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Mis recuerdos

Soledad Becerril, Miquel Roca Junyent, Iñaki Anasagasti y Alfredo Pérez Rubalcaba rememoran esos días

Soledad Becerril en el Congreso en 1979. Fue diputada en cuatro legislaturas alternativas desde 1977 hasta 2011.
Soledad Becerril en el Congreso en 1979. Fue diputada en cuatro legislaturas alternativas desde 1977 hasta 2011.Marisa Flórez
Soledad Becerril

La vida parlamentaria española, que se inicia en junio de 1977, es el resultado del pacto político y social que los españoles quisieron y supieron llevar a efecto. Las Cortes Generales fueron la sede desde la que se diseñó y levantó toda una arquitectura constitucional que nos equiparaba a las democracias más avanzadas.

En el Parlamento se supo dialogar, negociar, transigir y acordar. Todos cedieron y entre todos se edificó algo que parecía imposible: construir un Estado social y democrático de derecho.

En el suelo del claustro de la catedral de Ávila está el modesto y sencillo enterramiento de quien fuera entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez. Sobre la piedra, una inscripción dice así: “La concordia fue posible”.

La sesión parlamentaria del día 23 de febrero de 1981 fue interrumpida de forma violenta, con estrépito, pistolas y metralletas. El coronel Tejero pretendió dar un golpe de Estado y, para ello, secuestrar el Congreso de los Diputados. Los allí reunidos nos quedamos primero, atónitos, y luego expectantes, tras saber algunas noticias del exterior, de cómo podría concluir aquel dramático y grotesco espectáculo. En mi despacho, como secretaria de la Cámara, pude contemplar la imagen de un joven guardia civil que dormía, con su fusil en el suelo.

Entre todos se edificó algo que parecía imposible: construir un Estado social y democrático de derecho
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La democracia pudo continuar su camino. Se derogaron leyes, se aprobaron nuevos códigos y se alcanzaron pactos económicos y sociales. El rey don Juan Carlos y el presidente Adolfo Suárez jugaron papeles que resultaron imprescindibles en todo este trayecto. Otros muchos españoles contribuyeron.

Luego, la vida parlamentaria continuó con legislaturas más calmadas o más tensas, pero siempre con respeto a la democracia representativa y al principio de que las Cámaras son la representación de la soberanía popular. Hoy, hay quienes creen que existen otros sistemas políticos mejores, que apelan al caudillismo e ignoran la clave del sistema: la separación de poderes. Esto supondría retroceder a tiempos que mejor no repetir.

Miquel Roca Junyent
Miquel Roca i Junyent y Manuel Fraga (d), dos de los siete ponentes constitucionales, en el debate de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados.
Miquel Roca i Junyent y Manuel Fraga (d), dos de los siete ponentes constitucionales, en el debate de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados.Marisa Flórez

Diputado entre 1977 y 1995.

Primera sesión del Congreso de los Diputados después de las elecciones del 15 de junio de 1977. Estamos ocupando democráticamente los escaños que los procuradores franquistas habían invadido después de la Guerra Civil, desahuciando a los últimos diputados de la República. Emoción, nervios, inseguridad. ¿Será verdad lo que está pasando?

Se procede a constituir la Mesa de Edad que deberá presidir inicialmente la sesión. Desde sus altos escaños en la bancada del PCE descienden solemnemente, lentamente, Dolores Ibarruri, La Pasionaria, y Rafael Alberti, que la acompaña en sus pasos vacilantes. La Cámara guarda silencio, pero cuando ambos coinciden con el resto de los llamados a constituir aquella Mesa de Edad, alguno de ellos, vinculado a los orígenes del franquismo, y toman todos ellos posesión de sus sillas, todos los diputados prorrumpen en aplausos.

Hace 40 años; la memoria se diluye pero los sentimientos siguen siendo los mismos. Y, sobre todo, el compromiso

Allí está la imagen más fiel del fin de la dictadura; de su inutilidad, de su fracaso, de la imposibilidad de negarle por más tiempo a la voluntad popular la soberanía de sus decisiones. Ha costado mucho llegar hasta aquí; muchos esfuerzos, mucha represión, mucha libertad perdida. Pero, al final, la guerra ha terminado de verdad. Ahora empieza la difícil tarea de construir la libertad, de todos y para todos.

Hace 40 años; la memoria se diluye pero los sentimientos siguen siendo los mismos. Y, sobre todo, el compromiso. “Aquello” valía la pena y, hoy, 40 años después sabemos que solo la fidelidad al mismo espíritu nos dará fuerza para seguir construyendo futuro.

Iñaki Anasagasti
Iñaki Anasagasti, Portavoz del Partido Nacionalista Vasco (PNV), habla con Alfredo Pérez Rubalcaba en su escaño en octubre del 94.
Iñaki Anasagasti, Portavoz del Partido Nacionalista Vasco (PNV), habla con Alfredo Pérez Rubalcaba en su escaño en octubre del 94.Ricardo Gutiérrez

Diputado entre 1986 y 2004 y senador desde 2004 hasta 2015.

En vez de un momento, recuerdo telegráficamente estos seis:

El consejo de Xabier Arzalluz para calmar mis nervios de debutante como portavoz del PNV ante la investidura de Felipe González de 1986. Me sugirió que me imaginara a Fraga, Suárez, González, Guerra… en calzoncillos. “Son todos iguales”, me dijo.

