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Los irreductibles del bipartidismo

PP y PSOE consiguen atraer nuevos militantes pese a la crisis de las formaciones tradicionales

J. J. Gálvez
Petra Agueda, nueva afiliada socialista, en una sede del PSOE de Sevilla.
Petra Agueda, nueva afiliada socialista, en una sede del PSOE de Sevilla.Paco Puentes

En época de fes políticas perdidas, el bipartidismo aún atrae algunos creyentes. Pese a los escándalos de corrupción que acechan a dirigentes del PP o la desgarradora crisis interna que atraviesa el PSOE, populares y socialistas todavía encuentran fieles que quieran apuntarse a sus filas. Ciudadanos que, más allá de su voto, están dispuestos a colaborar, entre otras cosas, con el pago de las cuotas. Pero, ¿cuáles son sus motivaciones en este tiempo de desplome de los partidos tradicionales? "Un día, viendo la televisión con mi familia, nos dio mucha rabia que pareciera que el PSOE era el gran responsable de que no hubiese Gobierno. Así que mi mujer dijo que le entraban ganas de afiliarse ahora, cuando hay menos gente dispuesta a echar una mano", sentencia Manolo Contreras, apenas tres semanas después de que él, su esposa y su hija se hayan dado de alta en el PSOE extremeño.

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"En cierta manera, también es una forma de demostrar que el partido no está solo cuando vive una crisis", continúa este funcionario del Ministerio de Hacienda, de 55 años y natural de Badajoz. Unas palabras que se repiten a más de 200 kilómetros de distancia. En Sevilla, Petra Agueda González mantiene que ha visto "cómo mucha gente se acercaba al PSOE cuando todo iba bien". "Eso no pasa cuando las cosas van mal. Por eso, este es el momento de arrimar el hombro", insiste esta ama de casa de 49 años, casada con un conductor de autobús, que se afilió el pasado mayo. "Yo me siento muy orgullosa de ser socialista. No es ningún tabú", remacha de inmediato.

El bipartidismo ha sufrido un incontestable retroceso en las urnas durante los últimos cinco años. PP y PSOE llegaron a sumar 296 diputados y el 73% de los votos —casi 18 millones de papeletas— en las elecciones de 2011, las últimas generales antes de la irrupción de Podemos y Ciudadanos. Un lustro después, en los comicios de junio de 2016, populares y socialistas han visto reducida su representación hasta los 222 parlamentarios y su apoyo ha caído hasta el 55% —13 millones de votos—. Eso sí, ese desplome no ha afectado igual a las filas de las dos formaciones.

Según los datos facilitados por el partido conservador, su número de militantes no ha parado de crecer. A principios de 2016 contaba con 860.426 afiliados, frente a los 772.741 de 2011. Esta diferencia supone un alza del 11%. Un porcentaje que engrosa, entre otros, José María Villalba. A sus 74 años, este vecino de Alcalá de Henares acaba de recibir su carné tras iniciar hace dos meses los trámites para aterrizar en la calle Génova. "El resto de partidos va siempre contra el PP, cuando en los otros también hay mucha corrupción. El PP está sufriendo el acoso del resto y hay que defenderlo un poco", subraya este conductor de autobús, con tres hijos y cuatro nietos, que admite que su familia se "extrañó un poco" al saber que había decidido afiliarse "justo ahora".

La caída socialista

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Las cifras internas del PSOE no resultan, en cambio, positivas. La formación arrastra una constante pérdida de militantes. Según los datos de Ferraz, el partido contaba con 217.000 afiliados cuando se organizó el Congreso de Sevilla de 2011. Ese número se redujo hasta los 201.000 en 2014, cuando se celebró las primarias que ganó Pedro Sánchez; y continuó a la baja, hasta los 189.256, cuando en febrero de este 2016 se votó el acuerdo de Gobierno con Ciudadanos. Eso sí, los socialistas matizan estas cifras con el censo de simpatizantes, que suma 414.000 personas —aunque estos no pagan ningún tipo de cuota—.

Cifuentes, este verano, en un acto de entrega de carnés a nuevos afiliados de NNGG.
Cifuentes, este verano, en un acto de entrega de carnés a nuevos afiliados de NNGG.

Pese a ello, este desplome de militantes en el PSOE no incluye los efectos de la crisis vivida por la salida de Sánchez y por la formación de una gestora. Durante esos días convulsos, cientos de afiliados se concentraron en las puertas de Ferraz para protestar contra el viraje del partido: del "No es no" a Rajoy a la posterior abstención socialista en la investidura. "Nosotros siempre hemos pensado que el PSOE, en ningún momento, puede apoyar un Gobierno de derechas. Pero otra cosa es la situación actual. Tras intentarlo [formar un Ejecutivo], nos toca estar en la oposición", mantiene Contreras.

Distintos caminos conducen a los nuevos militantes hasta sus formaciones. Por ejemplo, Andrés Sampiero, de 19 años, reconoce que su desembarco en el PP se debe a que lleva mamando de la política desde niño. "Mi padre lleva vinculado a ella más de 15 años. Y yo lo llevo viendo desde pequeño, yendo de la mano con él y viviendo este mundo desde dentro", relata este joven, estudiante de Bachillerato de El Escorial e hijo del exalcalde popular de Navalagamella (Madrid). Hace poco más de un mes recibió su nuevo carné de afiliados y asegura que nunca pensó en alistarse en otra formación: "No hay ningún partido donde no haya corrupción. Por eso hace falta que entre gente nueva, que ayude a evitarla y a cambiar".

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Sobre la firma

J. J. Gálvez
Redactor de Tribunales de la sección de Nacional de EL PAÍS, donde trabaja desde 2014 y donde también ha cubierto información sobre Inmigración y Política. Antes ha escrito en medios como Diario de Sevilla, Europa Sur, Diario de Cádiz o ADN.es.

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