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La última vida de Raquel Gago

La policía local condenada por el asesinato de Isabel Carrasco presenta un recurso de amparo al Constitucional: “Me estoy muriendo en vida”, dice desde prisión

Raquel Gago, a su llegada al centro penitenciario de Mansilla de las Mulas (León), en una imagen de archivo. Vídeo: declaraciones de Gago justo antes de entrar en prisión.Vídeo: ATLAS
Manuel Jabois

El 12 de mayo de 2014 la policía local Raquel Gago se fue después de comer a tomar un té a casa de su amiga Triana Martínez en el piso que la joven compartía en León con su madre. Lo hicieron en la cocina, y Raquel se despidió porque tenía que asistir a un taller de manualidades. Una hora después, Raquel se encontraba en la calle Lucas de Tuy conversando con un vigilante de la ORA cuando apareció Triana y le dijo "tienes el coche abierto".

Minutos después Raquel Gago supo que Triana Martínez y su madre, Montserrat González, habían sido detenidas por el presunto asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León. González le había descerrajado dos disparos en la espalda y uno en la nuca a Carrasco. Raquel Gago no contó nada a nadie. Ni siquiera el té que había tomado en casa de las asesinas horas antes. Al día siguiente, ella, su hermana y una amiga trataban de introducir una bicicleta en el coche cuando Raquel cogió algo que estaba en el suelo de los asientos traseros. Era un bolso; dentro de él se asomaba la culata de un arma. Llamó a un policía, amigo de la familia, en estado de shock.

Esos hechos son admitidos por Raquel Gago, condenada a 14 años de prisión por el asesinato de Isabel Carrasco, y el jurado popular que la condenó. Es la versión con la que está de acuerdo todo el mundo. Con una diferencia: para Raquel Gago y su nuevo abogado, Santiago Torres, es la prueba de que Gago no sabía que Triana y su madre iban a matar a Isabel Carrasco. Para el jurado y para el Supremo, es la prueba de que Raquel Gago fue parte del plan para el asesinato de Carrasco.

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La sentencia dice, literalmente, que Raquel Gago contribuyó al crimen "con una aportación no esencial o decisiva, es decir de forma prescindible e innecesaria para la ejecución de dicha muerte". Se trata de un veredicto que no da cuenta de la motivación que llevó a Raquel a participar del asesinato de la presidenta de la Diputación de León en el centro de la ciudad a las cinco de la tarde. Si Raquel lo hizo, nadie sabe por qué. Si Raquel lo hizo, pudo haber elegido no hacerlo porque su participación, dice la sentencia, era "innecesaria".

- He llevado miles de casos y no he visto una cosa igual. Por eso lo he aceptado —dice su abogado defensor, Santiago Torres, el exjuez de Marbella que envió a Gil a prisión.

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"Si tuviese a Triana delante le preguntaría si realmente quería que yo pasase por lo que estoy pasando, que es morir en vida", dice Raquel Gago. Gago, que ha respondido desde la cárcel a un cuestionario de EL PAÍS, pasa sus días ayudando en el módulo de enfermería, visita el gimnasio para hacer bicicleta estática y también está en un taller de maquetación, donde trabaja con madera. "Yo sabía", dice, "que Triana le deseaba a Isabel Carrasco cualquier cosa mala que le pasase. No de su madre porque yo con su madre no tenía relación. Pero sí sabía de Triana que se alegraría si a Isabel Carrasco la atropellase un coche o enfermase de un cáncer". Carrasco destruyó, según Montserrat y Triana, la carrera de ésta última, motivo por el cual la mataron.

El abogado de Raquel, Santiago Torres, ha presentado un recurso de amparo al Tribunal Constitucional. En ese documento, que no ha sido todavía admitido a trámite, dice que el veredicto presenta varias contradicciones, entre ellas la que refiere a una condena por asesinato si la participación de la condenada era prescindible. Advierte también que después del veredicto el tribunal del jurado, el de Apelación y el del Supremo corrigieron las apreciaciones de los hechos para que la sentencia tuviese sentido, y todo ello negando el derecho a intervenir de Raquel Gago. Pero, sobre todo, el abogado Torres insta en el Constitucional a pronunciarse sobre las "pruebas indirectas".

Las pruebas indirectas son las que han llevado a Raquel Gago a prisión. El té en casa de las asesinas es, para el jurado, una reunión conspirativa para ejecutar el plan; para Raquel, un té para contarse la vida. La presencia de Raquel en la calle Lucas de Tuy es, para el jurado, la prueba de que estaba esperando a que Triana le diese el arma; Raquel, sin embargo, defiende que estaba allí esperando a que abriese una tienda de manualidades con horario irregular (la empleada dijo en el juicio que era así porque su madre está enferma, y que otros días Raquel había llegado a esperar en la zona una hora a que abriesen). Para el jurado Raquel pudo haber movido el bolso con el arma, pues esa noche subió una amiga al asiento trasero de coche y no la vio; para Raquel, el bolso con el arma estuvo siempre debajo del asiento del copiloto, donde lo encontró. Y sobre el mutismo de Raquel, policía al fin y al cabo, durante treinta horas, el jurado entiende que demuestra su participación mientras que la condenada dice que se quedó en shock y sin saber cómo reaccionar.

