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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿A quién importan los estibadores?

El rechazo al decreto de la liberalización abre en canal la precariedad del PP y exagera los cálculos ventajistas del PSOE y de Ciudadanos

Los estibadores celebran el momento en el que se conoce el resultado de la votación.
Los estibadores celebran el momento en el que se conoce el resultado de la votación.Bernardo Pérez

Produce cierta ternura el entusiasmo con que los estibadores celebraron en el Parlamento el rechazo al decreto que iba a "liberizarlos". Sobre todo porque la conjura de Podemos, Ciudadanos y el PSOE no procede de la sensibilidad a sus reclamaciones, sino de la aversión estratégica a Mariano Rajoy. Y de los cálculos particulares que han engendrado una deprimente y coral irresponsabilidad política.

Forma parte de ella la negligencia del Gobierno en la maduración y el desenlace de las negociaciones, más todavía cuando la reacción en caliente al rechazo de la Cámara consistió en trasladar la amenaza de unas elecciones generales. Rajoy no acepta que gobierna en minoría. Utiliza los comicios como un instrumento de coacción. Y desmiente las aptitudes de gran negociador que le jaleaban sus hagiógrafos.

Sería una chiquillada, una temeridad, someter a los españoles a un nuevo ejercicio de estrés electoral. Y serían los estibadores un frívolo instrumento de chantaje. En todas las direcciones, pues el desplante de Ciudadanos y del PSOE en la sesión traumática de este jueves obedece al cinismo de sus ardides particulares.

Lo demuestra el cambio de posición arbitrario de Albert Rivera. Una veleta. Una flecha poco arraigada en el viento del desierto. Tenía decidido respaldar el decreto, pero no lo hizo porque necesitaba resarcirse del maltrato político al que lo estaba exponiendo Mariano Rajoy. No sólo restregándole el límite de mandatos. También apuntalando al presidente de Murcia.Y sustrayéndose al compromiso de organizar una comisión parlamentaria específica sobre la financiación ilegal del PP.

Mariano Rajoy ha abusado de Ciudadanos, se ha excedido en la relación sadomasoquista, probablemente porque el presidente del Gobierno se había fiado a la responsabilidad de Estado del PSOE en el periodo interino de la gestora. Le daba la razón al respecto el acuerdo del techo de gasto, la renovación del Tribunal Constitucional, el salario mínimo, la política energética, pero los estibadores han malogrado la armonía. Y no porque a los socialistas les sensibilicen las secuelas de reforma de la estiba que exige el Tribunal de Justicia europeo, sino porque el periodo excepcional de las primarias y del Congreso obliga a exagerar las distancias con el PP. Y desvincular a Susana Díaz del desgaste político que supondría identificarla como cómplice del decreto mariano, en cuanto presidenta de la Junta de Andalucía y referencia jurisdiccional de los puertos sometidos a mayores tensiones.

Es el contexto incendiario en que se antoja complejo un acuerdo en los Presupuestos. Y es reflejo de una epifanía que tarde o temprano tenía que asimilarse: Mariano Rajoy gobierna en minoría. Para escapar de ella no cabe mayor extravagancia que vengar otras elecciones generales.

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