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El juicio del caso Gürtel

“Es una falsificación de mi firma, me han usado”

La pintora argentina Isabel Mackinlay insiste en que cobró por simular un contrato de compraventa de arte para Bárcenas

La pintora y restauradora argentina Isabel Mackinlay.Foto: atlas
Fernando J. Pérez

Su testimonio, hace cuatro años, fue decisivo para que el juez Pablo Ruz enviara a la cárcel a Luis Bárcenas. Este miércoles, Isabel Mackinlay, pintora argentina, ha reiterado en el juicio del caso Gürtel –mediante una videoconferencia plagada de problemas desde Buenos Aires- que cobró 1.500 dólares (1.342 euros al cambio actual) por simular dos contratos de compraventa de obras de arte con el extesorero del PP. Estos contratos, fechados en 2004 y 2006, habían sido utilizados por Bárcenas y su esposa, Rosalía Iglesias, para justificar el origen de 560.000 euros.

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La operación fue supuestamente urdida por Edgar Patricio Bel, abogado uruguayo de Bárcenas. La artista, no obstante, ha negado que la firma estampada en esos contratos a su nombre sea la suya. “Esto es una falsificación de mi firma. Patricio ha abusado de mí con estos señores y no solamente han abusado, me han usado y eso está muy feo”.

La pintora, que ha declarado como testigo, ha manifestado que el abogado Bel, antiguo amigo suyo y abogado del también extesorero popular Ángel Sanchís, le pidió “un trabajito” como favor personal. Ese servicio consistió en firmar dos documentos en los que ella figura como intermediaria en la venta de las obras a cambio de 1.500 dólares.

Mackinlay, especializada en la restauración de paños de oro en iglesias, se hizo pasar como marchante de arte intermediaria entre la esposa de Bárcenas, Rosalía Iglesias —que ejerció de supuesta vendedora—, y un comprador de identidad desconocida. Esta treta permitió a la mujer del extesorero ingresar en su cuenta 560.000 euros que en realidad pertenecían ya a su marido.

El primer contrato recogía la compraventa de dos tablas del siglo XV y autor desconocido —La circuncisión del Niño y La Presentación del Niño en el Templo—. Por su falsa labor, Mackinlay recibió 1.000 euros. Este contrato se firmó en las oficinas bonaerenses de Patricio Bel. Según la restauradora, el testaferro le dijo que actuaba por orden de su jefe, Ángel Sanchís, que no podía figurar en la operación.

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Posteriormente, Bel contactó de nuevo con la pintora para proponerle un cambio en el contrato. A cambio de 500 dólares más, se retiraban del documento las dos tablas anónimas del siglo XVI y se sustituía por un bodegón del pintor napolitano Giuseppe Recco. En esta operación, según el testimonio de la artista argentina, participaron Bel, Sanchís y un “tercer hombre”, que no se presentó. Mackinlay supo después que se trataba de Luis Bárcenas al verlo en los medios de comunicación.

La declaración de Mackinlay sirvió para imputar a Bárcenas un delito de estafa procesal y fue decisiva para que, el 27 de junio de 2013 el entonces juez instructor Pablo Ruz enviara a prisión al extesorero. La coartada de la compraventa de obras de arte como origen de su fortuna se ha visto puesta seriamente en entredicho durante el juicio del caso Gürtel. El pasado 7 de marzo, Rosendo Naseiro, también extesorero popular negó, como sostenía Bárcenas, que hubiera realizado operaciones de mercadería artística con este. “No he tenido relaciones comerciales con él: Luis Bárcenas no era marchante de arte ni cosas de esas ni invertía en arte”, manifestó entonces Naseiro. Según su declaración como testigo, Naseiro autorizó a Bárcenas a decir que compraba cuadros con él para justificar “ante sus amigos y compañeros” su fortuna: “Él me utilizó, me utilizó”, señaló.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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