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Nacer durante el fuego

Los primeros vecinos evacuados por el incendio de Yeste, ya estabilizado, vuelven a sus casas

Un técnico inspecciona una zona quemada en la ladera de La Parrilla, donde se inicio el incendio de Yeste.Foto: atlas | Vídeo: Samuel Sánchez / ATLAS
J. J. Gálvez

Amada Ruiz, de 81 años, tenía cinco cabras cuando abandonó el pasado domingo su casa de Moropeche, una aldea de apenas un centenar de habitantes evacuada ante el avance del incendio de Yeste (Albacete). Pero al regresar este miércoles a su hogar, se ha topado con una sorpresa: ahora suma siete. "Una ha parido mientras estábamos desalojados. Al llegar, nos hemos encontrado con dos nuevos cabritillos", exclama la octogenaria, mientras recorre el establo donde resguarda a su burro Nano, a media docena de ovejas y a "un buen puñado" de gallinas y conejos.

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Los animales se quedaron atrás la pasada semana, cuando la Guardia Civil sacó a los vecinos a todo correr del pueblo. "Un bombero, amigo de la familia, ha venido a darles agua y comida estos días", remacha la mujer, que esta mañana, cuatro jornadas después, se ha convertido en uno de los primeros vecinos en volver: "El susto aún lo tengo metido en el cuerpo. Estoy temblorosa. Yo había dejado una vela encendida, dentro de un cubo de hierro, para que Dios nos ayudara. Y así lo ha hecho".

Según ha informado el Gobierno de Castilla-La Mancha, los vecinos de las aldeas de Mesones, Majadacarrasca, Tejeruela y Moropeche han podido regresar a las ocho de la mañana de este miércoles a sus viviendas. "La climatología y la humedad han ayudado mucho durante la noche. Estamos avanzando en los trabajos", ha adelantado al mediodía el viceconsejero de Medio Ambiente, Agapito Portillo, apenas unas horas antes de que, a las cinco menos veinte de la tarde, la comunidad autónoma anunciara un paso importante en los trabajos de extinción: la acotación completa del incendio: "Son 32 kilómetros de perímetro". "Y ya se ha estabilizado", ha apostillado a las nueve el Ejecutivo regional, que calcula que las llamas han arrasado 3.300 hectáreas de monte.

El fuego ha dejado, por ejemplo, un sombrío escenario en las laderas de la montaña donde se incrusta La Parrilla, área en la que comenzó el incendio el pasado jueves. Aquí, los helicópteros refrescan la zona con continuas descargas de agua, pequeñas columnas de humo salen de algunos tocones —la base de los árboles que queda en el suelo después de que los efectivos los corten para evitar la propagación de las llamas—, y el gris de los puntos carbonizados comparte escenario con el verde de los pinos y matorrales que han sobrevivido. "Hay que tener especial cuidado con estos árboles, porque son zonas de potencial retorno. Si salta alguna chispa puede volver a reavivarse", explica un técnico mientras recorre las carreteras restringidas al tráfico por la Guardia Civil.

Amada Ruiz, de 81 años, en la cuadra de su casa en Moropeche (Albacete).
Amada Ruiz, de 81 años, en la cuadra de su casa en Moropeche (Albacete).Samuel Sánchez
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En toda esta comarca, la "angustia" de los primeros días ha dejado ya paso a la esperanza. El humo que había inundado las aldeas durante las jornadas anteriores se ha disipado. Y de las 445 personas desalojadas ya solo 40 se encuentran acogidas en las localidades de Yeste y Molinicos, a las que pertenecen las pedanías afectadas. Muchos de los evacuados, que estaban de vacaciones en los municipios a los que todavía no se puede regresar, han preferido volver a sus ciudades de origen. Otros esperan en casas de familiares y vecinos.

"Aquí se ha volcado todo el pueblo con nosotros. ¡Hasta las llaves nos han dado!", cuentan Vicenta y José Luis, un matrimonio de 70 años de Torre-Pedro. El pasado jueves los sacaron de allí a toda prisa. "Por la mañana vimos una pequeña columna de humo a unos ocho kilómetros. Pero el incendio se extendió y por la tarde irrumpió la Guardia Civil gritándonos que saliéramos rápido, que venía el fuego hacia nosotros", cuenta la mujer, mientras apura los últimos minutos en el improvisado comedor montado en el Consistorio de Molinicos.

Pedro García, de 74 anos, revisa cómo se encuentran sus conejos tras volver a Moropeche.
Pedro García, de 74 anos, revisa cómo se encuentran sus conejos tras volver a Moropeche.Samuel Sánchez

La pareja decidió no marcharse a Elche, donde vive durante la mayor parte del año, para no abandonar al perro y a los periquitos, que se quedaron en la casa tras la evacuación. Muchos otros vecinos también tuvieron que abandonar a sus animales.

"¡Aún tienen agua y comida!"

Como Pedro Jiménez, de 74 años, que acaba de desembarcar en Moropeche tras cuatro días fuera. Ha pasado estas jornadas en Hellín, donde vive su hija. "El domingo venía de regar el huerto cuando me dijeron los agentes que teníamos que irnos", recuerda, mientras camina con sus dos nietas hacia la casa donde guarda a las gallinas y conejos. Desde que se fue no los ha visto. Nadie los ha alimentado durante este tiempo. "¡Están bien! ¡Aún tienen agua y comida!", exclama tras abrir las puertas y revisar todo. A su alrededor corretea Luca, el perro, que también se quedó en la aldea tras el desalojo. A pocos metros, Pilar, otra vecina, de 90 años, celebra que las casas se encuentren "intactas". El fuego se ha quedado lejos, pero Moropeche se había inundado de humo los días previos a la evacuación. "Y, cuando nos fuimos, íbamos muy asustados. No sabíamos bien qué ocurría", recuerda.

Casi 300 efectivos trabajaban en la tarde de este miércoles en la extinción del fuego, con el apoyo de una docena de medios aéreos. La previsión es que por la noche las labores sigan solo desde tierra. "Pero lo peor parece que ha pasado", sentencia Amada Ruiz a las puertas de su casa. Ya de vuelta.

Confinados por precaución

La humareda fue lo que empujó a los servicios de emergencias a desalojar algunas aldeas afectadas por el fuego, según relatan técnicos antiincendios. Y el Gobierno regional decretó el "confinamiento" de Molinicos el domingo. "Ante las posibles afecciones por inhalación de humo", subrayó la Consejería de Medio Ambiente, que trasladó a los vecinos varias recomendaciones: no salir de casa; cerrar las puertas, ventanas y toda la ventilación de las viviendas, incluidos los aires acondicionados y chimeneas; y tapar los depósitos de agua y cisternas que estuvieran en el exterior. La medida se levantó en la noche del martes y fue el prólogo de la vuelta de los primeros vecinos a sus casas por la mañana. Por la tarde, el Gobierno regional ha avisado que también pueden regresar los residentes de las aldeas de La Rala, El Pardal, Casas del Collado, Cañada Morote y Las Hoyas.

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Sobre la firma

J. J. Gálvez
Redactor de Tribunales de la sección de Nacional de EL PAÍS, donde trabaja desde 2014 y donde también ha cubierto información sobre Inmigración y Política. Antes ha escrito en medios como Diario de Sevilla, Europa Sur, Diario de Cádiz o ADN.es.

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