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“Que seamos de Nápoles no quiere decir que seamos camorristas”

Habla Carolina Rovai, hija de un supuesto cabecilla de la mafia italiana en España, según la policía

J. J. Gálvez
Carolina Rovai, en una cafetería de Madrid, este octubre.
Carolina Rovai, en una cafetería de Madrid, este octubre.J. J. G.

La imagen de su padre esposado recorrió las televisiones españolas en el verano de 2014. En las grabaciones, la policía sacaba a Ciro Rovai de su casa, vestido con camisa blanca y pantalón negro, y lo conducía inmediatamente hasta Bella Napoli, el restaurante italiano que regenta en un centro comercial de Majadahonda, en Madrid. En otro coche, a pocos metros, lo seguían Carolina y su madre. "Cuando llegamos [al bar], vimos todo el percance: las cámaras, las camionetas alineadas, las metralletas... Un paripé", recuerda esta joven de 26 años, que averiguó aquel día qué era la Operación Tarantela: una investigación de casi tres años contra la Camorra impulsada por la Guardia Civil, el Cuerpo Nacional de Policía y la Fiscalía contra el Crimen Organizado. Y su padre estaba en el centro de aquellas pesquisas.

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"Justo, el día anterior, yo había vuelto de Ibiza con mi novio, que ahora es mi marido. Y me quedé a dormir en casa de mis padres. Eran las cinco o las seis de la mañana cuando sonó el timbre...", continúa Carolina Rovai al rememorar la intervención de los agentes. "Mi padre se levantó rápidamente. Fue hasta la puerta, miró por la mirilla y vio que era la policía. En cuanto abrió, se le echaron encima", remacha. Los investigadores llevaban meses siguiendo sus pasos. Lo consideran uno de los cabecillas de varios clanes de la mafia napolitana asentados en España, que se dedicaban a proveer de cocaína a otros grupos de Italia y que, a su vez, utilizaban negocios legales para blanquear el dinero conseguido a través de esa actividad. Una batería de acusaciones que su hija rechaza drásticamente: "Que seamos de Nápoles no quiere decir que seamos camorristas".

Fernando Andreu, magistrado de la Audiencia Nacional, lo dejó libre el 10 de julio de 2014. Dos días después de su arresto. "No se ha intervenido en su poder ningún estupefaciente, ni dinero procedente de su comercialización", escribió el juez en el auto de puesta en libertad de Ciro, donde añadió: "Existen indicios racionales —obtenidos de las intervenciones telefónicas y los seguimientos— de que habría podido estar adquiriendo cocaína, tanto para su consumo como para su venta a terceros, adquiriendo habitualmente la sustancia de otros dos imputados, a quienes habría puesto en contacto con otros suministradores de dicha droga".

"En la casa no encontraron nada. Ni un gramito. Ni en el restaurante. Salieron con las manos vacías de allí. Simplemente, porque no había nada en ningún sitio", subraya Carolina, que insiste en que la policía se ha equivocado con su padre. Defiende su inocencia. En una cafetería de Madrid, más de dos años después de la operación policial, repite que él y su madre han conseguido todo lo que tienen de forma legal. "Poco a poco. Con esfuerzo y más esfuerzo. Recuerdo, desde niña, a mis padres trabajando todo el día en el restaurante", recalca.

Las grabaciones de la 'Operación Tarantela' captadas por las fuerzas de autoridad, donde salen imágenes de todas las viviendas registradas durante la actuación policial.

La joven estudiaba tercero de Periodismo cuando se desarrolló la Operación Tarantela. "Mi padre dice que se lo esperaba, que sentía que lo estaban siguiendo, que lo observaban, que entraba gente extraña en el restaurante... Él se olía algo". Desde entonces, asegura que su familia ha "sufrido": el Bella Napoli quedó marcado y la clientela cayó en picado; los socios de su padre en otros proyectos rompieron las relaciones; la familia ha tenido que recibir atención psicológica. Por ejemplo, ella decidió dejar la carrera. "Entré en shock. No tenía ganas de estudiar", continúa la joven, que acaba de retomar los estudios.

"Y empezaron a venir curiosos que querían ver el supuesto restaurante de la Camorra. Y a mi padre, que es muy bromista, le hacían comentarios como intentándole hacer proposiciones, que no sabemos si era una trampa...", continúa la hija mayor de una familia que desembarcó en España en el año 2000. Antes, desde 1984, Ciro se movía entre Italia y España. "El tío de mi madre tenía un restaurante aquí, donde él trabajaba", explica Carolina, que vive en Madrid desde niña.

Empezaron a venir curiosos que querían ver el supuesto restaurante de la Camorra Carolina Rovai

El 8 de julio de 2014 hubo 32 arrestados. Al cabeza de familia de los Rovai —imputado por pertenencia a organización criminal, tráfico de droga y blanqueo de capitales— lo acusaron de usar el restaurante como punto de encuentro de narcos y de utilizar, en las conversaciones grabadas, limoncello como palabra clave para referirse a la cocaína. "Mi padre fabricaba y fabrica limoncello. Decir que eso era otra cosa, es mentira", afirma la joven, que reconoce que, "quizá", Ciro contactó con alguno de los imputados de la operación para conseguir droga para consumo propio. Pero niega que él distribuyera. "La gente de Nápoles que de verdad se dedica a esto pensará: "¿Y este de dónde ha salido? ¿Es un capo y no lo sabíamos?", concluye sobre su padre, que tiene prohibido salir de España y debe comparecer cada semana en los juzgados. Porque la causa y la investigación siguen abiertas.

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Sobre la firma

J. J. Gálvez
Redactor de Tribunales de la sección de Nacional de EL PAÍS, donde trabaja desde 2014 y donde también ha cubierto información sobre Inmigración y Política. Antes ha escrito en medios como Diario de Sevilla, Europa Sur, Diario de Cádiz o ADN.es.

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