctima, de 2015, recoge que “en España podrán presentar ante las autoridades españolas denuncias correspondientes a hechos delictivos que hubieran sido cometidos en el territorio de otros países de la Unión Europea”. Si deciden no darle curso, deben remitirla “inmediatamente” a las autoridades del Estado competente. La denuncia ha tardado más de un año en ser traducida y enviada a Italia.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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