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tras las elecciones generales
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los pactos y el juego del pañuelo

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se limitan a fintar intentando que el otro cometa un error

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez este miércooles en el Congreso.
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez este miércooles en el Congreso.Emilio Naranjo (EFE)

Cuando era pequeño solíamos jugar al pañuelo. Era de los pocos juegos en los que participábamos niños y niñas. Los dos equipos se numeraban uno a cada lado, el árbitro (normalmente un mayor) se ponía a mitad de camino con un pañuelo en la mano y gritaba un número: “el cinco”. Los “cinco” de cada grupo corrían hasta el centro y se plantaban frente al pañuelo. Uno tenía que cogerlo y correr de vuelta a su zona evitando que el otro le golpeara la espalda. Si lo conseguía, ganaba y el otro estaba eliminado; en caso contrario, el perdedor era él.

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Muchas veces, los dos jugadores se tanteaban frente al pañuelo, haciendo fintas para agarrarlo o esperando que el otro iniciara la carrera con el pañuelo en la mano para salir a por él. Mariano Rajoy y Pedro Sánchez parece que han decidido jugar al pañuelo y ninguno está dispuesto a perder.

Los dos están mirándose a los ojos esperando que el otro haga un movimiento para responder con rapidez. Pero ninguno agarra el pañuelo: se limitan a fintar y a decirse cosas a la cara intentando que el otro cometa un error. Y el tiempo pasa. El problema es que Rajoy y Sánchez ya no son niños y está en juego mucho más que ser eliminado hasta la siguiente partida. España se juega la gobernabilidad y no hay tiempo que perder. No debería haber tiempo que perder, aunque los líderes del PP y del PSOE no deben pensar lo mismo.

La situación al día de hoy (¿dónde habré oído ese giro?) es que el presidente del Gobierno en funciones, que es el político cuyo partido ha obtenido más votos y escaños en las elecciones, ha terminado su primera ronda de contactos (¿por qué esa ronda si no es el jefe del Estado?) con un solo apoyo más que cuando la inició. Pero en vez de doblar la apuesta y buscar votos con alguna oferta atractiva, hace un corta y pega de parte de su programa electoral y lo presenta como un punto de partida para pasar de la conversación a la negociación.

En el otro lado, el líder de la oposición acepta hablar, pero no negociar y se mantiene en un no que, como dijo Alfonso Guerra, es contradictorio con querer impedir otras elecciones. Y en el centro, Albert Rivera sujeta el pañuelo esperando que alguno lo agarre y empiece la carrera.

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Mientras tanto, el tiempo pasa y los españoles empiezan a hartarse de la actitud de sus políticos. PP, PSOE y Ciudadanos deberían estar ya intercambiando propuestas para hacer posible que la abstención se convierta en sí, el no en abstención y el vacío de poder en Gobierno. Ojalá me equivoque y ya lo estén haciendo en secreto.

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