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Álvarez de Miranda: paradigma político de honradez y sensatez

El que fue primer presidente de las Cortes de la democracia ha fallecido a los 92 años

Fernando Álvarez de Miranda.
Fernando Álvarez de Miranda. Ballesteros

Fernando Álvarez de Miranda, primer presidente de las Cortes de la democracia, una de las figuras más prominentes de la Transición política en España, ha fallecido en Madrid a la edad de 92 años víctima de un infarto. Santanderino, nacido en 1924, de arraigadas convicciones monárquicas y cristianas, se adentró en la política en 1947, en una de las primeras elecciones municipales celebradas bajo el franquismo, caracterizadas entonces por la rivalidad entre candidatos falangistas y monárquicos. Se adhirió un grupo afecto a Don Juan de Borbón, junto con políticos también conservadores como Joaquín Satrústegui. Álvarez de Miranda se orientaría hacia la democracia cristiana, opción política a la que se mantendría afecto durante a mayor parte de su prolongada vida política. Esta opción estableció una oficina política en Madrid, en la Gran Vía número 43, que sería sede de la Asociación Española de Cooperación Europea, uno de los principales vectores en España del europeísmo, del cual se reclamaría entidad pionera, a la cual se adheriría el ministro de educación Joaquín Ruiz Jiménez, el exfalangista Dionisio Ridruejo y otros dirigentes políticos. Con la democracia, promovería la plataforma Izquierda Demócrata Cristiana, escindida luego en dos fracciones, una llamada Izquierda Democrática, de adverso desenlace electoral en los primeros comicios de la democracia.

En 1962 Fernando Álvarez de Miranda sería uno de los promotores de la llamada Cumbre de Múnich, tildada por el franquismo de “contubernio” que, por primera vez tras la Guerra Civil, reunió a políticos socialistas, monárquicos y republicanos del interior y del exilio, con exclusión de los comunistas, en fechas inmediatamente posteriores a la huelga general minera en Asturias, hegemonizada por el PCE y con una dura represión, justificada por el ministro de Información, Manuel Fraga, que satanizaría igualmente la reunión muniquesa. A su regreso a España desde la ciudad alemana, Álvarez de Miranda, en el mismo Aeropuerto de Barajas, sería detenido por la Brigada Político-Social, la policía política del franquismo, y enviado a Fuerteventura, donde permaneció confinado durante ocho meses.

En los albores de la Transición, el político democristiano se integró en la Plataforma de Convergencia Democrática, plataforma política hegemonizada por el PSOE alternativa a la Junta Democrática, con primacía del PCE, que compitió políticamente desde el antifranquismo en la búsqueda de la democracia, para concluir tal periplo con la fusión de ambas formaciones en la llamada Platajunta. Ya en democracia, Álvarez de Miranda se integraría en la Unión de Centro Democrático, capitaneada por Adolfo Suárez, coalición de grupos democristianos, monárquicos, liberales y socialdemócratas, para ser designado posteriormente en 1978, tras la aprobación de la Constitución, presidente de las Cortes.

Al concluir su carrera parlamentaria, Álvarez de Miranda sería designado embajador en El Salvador, donde afrontó desde la embajada en noviembre de 1989, el asesinato alevoso por el ejército salvadoreño de los sacerdotes jesuitas españoles, Ignacio Ellacuría y sus compañeros de la Universidad Católica Centroamericana, dos de cuyos asesinos han sido recientemente condenados. Fue el embajador quien repatrió los cadáveres de los jesuitas asesinados. Periodistas españoles recuerdan la valentía personal desplegada por el embajador Álvarez de Miranda al frente de aquella misión y en otras arriesgadas situaciones signadas por la cruenta guerra civil salvadoreña, como el episodio que él mismo protagonizara en julio de 1989 para salvar la vida a un médico catalán, de nombre Florenci, colaborador de la guerrilla. El médico había sido herido gravemente en una pierna que se hallaba a punto de gangrenársele. Pero la gestión directa del embajador de España logró salvarle de una muerte segura al acudir a rescatarle personalmente a la ribera de un río -que surcaba la zona desmilitarizada en torno a la localidad salvadoreña de Santa María, entre el ejército salvadoreño y la guerrilla, a la que el médico asistía. El embajador cruzó a solas el río asido a una canoa-camilla en la que depositó al herido, y regresó con él a San Salvador donde fue ingresado en un hospital regentado por religiosos evangelistas. Fue así como salvó su vida.

De regreso a España, el político democristiano, entre 1994 y 1999 fue defensor del Pueblo. Fernando Álvarez de Miranda ha dejado a su paso por la política española una estela de honradez, sensatez, prudencia y sentido de la concordia, que le convirtieron en prototipo del político conservador y demócrata, categoría bien difícil de mantener en una España bajo la dictadura, en la cual los sectores conservadores, casi en su totalidad, fueron abducidos por el franquismo y obligadamente guiados hacia postulados de extrema derecha.

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