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De mayor no quiero ser narcotraficante

Una entidad muestra a menores alternativas de vida a la venta de drogas en La Línea de la Concepción

Jesús A. Cañas
El médico Carlos de Sola, durante su intervención en el seminario antidroga.
El médico Carlos de Sola, durante su intervención en el seminario antidroga.Marcos Moreno

Demasiado tentador como para no verlo como una posible forma de ganarse la vida. Demasiado cercano como para no convertirse en un ejemplo. El narcotráfico parece ser la única actividad que no se resiente en La Línea de la Concepción (Cádiz), una ciudad de 63.100 habitantes donde casi un 35% de la población está en paro. Los profesores de colegios e institutos en las zonas más deprimidas de la localidad ya han dado la voz de alarma. A la inocente pregunta “¿y tu qué quieres ser de mayor?” más de un pequeño da una cruda y pragmática respuesta: “Yo quiero ser narco”.

Preocupados por el ejemplo que estaba cundiendo, la asociación de atención a personas en riesgo de exclusión social Nuevo Hogar Betania ha puesto en marcha sus Seminarios motivacionales. En ellos muestran a los menores testimonios de profesionales de éxito y de un extraficante “para quitarles de la cabeza la idea mitificada que tienen de lo que es un narco”, explica Manuel Cañestro, organizador de los encuentros. Casi 600 niños de entre 10 y 14 años (desde el tercer ciclo de Primaria hasta el primero de Secundaria) ya han pasado por estos encuentros. Proceden de centros en barrios con necesidades de transformación social, como San Bernardo, La Atunara o Las Palmeras.

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En las citas celebradas en el Palacio de Congresos de la localidad se enfrentan a testimonios de vida que rompen la idea que tienen en su entorno más cercano. “Ven que el vecino de al lado de su casa lo está haciendo, vive bien, tiene un buen coche y, encima, no ha ido a la cárcel”, relata Cañestro. “Pero esa vida no es así, el narcotráfico es un camino de muerte y perdición”, explica el extraficante Francisco Fernández. Sabe de lo que habla. De los 13 a los 30 años ejerció para el del clan de Los pelúos, una conocida familia del narcotráfico y la delincuencia con ramificaciones en diversas ciudades españolas.

“Empecé con tabaco de Gibraltar para conseguir dinero y fui a más, aunque nunca llegué a entrar en la cárcel”, explica el linense. “Dios me enseñó que lo que hacía no estaba bien”, apostilla. Ahora, 15 años después de esa revelación y con 43 cumplidos, lleva cuatro estudiando para convertirse en predicador de la Iglesia Evangélica. Él es el que se ha encargado de explicarle a los pequeños, en los dos encuentros celebrados hasta ahora, que ese modelo que ven en su entorno no es válido. “Por desgracia, en casi todas las familias de La Línea hay alguien o se conoce a alguien o que es narco o que está enganchado a la droga”, reconoce Fernández.

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El pasado viernes 31 de marzo casi 300 alumnos de cuatro colegios e institutos acudieron a la última cita del seminario. El silencio se hizo cuando Fernández se puso de pie y micrófono en mano habló bien claro a su joven público: “Yo era narcotraficante. Distribuía droga por España, hasta en Canarias. Traficaba con cocaína, chocolate o heroína, pero un día me di cuenta de que eso tenía que acabar”. No estuvo solo en el estrado antes los menores, otros linenses le acompañaban, cada uno con 15 minutos para relatar su ejemplo profesional.

La compositora y catedrática de Historia de la Música, Inmaculada Cárdenas, les destacó que “lo importante no es ser una estrella, sino ser feliz y quererse a sí mismos. El doctor especializado en el aparato digestivo, Carlos de Sola, les recomendó elegir bien sus amistades: “Lo que seáis de mayores vendrá en función de los amigos que escojáis en los próximos tres o cuatro años”. Por último, Raquel Ñeco, presidenta de Verdemar-Ecologistas en Acción en La Línea, les mostró la importancia del compromiso con la naturaleza y los valores.

Tras los discursos, los niños se lanzaron a preguntas tan certeras como atropelladas. La mayoría de las cuestiones fueron para Fernández. Hubo quien le preguntó por cómo llevó su madre que se dedicara al narcotráfico o porqué empezó desde tan joven en el negocio. “Por ambición”, espetó el estudiante para pastor antes de que incluso le preguntasen si llegó a “pagar fianza para evitar la cárcel”. “Sí que lo hice, he estado en la cárcel visitando a personas y eso es lo peor, allí, las horas se convierten en siglos”. Fernández espera que su testimonio sirva también para “hacer posible que La Línea sea un sitio que no solo sea conocido por la droga, sino porque hay personas que hacen cosas buenas y en eso los niños que vienen son fundamentales”, considera. De paso, se propone derribar otro mito más: “‘Los pelúos aquí tienen mala fama, pero que quede claro que también somos capaces de hacer cosas buenas”, añadió.

En Nuevo Hogar Betania se muestran contentos con el resultado de los encuentros. “Los niños se van con ideas distintas de las que traían”, relata Cañestro. Por eso, ya se están planteando repetir un nuevo seminario para el mes de mayo. Para ese entonces, mostrarán nuevos ejemplos de vida, aunque Francisco Fernández se muestra dispuesto a repetir. Cree que hablar claro y sin tapujos es la mejor forma de concienciar a unos menores que tampoco se cortan en preguntar, como dejó claro una menor el pasado viernes. “Cuánto ganabas cuando eras narcotraficante?”, le preguntó la niña, ante alguna media sonrisa de los adultos presentes. El exnarco no defraudó en su respuesta: “Lo que ganaba nunca lo veía porque tenía un elevado nivel de vida. Pero eso no puede ser una excusa para querer participar. Es dinero maldito”.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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