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Los gurús del tiempo

El mes de agosto era considerado antaño la clave para la predicción del tiempo del año siguiente. Hoy, las fuentes de datos son otras

La bola de cristal que los meteorólogos usamos para registrar la horas de sol
La bola de cristal que los meteorólogos usamos para registrar la horas de solMª Victoria Fernández Arboleya (Wikipedia)

La evolución del ser humano ha tenido una estrecha relación con la naturaleza. El conocimiento de la evolución del tiempo y los posibles riesgos que podría acarrear eran una tarea esencial. La llegada de un fenómeno meteorológico adverso para la agricultura, la navegación o la propia vida en los asentamientos urbanos podía causar enormes daños e incluso acabar con civilizaciones.

La observación del tiempo y sus cambios permitía a agricultores, pastores y pescadores actuar como los gurús en la predicción de la temperie.

Dentro de los métodos ancestrales de “adivinación meteorológica” existe uno que utiliza el mes de agosto como oráculo del año venidero. Este sistema ancestral, conocido en muchos lugares como Las Cabañuelas, o Las Témporas en otros, asigna a cada día del mes de agosto la capacidad de representar un mes del año siguiente. La base del método es la observación de fenómenos meteorológicos como la forma de las nubes o la dirección del viento. También se registran los cambios en el sol, la luna y los comportamientos animales durante los días 1 al 12 de agosto. Estos primeros doce días permiten al experto una primera estimación, que se precisa con observaciones similares los días 13 al 24 con Las Cabañuelas de retorno o retornadas.

¿Por qué el mundo necesita meteorólogos?

Si bien la necesidad agudiza el ingenio, este método esotérico de predicción meteorológica a largo plazo carece de validez científica alguna.

Pese a ello, los meteorólogos sí estudiamos, por ejemplo, el comportamiento y la actividad de los seres vivos relacionados con los cambios de tiempo estacionales. La fenología es la rama de la ciencia destinada a estos estudios, registrando periodos de floración, ciclos reproductivos, migraciones de aves… Estos ciclos biológicos permiten identificar modificaciones en los patrones meteorológicos que configuran el clima y los cambios, antropogénicos o por causas naturales.

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La influencia de la Luna en el tiempo es mínima, salvo la que de forma diaria produce las mareas por atracción gravitacional de una gran masa de agua. También la atmosfera, al ser un fluido con gran masa, sufre los efectos de la Luna con una marea atmosférica periódica, pero con efectos totalmente despreciables desde el punto de vista meteorológico.

La actividad del sol, al ser la fuente energética que produce el movimiento de la atmosfera sí tiene efectos en el clima. Hay que tener en cuenta que las variaciones de la radiación solar que recibimos son muy pequeñas. Los cambios son de menos del 1%, pero pueden llegar a contribuir en la mitad del calentamiento global observado desde 1860 y hasta un tercio del observado a partir de 1970. Este tipo de cambios son de escala climática. En cambio, un eclipse total como el acaecido en partes del globo el pasado 21 de agosto produce una disminución de la radiación casi total, una disminución de la temperatura y un aumento de la humedad relativa.

La interrelación y retroalimentación de todos los componentes del sistema climático hacen que las predicciones y estudios tengan cada vez más en cuenta todos estos complejos procesos. Los científicos confiamos en el análisis de un gran volumen de datos que nos proporcionan los nuevos gurús: los superordenadores.

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