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El misterioso robo del Cervantes de Estambul

El director del instituto denuncia la sustracción de 30.000 euros en joyas y objetos personales que guardaba en una caja para armas

Andrés Mourenza
Instituto Cervantes de Estambul.
Instituto Cervantes de Estambul.

Los hechos ocurrieron a mediados de abril. Pero nadie ha encontrado aún una explicación razonable para entenderlo. El día 13 de dicho mes el director del Instituto Cervantes de Estambul, Pablo Martín Asuero, notificó a la policía que habían desaparecido de una caja de seguridad del centro joyas y otros objetos de valor de su propiedad cuyo monto ascendía a unos 30.000 euros.

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Qué hacían unas joyas tan valiosas en una caja del Instituto Cervantes es uno de los interrogantes sobre el caso. Porque la caja en cuestión es una taquilla de seguridad que se encuentra a la entrada del centro cultural y que se utiliza habitualmente para que quienes visitan el instituto dejen a buen recaudo armas blancas o pistolas y no accedan con ellas al edificio. No hay pruebas de que el día de autos alguien forzase dicha caja, por lo que las primeras sospechas recayeron en los guardias de seguridad que custodian el centro día y noche. La policía les tomó declaración y se les llamó a comparecer ante el fiscal instructor que se ha hecho cargo del caso.

Martín Asuero (San Sebastián, 1967), director del Cervantes de Estambul desde 2012, inculpó a los cuatro guardias de seguridad que tenían la llave de repuesto de la caja. “Es falso. Resulta imposible que nosotros hayamos abierto la caja, porque, como las cajas de seguridad de los bancos, se abre con dos llaves: una que tenemos nosotros y otra que posee el director”, se defiende uno de los trabajadores de seguridad, que pide ocultar su nombre: “Aquel día, el director bajó y se llevó una especie de cofre que había en el interior de la taquilla. Lo subió a su despacho y nos dijo que había metido algo, pero no el qué. Ni siquiera sabemos si es verdad que dentro había joyas como dijo. Lo guardó en la taquilla y se marchó. Al cabo de cinco minutos regresó y ordenó abrirla a un compañero. Luego, cuando los agentes de policía tomaron las huellas dactilares, por supuesto encontraron las de ese compañero, porque el director le había ordenado abrirla. Parece que tenía un plan o algo así para culparnos”.

La policía se ha llevado las cintas de las cámaras de seguridad del instituto y hay un proceso judicial en marcha para esclarecer lo ocurrido. Por otro lado, el director del centro cultural español ha ordenado rescindir el contrato a la empresa de seguridad y los guardias jurados han sido despedidos con fecha del próximo 1 de julio porque, según la tesis de Martín Asuero —que se ha negado a responder a las preguntas de EL PAÍS—, habían sido ellos los autores del robo.

“Llevamos años trabajando aquí. Jamás hemos tenido una queja ni se ha dudado de nuestra honestidad. Todos tenemos un expediente sin mácula. ¿Por qué el señor director nos acusa ahora de ladrones sin ninguna prueba?”, se queja el guardia, quien asegura que el visionado de las imágenes de seguridad probará su inocencia: “Queremos denunciar al director por difamación, pero no podemos porque tiene inmunidad diplomática”.

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El asunto no pasaría de un suceso y de un cruce de acusaciones que dilucidará la justicia de Turquía si no fuese porque el Instituto Cervantes, un organismo público dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores español, ha tenido que hacer frente a varios gastos ligados a estos hechos, pese a que se trata de la propiedad de un particular.

Por ahora, 5.000 euros

Según fuentes del centro cultural, el monto asciende por ahora a 5.000 euros. “¿Se le van a exigir responsabilidades al señor Martín Asuero por el uso indebido de los recursos de seguridad del centro así como por todos los gastos y perjuicios que para el Instituto Cervantes se están derivando del mencionado asunto? Y, en su defecto, ¿quién va a asumir los gastos ocasionados?”, pregunta la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras de Exterior en una misiva dirigida a Rafael Rodríguez-Ponga, secretario general de la institución.

A los empleados del Instituto Cervantes les molesta especialmente que dichos gastos lleguen en un contexto en que los recortes presupuestarios han provocado que se reduzca la compra de nuevo material para el centro y libros para la biblioteca y que se inste a utilizar la fotocopiadora con cuentagotas.

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