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Iglesias ve inútil apelar al “concepto burgués de clase media” y reivindica lo políticamente incorrecto

El líder de Podemos: “Ganamos solo si somos capaces de politizar el orgullo de lo popular”

Francesco Manetto
Nega, Pablo Iglesias, Arantxa Tirado y Diego Cañamero, este jueves en Madrid.
Nega, Pablo Iglesias, Arantxa Tirado y Diego Cañamero, este jueves en Madrid. LUIS SEVILLANO (EL PAÍS)

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, escenificó este jueves su oposición frontal al resto de formaciones políticas y reivindicó la opción de ser políticamente incorrecto en su actividad institucional. Un día después de que el grupo de Unidos Podemos se negara a participar en el minuto de silencio convocado en el Congreso por la repentina muerte de la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá —lo que le valió las críticas de todos los partidos, incluso de alguna fuerza aliada como Compromís— Iglesias demostró que su proyecto se sitúa en otro terreno de juego. Su idea de Podemos tiene en esta fase poco que ver con la actividad legislativa y mucho con la presión social contra los que considera “poderes fácticos”, sean políticos, económicos o mediáticos. Lo llama “cavar trincheras en la sociedad”: una estrategia que quiere utilizar para alentar movilizaciones apelando incluso a las categorías de clase, una idea a la que su partido siempre había recurrido con muchas cautelas.

La fotografía de la noche de este jueves sirvió de alguna manera para visualizarlo. Iglesias presentó junto al diputado de Podemos y sindicalista del SAT Diego Cañamero un libro escrito por el rapero Ricardo Romero, Nega, y la politóloga Arantxa Tirado. El título, La clase obrera no va al paraíso (Akal), es un guiño al cine del director italiano Elio Petri, autor de La clase obrera va al paraíso. Sus autores denunciaron la actitud de la izquierda tradicional y académica desde la Transición y la izquierda “posmoderna” que rehúye el conflicto social y evita llamar a las cosas por su nombre.

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Iglesias reivindicó la noción de orgullo popular y lo presentó como la herramienta más útil para ganar, un planteamiento que choca con el proyecto defendido por su número dos, Íñigo Errejón, no tanto en el objetivo sino en el método, y se sitúa más cerca de Izquierda Unida. “Ganamos solo si somos capaces de politizar el orgullo de lo popular, y eso implica ser políticamente incorrecto”, afirmó. Defendió la decisión de ausentarse del minuto de silencio por el fallecimiento de Barberá como un ejemplo de esa actitud. “Esto que hemos hecho ha merecido un linchamiento mediático unánime”, consideró. No obstante, se mostró seguro de que la sensibilidad popular aplaudió ese gesto. “Claro que es arriesgado, que incluso los viejos progresistas de siempre te digan ‘os habéis pasado’ es un riesgo”, continuó. Pero avisó de que no renunciará a este tipo de comportamiento porque, aseguró, su objetivo final consiste en “generar un nuevo sentido común”.

Con este propósito, Iglesias defendió también su idea de “transversalidad”, una categoría a la que suele recurrir Errejón para describir su plan, para darle otro significado. “Esa tensión solo la podremos resolver si apostamos por una noción de transversalidad que se construya en lo popular, porque si se reconstruye en el concepto burgués de clases medias, ahí no podemos ganar. Nos gana cualquiera, y nos gana Ciudadanos”, señaló. "Si pensamos que la disputa de la centralidad está en quitar la clase media a los que la tenían creo que nos equivocaremos".

“La clase obrera es como Terminator, siempre vuelve”, dijo Nega. Esta resurrección quedó reflejada, en su opinión, con la victoria de Donald Trump en las elecciones de EE UU, en Francia (con el auge de Marine Le Pen) y en el triunfo de Ciudadanos, hace un año, en los municipios del cinturón metropolitano de Barcelona. Iglesias avala ese planteamiento, por eso advirtió de que su trabajo en la próxima fase consistirá en “politizar” a los sectores sociales que todavía no lo están. Lo hará en las movilizaciones y manteniendo la misma actitud en el Parlamento.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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