La investidura de Aznar del año 2000 con mayoría absoluta. El portavoz socialista era Luis Martínez Noval, a quien el candidato ninguneó. Me eligió entonces a mí para masacrarme. Mirando a la televisión quiso unir PNV con violencia. Me sorprendió. Un año después, me saqué la espina.

Durante la guerra de Irak, Aznar no quería ir al Congreso. Los portavoces de los grupos quisimos entonces entrevistarnos con el Rey como jefe de las Fuerzas Armadas. No nos recibió. Bajé a la tribuna y pregunté: “Además de para dar la mano, ¿para qué sirve el Rey?”. Me dijeron de todo pero fui el primero.

Carme Chacón nos llevó a Mombasa (Kenia), saliendo a las seis de la mañana y volviendo a las nueve de la noche para conocer in situ la Operación Atalanta. Quedamos para el arrastre

En 2005, el lehendakari Juan José Ibarretxe fue con su plan al Congreso. Zapatero y Rajoy se pusieron de acuerdo y ni lo admitieron a trámite. ”Si vivimos juntos tenemos que decidir juntos”, dijo Zapatero. ”Para vivir juntos tenemos que preguntar si queremos vivir juntos”. Un diálogo de sordos memorable.

Sobre la negociación de las transferencias se podría escribir una enciclopedia. Recuerdo haber negociado con Alfredo Pérez Rubalcaba la gestión de las aguas para la Comunidad vasca en hora y media a cuenta de una presidencia del PNV de la Comisión de Investigación del caso Mariano Rubio. Al poco, Mariano Rajoy, en una comparecencia solicitada por este motivo, le puso a bajar de un burro a Rubalcaba por negociar de esa manera.

Y, en misiones militares, Carme Chacón como ministra de Defensa nos llevó a Mombasa (Kenia) en un avión militar, saliendo de Torrejón a las seis de la mañana y volviendo a las nueve de la noche para conocer in situ la Operación Atalanta en el Índico. Quedamos para el arrastre.

Alfredo Pérez Rubalcaba
Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro Portavoz de la Presidencia del Gobierno, habla con Ángeles Amador, ministra de Sanidad, durante el Debate del Estado de la Nación en 1995.
Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro Portavoz de la Presidencia del Gobierno, habla con Ángeles Amador, ministra de Sanidad, durante el Debate del Estado de la Nación en 1995.Marisa Flórez

Diputado entre 1993 y 2016.

Tenía 25 años. Daba clases de química orgánica mientras trabajaba en mi tesis doctoral. Y desde 1974 militaba en un pequeño partido, Convergencia Socialista, que pocos meses antes de las elecciones del 15 de junio de 1977 se había integrado en el PSOE.

En estos mismos días hace ahora 40 años andaba de estreno: como para el resto de los españoles, era mi primera campaña electoral. Conducía los fines de semana junto a unos amigos una desvencijada camioneta —marrón, no lo olvidaré nunca—, con una megafonía lamentable, a través de la cual nos dirigíamos a los ciudadanos pidiendo el voto para la candidatura Senadores para la Democracia. Estaba integrada por Mariano Aguilar Navarro, del PSOE; Manuel Villar Arregui, de la Federación de la Democracia Cristiana, y Joaquín Satrústegui, de la Alianza Liberal. Por la noche dejaba la camioneta y pegaba carteles. Después me estrené en las urnas con mi primera credencial de interventor, que lucía con una mezcla de orgullo e incredulidad.

Desmantelar el régimen franquista se me antojaba una tarea de titanes, y no había día en el que no pensara que todo podía volver atrás

Porque la verdad es que no las tenía todas conmigo. Desmantelar el régimen franquista se me antojaba una tarea de titanes, y no había día en el que no pensara que todo podía volver atrás, que en cualquier momento nuestro sueño podía acabar siendo una pesadilla. Pero, sobre todo, quería vivir en una democracia. La experiencia de la clandestinidad me llevaba invariablemente a Churchill: “La democracia es el sistema político en el cual cuando alguien llama a la puerta de la calle a las seis de la mañana, se sabe que es el lechero”. Deseaba, entre otras muchas cosas, dejar de escudriñar el BOE para conocer el nombre y el currículo de los mandos militares.

Como tantos jóvenes de izquierdas por aquellos días, había coqueteado con partidos revolucionarios. Y me había convencido de que esa no era la vía. Que la igualdad y la libertad eran las dos caras de la misma moneda. Porque la igualdad sin libertad había conducido en muchos países a la dictadura. Y la libertad sin igualdad jamás acaba con la injusticia. Por eso me hice socialista democrático. Y ahí sigo.

Aunque en aquellos días de junio de 1977 ni se me pasaba por la cabeza, después he pensado muchas veces lo distinta que habría sido mi vida sin Franco. Porque la tarea de recuperar las libertades nos llevó a muchos a una actividad, la política, muy alejada de la profesión que habíamos elegido. Es muy probable que quienes hoy tienen 40 años jamás se planteen esta cuestión, y es bueno que sea así. Lo que no conviene es que olviden que lo que se hizo, lo que entre todos hicimos, después de esa histórica jornada de 1977 fue un logro extraordinariamente difícil. Un logro del que debemos sentirnos legítimamente orgullosos.

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