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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Alguien quiere gobernar?

La forma de hacer política de Rajoy —es decir, el no hacerla— está contagiando al resto

Fernando Vallespín

La política española parece haberse mimetizado a estos caliginosos días de verano. Después de siete meses de Gobierno en funciones y dos elecciones generales nadie parece tener prisa por entrar de nuevo en la política normal, por gobernar o facilitar el Gobierno. En la clase política impera una curiosa mezcla de desidia y de aristocrático desdén entre los actores políticos. Nadie se mueve, todos permanecen guarecidos en la sombra. Que lo haga el otro y luego ya veremos. Por no hablar ya ni siquiera hablan el PSOE y Ciudadanos, la pareja de hecho del ciclo inmediatamente anterior. Nueva victoria de Rajoy. Su forma de hacer política —es decir, el no hacerla— está contagiando al resto.

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Podemos está de terapia de grupo para poder afrontar el abandono de la política épica y prepararse para el “aburridísimo” trabajo parlamentario. El PSOE sigue atacado de ombliguismo y tiene un problema hamletiano con abstenerse o no abstenerse o hacerlo de esta manera u otra. Y Ciudadanos, también missing, actúa como un amante despechado a la espera de una llamada de La Moncloa que nunca llega.

Mientras tanto, Mariano Rajoy está en su situación favorita, el no-gobierno o el Gobierno en funciones permanente. Espera a ver caer la cabeza de Pedro Sánchez y a que Albert Rivera llame a su puerta desesperado después de haber fracasado en quitarle de en medio. Es su venganza, que está administrando a su manera, dilatando los tempos y decidiendo no decidir, como hizo con Cataluña y con los escándalos de su partido.

Que Europa está sufriendo una angustiosa crisis de identidad y es un escenario del que España lleva años ausente, ¡peor para Europa!, eso a él no parece concernirle. Que urge resolver los problemas derivados de la crisis, Cataluña y la imperiosa necesidad de regeneración ético-política, ¡qué más da! Que el 19 de julio se constituyen las Cortes y se ponen inexorablemente en marcha los plazos para una investidura, bueno, que sean otros quienes se sientan presionados y se plieguen ante el vértigo de ir a unas nuevas elecciones. ¿Por qué habría de ser él quien lleve la iniciativa?

El problema hoy sigue siendo Mariano Rajoy, un líder amortizado al que el voto del miedo ha dado otra oportunidad. Pero carece de la mayoría suficiente para conformar un Gobierno estable. Por el uso que está haciendo de su posición de poder bien merece llevarse un susto. Si no fuera porque los demás partidos están ensimismados con sus problemas internos y con el shock de los resultados electorales ya se habría forjado una alternativa a este más-de-lo-mismo indefinido.

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Este país no se merece este bochorno, quiere pasar página de una vez de la política del escándalo, la inacción y el bunquerismo partidista. Aspira a algo tan simple como que alguien quiera gobernar de forma estable. Si no, como en el Reino Unido, ¡todos fuera!

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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