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ALMA GUILLERMOPRIETO / Trayectoria profesional

“No podemos escondernos de la realidad en este tiempo oscuro”

Alma Guillermoprieto recibe el premio de manos de Fran Llorente.
Alma Guillermoprieto recibe el premio de manos de Fran Llorente.Samuel Sánchez

Entre las muchas cosas que un periodista puede llegar a conocer, sostiene Alma Guillermoprieto (México, 1949), hay una que siempre se le escapará: el futuro. Ahí encuentra esta sólida reportera un motivo para la esperanza. “Uno no escoge esta profesión por el dinero o la fama, sino porque le gusta, y aunque sintamos por momentos que es un esfuerzo inútil, no sabemos qué pasará con la semilla que plantamos. No podemos escondernos de la realidad en este tiempo oscuro”, apuntaba poco antes de recoger el galardón que reconoce la excelencia de su carrera.

En los años setenta esta mexicana formada como bailarina junto a Martha Graham y Merce Cunningham, empezó a mandar notas sobre la insurrección en Nicaragua que fueron publicadas (y cortadas sin miramientos) por The Guardian. “La danza te enseña a fracasar y la reportería está llena de fracasos, de entrevistas que no lograste, y cosas que dejaste de escribir”, reflexiona la autora de La danza en el espejo.

Desde aquel improbable principio Guillermoprieto no ha cejado en su empeño por elaborar un retrato de la realidad latinoamericana lleno de matices. Con su prosa clara y su gusto por el detalle exquisito ha dejado su huella en las páginas de The Washington Post, The New Yorker y The New York Review of Books. En esta última publicación trabajó para el legendario editor Robert Silvers, recientemente fallecido, y de quien destaca “su curiosidad intelectual inabarcable y fuerza moral”.

El tiempo convulso que atraviesan los medios de Estados Unidos desde el desembarco de Donald Trump en la Casa Blanca preocupan a Guillermoprieto. También el acercamiento de este presidente a “dictadorzuelos”. “En México ya pasó el susto. Está claro que es un payaso pero con armas nucleares”.

La periodista está vacunada contra la pomposidad y la soberbia. “Ese enamorarse de un personaje y querer defenderles se cura con reportería. Cuánto más reporteas más descubres y más puedes matizar. Esta es la balanza ética del periodismo, y creo que por eso es tan complicado ser columnista”, señala, antes de hablar de su próximo trabajo (“una indagación más íntima sobre la violencia en Colombia y el horrendo sistema de clases”) y conectarlo, sin saltos abruptos, al prendedor, fabricado por un desplazado colombiano, que pensaba lucir en la gala.

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