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Los leones del Congreso entran en el hemiciclo

Fotos, lenguaje malsonante, insultos, camisetas reivindicativas...Los modos han cambiado en el Parlamento

Diego Cañamero y Rafael Catalá en el Congreso.Vídeo: Jaime Villanueva / EPV
Ana Lorite

“El debate ha terminado; se levantan los diputados de sus escaños; desalojan las damas y yo también me pongo en pie y me marcho a la calle, como si saliera del teatro, pensando en esta agradable comedia titulada El debate político que se ha de representar todos los años”. Esto escribió Azorín el 5 de febrero de 1904 en una de sus crónicas parlamentarias. 113 años después, se sigue hablando de la actividad parlamentaria como espectáculo, pero no como “agradable comedia” sino como circo, según Rafael Hernando (PP), cuyos modos también fueron objeto de críticas en otras ocasiones. 

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Los comportamientos de algunos diputados desde que en enero de 2016 se estrenaron los nuevos partidos en el Congreso y su forma diferente “de hacer política” han provocado el hartazgo de algunas formaciones. PP, PSOE y Ciudadanos han elevado su protesta contra lo que consideran actitudes que sobrepasan los límites del decoro. Y han pedido que se preserve el respeto a las formas en la Cámara que representa a todos los españoles. “La actividad parlamentaria no es teatro”, dice Elena López de Aretxabaleta, jefa de prensa y comunicación del Parlamento vasco. “En la Cámara vasca no se permiten ni los aplausos, para evitar la algarabía y que se jalee el insulto”.

El decoro, pues, ha entrado en el debate parlamentario, aunque la acepción varía según quién la utilice. Para unos se trata de “respetar las formas”, para otros de “no ser corrupto”. Fotos, lenguaje malsonante, insultos, camisetas reivindicativas, gesticulaciones... Los modos han cambiado.

Pautas del reglamento de la Cámara

Artículo 16. Los diputados están obligados a respetar el orden, la cortesía y la disciplinaria parlamentarias.

Artículo 71. Cuando la alusión [de un diputado] afecte al decoro o dignidad de un grupo parlamentario, el presidente podrá conceder a un representante de aquél el uso de la palabr

Artículo 103. Los diputados serán llamados al orden cuando profirieren palabras o vertieren conceptos ofensivos al decoro de la Cámara o a sus miembros, de las instituciones o de cualquiera otra persona o entidad.

Artículo 106. Cualquier persona que en el recinto parlamentario, fuese o no diputado, promoviere desorden grave con su conducta de obra o de palabra, será inmediatamente expulsado. [Si es diputado, será además suspendido en su cargo por plazo de hasta un mes].

La Mesa del Congreso acordó el martes que el diputado de Podemos Diego Cañamero sea reprendido por Ana Pastor, presidenta de la Cámara, por acercarse al escaño del ministro Rafael Catalá en actitud intimidatoria portando dos carteles, uno con la imagen de Iñaki Urdangarin y otro con la del líder sindical encarcelado por agresión Andrés Bódalo. El diputado de Podemos pedía explicaciones por la libertad del primero y la prisión del segundo. Cañamero ha esgrimido su libertad de expresión y ha advertido de que seguirá haciendo cualquier cosa que esté dentro de la normalidad democrática.

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Pero, ¿dónde está el límite? “La libertad de expresión en la Cámara tiene una connotación especial ya que, por motivos históricos, está especialmente reforzada y protege al Parlamento como lo que se llamaba en la época medieval espacio de paz, sostiene el letrado de las Cortes Manuel Fernández-Fontecha, que alerta sobre pasar de la palabra al acto: en el caso de Cañamero, a la intimidación. “Un acto como el del diputado de Podemos es inédito en el parlamentarismo español”, afirma. Y por aquello de las similitudes con las artes escénicas, pone como ejemplo que gritar “¡fuego!” en el teatro, si no es cierto, no está amparado por la libertad de expresión al tratarse de una acción conminatoria o intimidatoria.