Todos están de acuerdo en los hechos, pero una de las interpretaciones de esos hechos ha dejado a Raquel Gago en prisión. "Las pruebas indirectas sirven para condenar a una persona cuando son unívocas, cuando no hay otra posibilidad de que no haya cometido el crimen", dice Torres, defensa de Raquel. "Si haber tomado un té con Triana en casa —la madre estaba en el salón— y estar en la calle en el momento en que la hija aparece con el bolso demuestra que Raquel participó en el asesinato, cualquiera podría estar ahora en la cárcel". La policía local de León fue condenada por asesinato sin ninguna prueba directa. De ahí la sorpresa cuando el juez del tribunal, Carlos Álvarez, obvió el veredicto del jurado popular —que la consideró culpable de asesinato— y la absolvió de ese delito. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León corrigió a Álvarez: 12 años de cárcel. El Supremo le aumentó dos años por tenencia ilícita de armas.

¿Por qué el juez Álvarez no atendió al veredicto del jurado popular? Lo justificó él mismo en la sentencia: nunca debió haber preguntado al jurado sobre el asesinato directamente, sino sobre los hechos probados que podrían llevar a deducir esa conclusión penal. En el documental Muerte en León, de Justin Webster, el magistrado reconoce que los hechos probados pueden someterse a muchas hipótesis distintas a la del asesinato, y él mismo elabora una: "Imagínate que a esta mujer la citan allí a las cuatro de la tarde a tomar café. Imagínate que la hija le dice: '¿Oye que vas a hacer esta tarde? El lunes es el cumpleaños de mi madre es el lunes y quiero comprarle un regalo'. Que eso Triana lo dijo en el juicio. '¿Te importaría quedar conmigo un momento para comprarle un detallito a mi madre y para que no lo vea te lo dejo en el coche? Ya me lo darás después".

La defensa de Raquel Gago pone el foco en el momento clave: cuando la joven se encontraba haciendo tiempo en la calle Lucas de Tuy, según la sentencia para esperar a recoger el arma. Es el momento en que Raquel se dirige a un vigilante de la ORA que conocía y entabla con él una conversación. Los dos hablan antes, durante y después de que Triana pase por allí con el arma y le pregunte a Raquel si su coche está abierto. "Es la primera vez", dice Torres sobre Raquel Gago, "que veo a una cómplice de asesinato asegurarse de que haya un testigo presente en el momento en que ella participa en el plan. O sea: en lugar de adoptar todas las precauciones, se asegura que haya alguien que vea cómo Triana deja la pistola en su coche".

El entorno de Raquel Gago tiene claro algo que le han ido repitiendo sus letrados: si se hubiese desembarazado del arma, hoy no estaría en la cárcel. La pregunta que la ha perseguido en el juicio es la misma: si era inocente y no tenía nada qué esconder, ¿por qué no contó inmediatamente que había estado con las asesinas en su casa una hora antes de crimen? ¿No se arrepiente de eso? "No me puedo arrepentir de eso", dice a EL PAÍS, "porque fue algo involuntario, algo que hice sin ser consciente de lo que significaba. En mi cabeza sólo existía el hecho de que no me podía creer lo que había pasado, que no podía haber sucedido, que no podía ser cierto". Hay más dudas, por ejemplo la exculpación definitiva de Triana un año después. ¿Llegaron a verse en el juicio? "Yo no quise verlas. En ningún momento. Por suerte estaban detrás de mí y no tuve que hacerlo". Su amistad con Triana fue una de las cosas que más llamó la atención en el juicio: se llamaban varias veces al día pero no se contaban cosas demasiado íntimas. Triana, por ejemplo, no sabía que Raquel tenía una relación secreta con un hombre casado y Raquel desconocía que Triana tuviese relación con alguien del PP: "Esto yo lo he sabido ya cuando estaba en prisión. Sí sabía fuera que se relacionaba con gente del PP pero nunca supe con quiénes".

Desde que fue detenida, Raquel Gago no ha dejado de escribir. Muchas de sus notas las tomó durante el juicio y después. Este periódico ha accedido a varios de esos folios manuscritos que la condenada por el asesinato de Isabel Carrasco tomó en el banquillo y en la cárcel. "Parece que el TSJ ya da por hecho que participo sin saber por qué", escribe subrayando la palabra participo, escrita en mayúscula. "Lo primero, no participo. Segundo: si no participo, ¿cómo voy a saber por qué?".

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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