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De símbolo del avance de la mujer a acosada por ser madre

Una de las primeras conductoras de autobús de Galicia sufre ocho años de calvario laboral desde que ejerció su derecho a adaptar la jornada para cuidar a su hija enferma

Sonia Vizoso
Nélida Pisco, una de las primeras conductoras de bus de Galicia, este miércoles en Santiago.
Nélida Pisco, una de las primeras conductoras de bus de Galicia, este miércoles en Santiago.óscar corral

Hubo un tiempo en que Nélida Pisco fue un símbolo del avance en los derechos de las mujeres. En 2006 se convirtió en una de las primeras conductoras de autobuses de Galicia y ese mismo año, como prueba de que la igualdad había agarrado por fin el volante, fue elegida por su empresa para escenificar con una comitiva de ufanas autoridades la puesta en marcha en Santiago de Compostela del primer servicio de transporte metropolitano. Cuando Pisco, poco después, tuvo una hija y ejerció su derecho al permiso de lactancia y la reducción de jornada, el progreso de cartón piedra se hizo trizas.

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De icono de la igualdad Pisco pasó en 2009 a ser acosada y despedida por ser madre. Algo intuyó ella cuando, al conocerse su embarazo de riesgo, llegaron a sus oídos ciertos comentarios de sus superiores. “Puede coger todo el tiempo que quiera porque por aquí no va a volver a trabajar”, cuenta ella que decían. Su niña nació prematura y con una enfermedad congénita que empequeñecía sus defensas, por lo que la lactancia materna se convirtió en fundamental para su supervivencia. Le negaron una jornada reducida y un horario adaptado a las necesidades del bebé y cuando los tribunales sí le reconocieron este derecho, su empresa, Hedegasa, SL, conocida como Autobuses de Calo, la echó a la calle.

La justicia obligó a la compañía a readmitirla en 2011, pero desde entonces sus jefes impusieron a su única trabajadora unas condiciones de castigo que la Inspección de Trabajo calificó de “psicoterrorismo” y que le han valido a Hedegasa una reciente condena firme por acoso laboral y moral. Durante un mes, recuerda Pisco, los responsables de la empresa la enviaron a trabajar a las oficinas: al llegar siempre se las encontraba cerradas, por lo que tenía que soportar su jornada laboral sin tareas asignadas a la intemperie, en pleno invierno, arrebujada en su coche para no congelarse.

La sentencia del pasado octubre describe un hostigamiento que, según señala Pisco, se ha mantenido hasta hoy. Al contrario que sus compañeros, a ella no se le proporciona uniforme (la empresa le adjudicó una vez ropa de corte masculino que de forma evidente le quedaba grande); no se le pagan los cursos de formación; no puede coger el autobús a su cargo en la nave de la empresa sino en una parada; la empresa no le responde siquiera al teléfono cuando su bus registra una avería o accidente; y tiene que solicitar las vacaciones por vía judicial. El contacto con Pisco está terminantemente prohibido para el resto de la plantilla y “han despedido a personas por no cumplirlo”, señala el sindicato CIG. Y así día tras día. Durante seis años.

Ella fue una vez un símbolo de los avances contra el machismo y hoy, sobre todo, es un icono de la dura lucha de las mujeres por sus derechos. “Le han ofrecido delante de mí mucho dinero por irse [de la empresa], mucho más de lo que le correspondería, y no lo ha aceptado”, subraya Inácio Pavón, de la CIG, que ha asistido a Pisco durante todos estos años. “Resisto porque tengo dos hijas y quiero un mundo mejor para ellas. Abandonar la empresa sin conseguir que se respeten mis derechos sería huir y dejarles el mismo mundo”, explica esta conductora de autobús de 42 años.

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Hedegasa disfruta desde hace mucho tiempo de una concesión de transporte de viajeros en el área metropolitana de Santiago otorgada por la Xunta. Uno de los requisitos que impuso en 2009 la Administración autonómica a las adjudicatarias de estas líneas era desarrollar un plan de empleo femenino. Cuando comenzó el calvario de Nélida Pisco en Autobuses de Calo, otras dos mujeres trabajaban en la compañía. Hoy en día ella es la única.

La Consellería de Infraestruturas alega que ese plan de promoción del empleo femenino dejó de ser una exigencia en Galicia para los adjudicatarios de líneas de transporte hace un año y que no puede informar si Hedegasa lo presentó en algún momento durante los años en los que sí lo fue. Este departamento del Gobierno gallego señala que la condena por acoso laboral a Pisco no entra dentro de las causas objetivas que permiten revocar una concesión y afirma que la Consellería de Economía, con competencias en relaciones laborales, ha abierto un expediente sobre el caso.

El último golpe de Hedegasa le llegó a Pisco hace solo tres meses, justo después de hacerse firme la condena por acoso laboral y con la colaboración del Ministerio del Interior. la empresa solicitó en diciembre a la Dirección General de Tráfico (DGT) que retirara a su conductora todos los permisos de circulación porque, esgrimía, padecía un trastorno psiquiátrico y que suponía un peligro para la “seguridad de la conducción y la posible integridad de los viajeros”.

La DGT así lo hizo, sin comprobar previamente la veracidad de las acusaciones, y basándose en esa resolución del Gobierno la compañía aprovechó para imponerle una suspensión de contrato que la dejó sin sueldo, sin cotización y sin prestación alguna. Después de dos meses y medio sin que esta madre de dos niñas ingresara un euro, Tráfico acaba de restituirle sus carnés de conducir admitiendo que la denuncia de sus jefes no era cierta. “No existe ningún impedimento a nivel mental para que esta paciente pueda conducir”, ha dictaminado el servicio gallego de salud.

Pisco está ahora pendiente de reincorporarse al trabajo y de que Hedegasa, que no ha contestado a los requerimientos de este periódico para recabar su versión, cumpla el mandato judicial de equiparar sus condiciones laborales a las de sus compañeros hombres. “No reclamo un trato especial”, concluye esta profesional. “Solo quiero ejercer mi trabajo de conductora de autobús y ser madre. Simplemente”.

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Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.

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