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Euskadi: nuevo tablero político

La irrupción de Podemos, el modelo territorial y las prioridades que fije Urkullu marcarán la próxima legislatura vasca

Luis R. Aizpeolea
El lehendakari, Iñigo Urkullu, el pasado viernes.
El lehendakari, Iñigo Urkullu, el pasado viernes. L. RICO

Va a resultar muy difícil para el lehendakari Iñigo Urkullu lograr que el miniadelanto de las elecciones vascas evite su contaminación por la incertidumbre de la situación política española. El foco mediático seguirá estando dentro de dos meses en España porque o aún no habrá gobierno, la hipótesis más verosímil hoy, o porque se esté en trance de constituirlo. En todo caso, Urkullu puede resaltar con orgullo cómo en la antaño atormentada Euskadi, el grado de estabilidad política y diálogo, con sus limitaciones, son ejemplares si se compara con el bloqueo y crispación de la actual situación política española.

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Urkullu, del PNV, no ha contado con mayoría esta legislatura terminal y ha gobernado con el apoyo parlamentario del PSE en su cuestión prioritaria, la salida económica y social de la crisis, junto a los Presupuestos. En las demás cuestiones ha practicado la geometría variable, lo que no ha sido óbice para aprobar más de 20 leyes, algunas de calado.

Urkullu comparte con Mariano Rajoy no disponer de mayoría absoluta. Pero no tiene el estigma que marca a Rajoy: su rechazo a asumir responsabilidades políticas por la corrupción en el PP, auténtico obstáculo para que otros partidos le faciliten el Gobierno. En un pasado aún reciente, el PNV tuvo su estigma, el proceso soberanista unilateral de Ibarretxe que, aunque ganó sus últimas elecciones, le aisló y no pudo gobernar. El PNV entendió el mensaje y sacrificó a Ibarretxe.

Urkullu ha recuperado la centralidad para el PNV. Estas elecciones van a tener la singularidad de medir la consistencia de Podemos, que en las dos elecciones generales sucesivas se coronó como primer partido de Euskadi en votos. La lógica de las elecciones autonómicas cambia porque se juega la gestión de los servicios vascos y no la Moncloa, lo que favorece a los partidos nacionalistas. De ahí que todas las encuestas ofrezcan una clara victoria del PNV mientras Podemos y Bildu se disputan la segunda posición.

Si las encuestas se confirman y Urkullu gana, no tendrá problemas para buscar apoyos. Su centralidad le permite elegir pues Podemos, inclusive, ha loado sus políticas sociales. La clave está en sus prioridades. Le ha ido muy bien esta legislatura con su pacto con el PSE —con quien comparte además Gobierno en diputaciones y ayuntamientos— en el que han primado las medidas socioeconómicas para salir de la crisis sobre las identitarias.

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Pero, tras la irrupción de Podemos, es difícil que PNV y PSE sumen mayoría y es posible que la de Podemos y Bildu supere la del PNV y socialistas. Matemáticamente, el PNV no tendría problemas para completar la mayoría, pues el PP apoyaría el tándem PNV-PSE para impedir un hipotético Gobierno Podemos-Bildu. Pero es dudoso que al PNV le interese el apoyo del PP si Podemos obtiene buen resultado. Existe el precedente de Navarra en que Geroa Bai, con el PNV dentro, gobierna con el apoyo de Podemos.

Además, el inicio de la campaña coincidirá con la Diada y el avance unilateral del soberanismo catalán a la independencia, que en Euskadi sólo entusiasma a Bildu. Urkullu ha anunciado un modelo alternativo en esta legislatura: un nuevo Estatuto pactado en Euskadi y con el Estado, dentro de la legalidad. Cada partido tiene una propuesta distinta. El federalista PSE teme que el pragmatismo del PNV se vea desbordado por el independentismo de Bildu y la ambigüedad de Podemos y la reforma del Estatuto entre en una deriva impredecible y condicione la gobernabilidad.

Los números serán importantes el 25 de septiembre. Pero también despejar incógnitas, entre ellas la oferta territorial de Podemos, las prioridades de Urkullu y la capacidad negociadora del PSE y PP en el futuro tablero político. Se abre nueva etapa en Euskadi.

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