¡Respeto a las Cortes! Así resume el letrado el principio fundamental por el que deben regirse políticos y ciudadanos. Una posterior, y breve, encuesta improvisada en las inmediaciones del Congreso permite concluir que la palabra respeto es la más utilizada por la gente, en nombre de quien actúan los parlamentarios. “¡Qué feo eso de me la suda!”, dice una anciana simpática que no quiere dar su nombre mientras toma un café. El “me la trae floja, me la suda” del líder de Podemos, Pablo Iglesias; la retahíla de insultos —“mamporrero, lacayo, mafioso, gánster”— que el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, dedicó el miércoles al exjefe de la Oficina Antifraude de Cataluña Daniel de Alfonso, son los últimos ejemplos. Y, antes, aquel “tahúr del Mississippi” que Alfonso Guerra le espetó a Adolfo Suárez, el “váyanse a la mierda” que José Antonio Labordeta dedicó a la bancada popular o el grito —“¡qué se jodan!”— de la diputada del PP Andrea Fabra dirigido a los parados.

Fernández-Fontecha afirma que en el hemiciclo siempre ha habido debates broncos, descalificaciones y protestas, y recuerda como especialmente dura, “durísima”, la primera investidura de Adolfo Suárez en 1979. “Hubo constantes interrupciones, llamadas al orden, descalificaciones por no dar la cara, fue muy bronca, pero no recuerdo un ataque directo ni un paso al acto”. López de Aretxabaleta sostiene que cada Parlamento debe “marcar su estela” y recuerda que la Cámara vasca expulsó al parlamentario popular Carlos Iturgaiz por insultar a Joseba Azkarraga.

Hablar claro

¿Qué ha cambiado entonces para que sus señorías hagan un llamamiento al decoro? Según algunos, la exposición mediática. Dolores Sánchez González, profesora de la UNED, jurista y protocolista, incide en el componente mediático medido ex profeso como mensaje hacia determinado segmento de población, descontento con las instituciones. Opinión que comparte el ciudadano Roberto Villa, de 57 años: “Podemos utiliza la actividad parlamentaria para reforzar su entidad como movimiento y superar al Parlamento. Todos sus actos, que se difunden luego en las redes y en los medios, son acogidos por mucha gente como ejemplo de hablar claro”.

Germán Olmeda, estudiante de Ciencias Políticas de 18 años, comparte el uso del lenguaje coloquial, las nuevas formas y su transmisión directa a las redes: “Esa teatralización y códigos socio-lingüísticos que está utilizando Podemos son un guiño a la ciudadanía para acercarse a ella y evitar que la desafección política forme parte del día a día”.

El uso de la indumentaria como transgresión

La profesora de la UNED y experta en protocolo Dolores Sánchez recuerda que la supresión de los códigos de vestimenta en las Cortes llegó con la democracia, como fruto de una sociedad libre para vestir como corresponde según la ocasión.

En 2011, el entonces presidente del Congreso, el socialista José Bono, convirtió la vestimenta “decorosa” en su particular caballo de batalla, llegando a amonestar a su compañero de partido Miguel Sebastián por no utilizar corbata. Un lustro después, en enero de 2016, el Parlamento se llenó de atuendos informales: camisetas, fulares y algunas rastas. Los nuevos aires provocaron opiniones de todo tipo; sin embargo, la indumentaria no forma parte del actual debate del decoro parlamentario, sostiene el letrado de las Cortes Manuel Fernández-Fontecha.

"La transgresión indumentaria no es un problema. Se puede llevar una camiseta muy dignamente o vestir corbata e insultar", concluye Elena López de Aretxabaleta, responsable de comunicación del Parlamento vasco.

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Sobre la firma

Ana Lorite
Jefa de Sección de la Unidad de Edición Integral, ha trabajado en diversas secciones del periódico, fundamentalmente como editora. Licenciada en Filología Hispánica por la Complutense y posgrado en Documentación Digital por la Pompeu Fabra, fue subjefa del departamento de Documentación del diario.

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