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Aferrados al volante

El 99,4% de los conductores de más de 75 años que se presentaron en 2015 a renovar su carné fueron considerados aptos

Emilio López, de 80 años, conduce por las carreteras de O Saviñao. Foto: Óscar Corral / Vídeo: EPV
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Los anuncios de coches pretenden transmitir libertad. Niebla por una carretera sinuosa, cuevas de árboles y alguien recostado tras el volante yendo a donde le da la santa gana. Es Emilio López. Podría ser el protagonista de 30 segundos de fábula si no fuese porque su viejo Escort blanco del siglo pasado aplasta ramas y castañas chirriando a su paso por la Ribeira Sacra de Lugo. Tiene 80 años. Va por medio del asfalto con dos sonotones, camisa y abrigo reflectante. Vive en O Saviñao, el municipio español de más de 1.000 conductores con la proporción más alta de mayores de 74 años que mantienen el permiso de conducir B (10,5%), según el censo de la Dirección General de Tráfico (DGT). Es de esos conductores rurales para los que perder el carné supone marchitarse en casa o gastar la pensión en taxis para ir a comprar, a por tabaco o al partido del equipo local. Él por ahora está tranquilo, no tiene que renovarlo hasta 2018.

Los conductores mayores de 74 años censados el año pasado eran casi 1,4 millones. Siete veces más que en 1995. Unas 188.000 son mujeres, el 16%. Irá a más, porque aunque no todos renovarán el carné, del grupo que ahora mismo tiene entre 65 y 74 años vienen detrás dos millones y medio más.

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Los ancianos conductores conducen con prudencia y sufren menos accidentes, pero mueren más cuando los tienen. Temen cada psicotécnico y casi todos los que se atreven aprueban: El 99,4% de los 270.000 mayores de 75 años que se presentaron a la renovación del carné B en 2015 fueron considerados aptos, según la DGT. La mayoría sin embargo (el 90,4 %), con restricciones de velocidad, distancia máxima que pueden recorrer o tiempo que debe transcurrir para renovar el permiso. El 9% restante va limpio. “Siempre que aprueben los controles psicofísicos establecidos y desarrollados por un profesional son considerados como un conductor más”, explica una portavoz de la DGT. “No es más que un contundente reflejo del envejecimiento de la población”, concluye.

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“Sin el coche no me muevo. Y mal asunto si no me muevo”, cuenta Manuel López, 76 años. Dice que rara vez mete quinta o pasa de 60 en el todoterreno con el que suele ir a recoger las vacas de su hijo cuando llueve para devolverlas al establo por las tardes. “También lo uso para ir a comprar o a cobrar”, agrega. Vive en una de las parroquias de O Saviñao, a unos ocho kilómetros de un núcleo urbano con farmacia. Población: ocho vecinos. Uno de ellos, Pepe, 81 años, retuerce su tractor marcha atrás con más facilidad de la que mordería una manzana.

"A mí conducir me gusta por todos lados. De vacaciones, para salir a cenar con los amigos los jueves y para ir a la piscina todos los días", cuenta José Manuel Mariño, 76 años, dándose una vuelta en su Rover por las viñas de las que sale el vino con denominación de origen de la zona. “Ya sé yo que no tengo las facultades para conducir ni los reflejos igual que antes”, dice Purificación Expósito, otra vecina de 76 años, mientras conduce y mira una y otra vez a los lados en los cruces, su mayor temor.

Los accidentes que involucran a la tercera edad son pocos. Los mayores de 74 años suponían el 4,7% del censo de conductores en 2015, y conducían en el 2,5% de los siniestros con víctimas, según la DGT. Un estudio de la Fundación Línea Directa del pasado septiembre concluía que el grupo de edad de los mayores de 65 años fue en 2014 el que menos accidentes sufría, hasta cuatro veces menos que los menores de 25. Y sin embargo, uno de cada tres conductores consideraba peligrosos a los mayores de 65 al volante. El accidente típico que sufren es una salida de vía por la mañana en carretera interurbana por conducción distraída, y su tasa de mortalidad es superior, apunta el estudio. Debido a su fragilidad, ante un mismo accidente sufren más consecuencias.

