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ATENTADOS 17-A
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El terror y la broma infinita

No todo es motivo de risa, o al menos no lo es el hijo de la Tomasa ni su forma de hablar

Reír es saludable, pero no siempre. Por ejemplo, no es saludable reírse de otros, y sobre todo del mal de otros. Tampoco es saludable reducir a risa aquello que requiere reflexión, sensatez, seriedad, silencio. Y estamos ante una de esas circunstancias. Lo que ha ocurrido estos días en Barcelona y en Cambrils es un asunto que convoca al estupor, ya se sabe, pero no sólo: obliga esa estupefacción a considerar a todas las partes de la horrible ecuación como elementos de una gravedad extrema. Tú no te ríes cuando estás llorando.

El enemigo no se rinde, o no deja la maldad, porque tú te rías de él. Reír es una mueca que, si carece de contenido, se queda en la sorda expresión de la tontería. Ahora se considera heroico reírse de los asesinos, como si el alma de éstos sufriera por la risa, como si se detuviera su dedo de acetona porque haya un país riéndose del lado salvaje de esta historia.

Y como se considera heroico reír, seguir riendo, para que no ganen otra batalla los malevos, esto se ha llenado de risas. ¡Para que no digan que han ganado! Han causado dolor, no hay risa que valga. La risa no es un arma de combate. Es un refugio de la memoria, pero no hay que celebrar la risa cuando no hay motivo de burla sino de escarnio.

El detonante de esta carcajada tonta ha sido ese muchacho de historia triste, alma de fanático y cara de ángel que, además, habla andaluz, o árabe y andaluz, o los dos acentos juntos, o un galimatías con el que amenaza otra vez a España con las bombonas de gas. Imaginen que hubiera hablado alemán, o sueco, o inglés, cualquiera de esos idiomas que no han sido marcados aún por la sospecha o por la broma. Y no lo ha dicho en árabe, ese estigma, o no completamente. Lo ha dicho en lo que le queda del habla andaluza. Entonces la gente se ha partido de reír. ¡Ja, habla andaluz! Como si hablar andaluz fuera, digamos, cosa de broma, cuando fue cosa de Federico García Lorca, por ejemplo, aquella voz dramática de España, sus ojos helados ante la metralla de otros fanáticos.

Los estudiosos han alertado sobre la naturaleza de la lengua de la que se ha armado ISIS esta vez. Que esto es más serio: esa voz apunta a un objetivo, cuidado, dicen analistas con experiencia internacional, esa flecha está ardiendo y nos sigue apuntando. Pero una zona de la cara de España se está riendo: ¡chico, si habla andaluz el chico de la Tomasa! Un nadie.

Y tanto se ha puesto de moda el asunto que esa risa, en forma de gifs, memes y otras delicadezas de las redes, se multiplica hasta llegar a los tops del trending topic. La madre de Rafael Azcona, escritor de cine y de comedias, decía en las sobremesas de posguerra, cuando se reían en casa los amigos: “Ya pagaremos esas risas”. Esta broma infinita con la que ahora queremos reducir el terror a la nada la pagaremos; es decir, la seguimos pagando. Pasa con la risa: mientras ríes no aprendes de lo que te está pasando.

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