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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cuando el aire reacciona

Los contaminantes óxidos de nitrógeno no son un producto directo del combustible sino que tanto su nitrógeno como su oxígeno provienen del mismísimo aire

Javier Sampedro

La lista de contaminantes del aire es larga y malsonante —partículas cancerígenas, monóxido de carbono asfixiante, dióxido de azufre irritante—, pero los óxidos de nitrógeno merecen un capítulo aparte. Es curioso que estos óxidos no sean un producto directo del combustible: tanto su nitrógeno (N) como su oxígeno (O) provienen del mismísimo aire que nos da la vida (recuerden que el aire tiene un 78% de nitrógeno, un 21% de oxígeno y solo un 1% de todo lo demás). Lo que aporta el motor del coche es la altísima temperatura necesaria para que el nitrógeno reaccione con el oxígeno y forme estos óxidos aborrecibles.

El monóxido de nitrógeno (NO, también llamado óxido nítrico) y el dióxido de nitrógeno (NO2) se cuentan entre los componentes más dañinos de la contaminación del aire de las ciudades. Cuando el motor del coche quema el combustible mezclándolo con el aire, el nitrógeno atmosférico (N2) se combina con el oxígeno atmosférico (O2) en el interior del motor, y genera esos dos óxidos de nitrógeno (NO y NO2), que salen por el tubo de escape. También las centrales térmicas, que producen energía quemando carbón o combustibles líquidos, generan estos óxidos.

El NO ya es lo bastante tóxico en sí mismo, pero la cosa no acaba ahí: como es un gas relativamente inestable, experimenta una serie compleja de reacciones en las capas bajas de la atmósfera y produce los llamados “oxidantes fotoquímicos” que forman gran parte de la famosa 'boina' que cubre la gran ciudad moderna. El NO2 también contribuye a este tipo de reacciones.

El NO2 es un gas acre, picante e irritante, y está demostrado que causa directamente edema pulmonar (una acumulación excesiva de líquido en los pulmones) a quienes tienen la mala suerte de respirarlo. Pero tanto el NO como el NO2 también se combinan con el vapor de agua atmosférico para dar ácido nítrico, principal responsable de la no menos famosa “lluvia ácida”, de consecuencias desastrosas para el medio ambiente.

Para acabar de redondear su catálogo de daños y perjuicios, el NO también destruye el ozono en las capas altas de la atmósfera, dificultando así los esfuerzos internacionales para reducir el 'agujero' de ese escudo protector contra la luz ultravioleta de la radiación solar, la causa principal de los cánceres de piel.

En descargo del NO, es de justicia mencionar que cumple una función esencial en nuestro cuerpo. Producido por las células que recubren internamente los vasos sanguíneos (endotelio), el NO difunde al músculo liso adyacente y lo induce a relajarse. Esto causa una inmediata dilatación de las arterias y la consiguiente reducción de la presión sanguínea. El ancestral uso de la nitroglicerina para tratar la angina de pecho se debe a que ese compuesto (explosivo en otras condiciones) genera NO en las células. El NO también es responsable de la erección, y el fundamento de la acción de la viagra. Por fortuna, respirarlo de los tubos de escape no sirve para sustituir a las pastillas: de otro modo, toda gran ciudad sería Sodoma y Gomorra.

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