De ahí la importancia que cobran los controles impuestos para la renovación del permiso, menos frecuentes desde 2009. Por imposición europea, ahora a los 65 años se renueva el carné cada cinco. Antes España obligaba a hacerlo cada dos años a los mayores de 70. De los facultativos depende dar o no el apto para la renovación. El Boletín Oficial del Estado detalla en 18 páginas las aptitudes psicofísicas necesarias para prorrogar el permiso, con las restricciones que se permiten imponer: velocidad, distancia desde el domicilio o adaptaciones al vehículo. También se puede obligar a volver cada menos tiempo si se percibe alguna capacidad mermada.

Manuel López, uno de los conductores mayores de 74 años de O Saviñao.
Manuel López, uno de los conductores mayores de 74 años de O Saviñao.Óscar Corral

Francisco Rodela, 81 años y 60 de carné, baja del coche en el aparcamiento de un centro de especialidades de Madrid. Cojea y se detiene a los pocos pasitos. Camina hacia la entrada con su bastón y su carné renovado el mes pasado “por tres años”. Tiene reconocida una invalidez y no viene en transporte público porque dice que tardaría mucho más de los 10 minutos que ha tardado hoy. Andando lo más probable es que ni llegase. Para comprar le pasa lo mismo, es incapaz de llevar bolsas o peso por la calle. Usa el coche para los recados.

Montserrat Fuentes, médico con 20 años de experiencia en un psicotécnico de Madrid, explica el proceso de renovación al que se somete todo el mundo: tras firmar un formulario indicando que no ocultarán ninguna enfermedad o medicación, comienzan las preguntas. Las primeras son generales y determinan el resto de la exploración dependiendo de la respuesta.

El criterio y la experiencia son esenciales. Ese temblor contenido o esa respuesta inconsistente derivan en pruebas optativas que indagan su origen. Si no, lo normal es “¿qué letras ve?” para la agudeza visual y un deslumbramiento para comprobar el tiempo de reacción; “pulse el botón cuando oiga un sonido” como prueba audiométrica y “a ver qué tal la tensión, los reflejos y el corazón” como somero reconocimiento cardiorrespiratorio.

Luego llega el turno del psicólogo. La prueba obligatoria es la de coordinación bimanual. Dirigir con dos palancas un par de puntos por unos caminos trazados en la pantalla. A partir de ahí, otras como la que mide la capacidad de anticipación quedan a criterio del profesional. Consiste en pulsar un botón cuando se crea que una bola a velocidad constante ha llegado a una meta oculta.

Los mayores se enfrentan a los exámenes psicotécnicos con nerviosismo, pocos quieren perder semejante vínculo con la sociedad. Todos los profesionales consultados refieren la tensión que muestra quien se sienta ante ellos a esas edades. No están acostumbrados a semejante batería de pruebas. “En estos nuevos plazos el deterioro que detectamos es mucho mayor, porque a estas edades ocurre súbitamente”, apunta Rosario Ingunza, psicóloga de uno de los centros psicotécnicos de Monforte de Lemos, cerca de O Saviñao.

“Denegarles el permiso puede llevar a que se compren un coche de los que no necesitan carné o que se recluyan en casa. Y así los matas”, comenta un médico que examina en el mismo centro que Ingunza. “Entiendo la idiosincrasia de la zona. Los núcleos sin servicios apartados y la despoblación. Yo suelo preguntar para qué usan el coche y trato de echarles un cable. Soy magnánimo , pero con límites”, concluye este facultativo que prefiere no dar su nombre. “Familia, médico de cabecera y psicotécnico”, apunta Jeanne Picard, de la asociación Stop Accidentes de Galicia, como los tres apoyos que deben alejar del volante a quienes ya no se encuentran en condiciones.

“Se debería someter siempre a todas las pruebas a los mayores de 65 años, y quiero entender que todos los colegas de profesión las aplican”, explica Ángel Pingarrón, vicepresidente de la Asociación Española de Centros Médico-psicotécnicos, la patronal del sector, y apunta: “No hacerlo es mera pereza del profesional. Puede que en algunas circunstancias se les eche una mano. Lo que no significa que todo cuele”.

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Sobre la firma

Javier Galán Caballero
Reportero en la sección de Narrativas Visuales. En el periódico también ha cubierto la actualidad en la sección de última hora y contó su vuelta al mundo en El Viajero. Es licenciado en Derecho y Periodismo y máster de Periodismo de EL PAÍS.

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